Crítica y Resistencias. Revista de conflictos sociales latinoamericanos

N° 13 (diciembre-mayo). Año 2021. ISSN: 2525-0841. Págs.218-238

http://criticayresistencias.com.ar

Edita: Fundación El llano - Centro de Estudios Políticos y Sociales de América Latina (CEPSAL)

 

 

 

Diálogos desde el Sur: extractivismos y ecofascismos[1] [2]

Dialogues from the South: extractivisms and ecofascisms

 

Diana Vela Almeida[3]

Melissa Moreano Venegas[4]

Pablo Saralegui Diez[5]

José Manuel Migueles Aguilar[6]

Candela de la Vega[7]

 

Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-No hay restricciones adicionales 4.0 (CC BY-NC 4.0)

 

Resumen

En estos diálogos se transcribe el conversatorio “Ecología Política de la Extrema Derecha”, convocado y organizado por Lanonima, colectivo de investigación en Sevilla, España, durante la primera semana de mayo. Durante la sesión, se presentaron y discutieron algunos artículos publicados en el volumen N °59 de la Revista “Cuadernos de Ecología Política”. La industria extractiva y el ascenso o consolidación de las fuerzas políticas de derecha se relacionan estrechamente dentro del debate ambiental global. A través de narrativas y prácticas de las corporaciones multinacionales para cooptar propuestas ambientales como la sostenibilidad, y mediante mecanismos corporativos que atentan contra la vida humana y no humana, como obras de caridad y proyectos de conservación, se profundiza la injusticia social que subyace a una estructura altamente destructiva. Este mecanismo se funda sobre peligrosas articulaciones políticas conservadoras y clasistas que discursivamente sostienen un esencialismo de la noción de naturaleza, mientras que en la práctica ejecutan la violencia propia del marco de acción de la neoliberalización de la crisis ambiental. La extensión de los crímenes, asesinatos o desapariciones relacionados con procesos de lucha ambiental son el resultado del carácter antagónico con el que se impone la política neoliberal. En esta clave, los diálogos que aquí se transcriben nos ofrecen un análisis crítico sobre la disputa ambiental en el Sur Global y su relación con el Norte Global.

Palabras clave: Ambientalismo corporativo; Política de derecha; América Latina; Diálogo norte-sur.

 

Abstract

These dialogues transcribe the conversation "Political Ecology of the Far Right", convened and organized by Lanonima, a research collective in Seville, Spain, during the first week of May 2021. During the session, some articles published in volume 59 of the journal "Cuadernos de Ecología Política" were presented and discussed. The extractive industry and the rise or consolidation of right-wing political forces are closely related within the global environmental debate. The narratives and practices of multinational corporations that co-opt environmental care proposals deepen the social injustice that underlies a highly destructive exploitative structure. In adition, there are dangerous conservative and classist political articulations that discursively sustain an essentialism of the notion of nature, while in practice they execute the violence proper to the framework of action of the neoliberalization of the environmental crisis. And the extension of crimes, assassinations or disappearances related to processes of environmental struggle are, in the end, the result of the antagonistic character with which neoliberal policy is imposed. In this key, the dialogues transcribed here offer us a critical analysis of the environmental dispute in the Global South and its relationship with the Global North.

Keywords: Corporate environmentalism; Right-wing politics; Latin America; North-South dialogue.

 

Introducción

La industria extractiva y el ascenso o consolidación de las fuerzas políticas de derecha se relacionan estrechamente dentro del debate ambiental global. A través de narrativas y prácticas de las corporaciones multinacionales para cooptar propuestas ambientales como la sostenibilidad, y mediante mecanismos corporativos que atentan contra la vida humana y no humana, como obras de caridad y proyectos de conservación, se profundiza la injusticia social que subyace a una estructura altamente destructiva. Este mecanismo se funda sobre peligrosas articulaciones políticas conservadoras y clasistas que discursivamente sostienen un esencialismo de la noción de naturaleza, mientras que en la práctica ejecutan la violencia propia del marco de acción de la neoliberalización de la crisis ambiental. La extensión de los crímenes, asesinatos o desapariciones relacionados con procesos de lucha ambiental son el resultado del carácter antagónico con el que se impone la política neoliberal. En esta clave, los diálogos que aquí se transcriben nos ofrecen un análisis crítico sobre la disputa ambiental en el Sur Global y su relación con el Norte Global.

Estos diálogos tomaron lugar en el marco de un evento abierto y gratuito realizado el día 4 de mayo de 2021, en el que fueron presentados algunos artículos del número 59° de la revista de Ecología Política[8]. Su grabación fue compartida gracias a la solidaridad del espacio de autogestión colectiva “Lanónima”[9], que accedió a compartirla para la revista Crítica y Resistencias. La entrevista fue transcrita, adaptada y editada para su publicación como texto, y actualizada, completada y revisada por los y las participantes. Además, la transcripción recupera intervenciones del público realizadas de forma oral y aquellas transmitidas por el chat de la plataforma de videoconferencias.

Quienes participan de este conversatorio fueron, en orden de aparición, fueron: Pablo Saralegui Diez (PSD), José Manuel Migueles Aguilar (MOC), Melissa Moreano Venegas (MMV), Candela de la Vega (CDLV) y Diana Vela Almeida (DVA). A partir del párrafo que sigue, entre paréntesis marcamos las siglas para identificar sus intervenciones en los diálogos. Pablo Saralegui Diez es militante del colectivo Lanónima e investigador en Agroecología y Sistemas Agroalimentarios Globales. En el número 59° de Ecología Política presenta una contribución titulada “Agroecología política y extrema derecha: la necesaria aproximación a la ruralidad tradicional como antídoto” (Saralegui Diez, 2020). José Manuel Migueles Aguilar es un militante histórico de Lanonima, es el principal mediador de estos diálogos. Melissa Moreno Venegas es profesora e investigadora del área de medio ambiente y sostenibilidad de la Universidad de Quito, además es integrante del colectivo de geografía crítica de Ecuador. El título de su contribución es “Ecofascismo: uno de los peligros del ambientalismo burgués'' (Moreno Venegas, 2020). Diana Vela Almeida es investigadora posdoctoral del departamento de Geografía de la Universidad de Noruega de Ciencia y Tecnología e integrante del Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador. La contribución de Diana lleva por nombre “Ambientalismo corporativo: entre extractivismo, extrema derecha y crisis ambiental” (Vela Almeida, 2020). Por último, Candela de la Vega es investigadora del equipo de investigación “El Llano en Llamas” de la Universidad Católica de Córdoba y de la Universidad Nacional de Córdoba, además de ser profesora y becaria posdoctoral por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. El artículo comentado en esta ocasión se titula “Neoliberalismo y violencia en los conflictos ambientales en Latinoamérica”, que coescribe con María Alejandra Ciuffolini (de la Vega y Ciuffolini, 2020).

 

PSD: Lanonima es un colectivo autogestionado de Sevilla, fundado hace 5 o 6 años, nacido de la necesidad de varias militantes y activistas de disponer de un espacio físico en donde desarrollar proyectos más estables. Sus inicios daban cuenta del incremento de la violencia de las fuerzas del orden estatales contra los centros autogestionados y espacios del común, que habían sido menoscabados y acorralados, y a lo que Lanónima pretendía dar un punto de anclaje físico donde mantener sus actividades de transformación social, política y cultural. Con la pandemia, decidimos establecer este seminario permanente sobre la ecología política. Esta es la sexta sesión que tenemos y el tema que concierne hoy es la ecología política de extrema derecha. Esta charla pretende establecer un diálogo norte-sur donde las personas invitadas, Diana, Candela y Melissa, debatan en torno a la extrema derecha sobre todo en el Sur global. Esta visión se quiere anclar con lo que sucede en Andalucía, que, si bien no deja de ser parte del imperio, está al Sur de un Norte, por lo tanto, tiene un poco de periferia.

A modo introductorio quisiera plantear una primera pregunta: ¿qué está sucediendo con la extrema derecha y el medio rural aquí en Europa, particularmente aquí en el sur? Hoy en día, existe el debate sobre si la emergencia de las extremas derechas tiene que ver con un resurgir del fascismo o se trata de lo que se empieza a conceptualizar como posfascismo o neofascismo. Uno de los elementos novedosos que comparto con Álvaro Castro Sánchez y Steven Forti es especialmente la evolución desde el racismo biológico, que era característico del fascismo del siglo XX, a un racismo más cultural. Es una propuesta de volver al Estado desde una visión étnica; lo que estas nuevas versiones del fascismo proponen como el etnoestado. Analizado desde una perspectiva de la ecología política, estas propuestas son particularmente interesantes de mirar precisamente porque indican que aquellos sujetos oprimidos, quienes no tienen voz (usualmente, en el Norte global son los migrantes), son los culpables del deterioro medioambiental. Este es uno de los elementos base de las propuestas ecofascistas.

Otro de los supuestos clave es la negación del cambio climático, o lo que algunos autores/as lo denominan como carbofascismo (Alizart, 2020). Es la negación rotunda de cualquier superación de límites ecológicos, y una imposición de la rueda que sigue continuando. En España tenemos el fenómeno de Vox que, a pesar de ser reciente, coge elementos de una derecha nacional católica, ya que elabora su narrativa en torno a ver en el feminismo y en el ecologismo como los grandes enemigos para el desarrollo. Es por eso que, cuando se trata de la aproximación al medio rural -de lo que intento encargarme en mi contribución a la revista-, estos partidos de derecha y de extrema derecha inciden mucho en la protección de las tradiciones desde una mirada muy sesgada. Por ejemplo, en España, por ser uno de los sitios donde se inició el toreo, este elemento es ensalzado con mayor fuerza en su programa político cuando se trata de captar el voto rural, es decir una visión muy tradicionalista que no acaba de calar en ese tipo de voto, por suerte, dada la gran complejidad y diversidad de la ruralidad española. En este discurso también se insertan elementos que pretenden garantizar la protección del extractivismo que sucede hoy en día en los enclaves agrarios españoles (la agricultura intensiva de invernadero en el sur de España, por ejemplo), la protección a esta tradición de los toros y la negación de los límites biofísicos del planeta en el debate sobre las emisiones de la ganadería intensiva en España. Dejo esta matriz para comenzar una lectura ecologista de la extrema derecha para dar paso a mis compañeros.

 

MOC: El texto de Candela es acaparador del marco conceptual en el que se encuentran los tres textos, por eso me gustaría preguntar: ¿En qué sentido se está dando el antagonismo? Ya sea dentro de la matriz neoliberal de gobernanza económica, política y social -tal como lo plantean el texto de Candela y Alejandra-, ya sea con respecto a lo que se plantea en el artículo de Melissa, en la conceptualización que realizan Guha y Martínez-Alier, como el culto a lo salvaje, el evangelio de la ecoeficiencia y el ecologismo de los pobres?

 

MMV: Buenas tardes a todo y todas, quiero decir que al exponer estas categorías hago referencia a esta triple organización que propusieron hace años Guha y Martínez-Alier para ubicar lo que después yo llamo ambientalismo burgués. Si seguimos la misma etiquetación, este concepto podría contener tanto el culto a lo salvaje como el evangelio de la ecoeficiencia. Sin embargo, estas no son categorías fijas, tampoco discretas. No sirven para entender cómo algunos grupos sociales eligen un tipo de ambientalismo por sobre otro. Esto es por sobre todo porque los autores utilizaron estas categorías para contraponerlas al ecologismo popular, que es su propuesta central.

Por mi parte, siguiendo con esta categorización, que describe tanto un ambientalismo tecnócrata como ecologismos y ambientalismos esencializantes, describo los componentes del ambientalismo burgués que critico en mi artículo. Esta conceptualización es algo que trabajo desde mi tesis doctoral, de forma autorreflexiva, identificándome como parte del ecologismo ecuatoriano. Yo empecé trabajando en ONGs de conservación que iban al campo a decirle a los campesinos por qué debían conservar el páramo, los ecosistemas y el agua. Aquí empezó la incomodidad que giraba en torno a cómo analizar este paternalismo antipopular, que culpabiliza a la pobreza de la degradación ambiental.

El artículo surge de esa reflexión, es decir, de una crítica al ambientalismo ciego a las exclusiones sociales, un ambientalismo que pone en el centro un ideal de naturaleza intacta como madre intocable. Por esta razón, afirmo que hay roces con el ecofascismo, porque parte de una visión puritana de la naturaleza. Es una visión estática donde en muchos momentos la naturaleza se parece mucho más a la Virgen María, o a las malas interpretaciones que se dan por ejemplo respecto de lo que es la Pachamama, cuando se trata de dialogar con las filosofías indígenas andinoamazónicas.

En este marco, mi conceptualización del ambientalismo burgués nace en el seno de la gobernanza neoliberal que por momentos roza con posturas ecofascistas. Además, en diálogo con el artículo de Diana, lo que quería resaltar es que enfoco mi análisis en la razón conservadora de nuestras sociedades, y esa razón, en el seno del ambientalismo, explica la preocupación por la degradación ambiental. Allí nace el ambientalismo burgués que es ciego a la exclusión de clase y que culpabiliza a la pobreza.

 

CDLV: El punto de diálogo entre mi artículo y el de Melissa, tiene que ver con pensar esta problemática del antagonismo y del conflicto en el seno del proyecto neoliberal que es global, no solo latinoamericano. Es decir, pensar el neoliberalismo en tanto producto como condición de posibilidad de sectores en lucha, y tanto hacia adentro de la clase capitalista dominante como entre ésta y los sectores en lucha y resistencia que se le oponen.

En este sentido, parto de diferenciar capitalismo como modo de producción histórico, contingente, cambiante; y al neoliberalismo como la forma de gobernar y de hacer posible ese capitalismo que tiene contradicciones que son “incurables”, para seguir con la metáfora sanitarista de estos tiempos. Esta distinción la he trabajado con Alejandra en otras oportunidades previamente (cfr. de la Vega y Ciuffolini, 2020 y 2021; de la Vega, 2021). Quizás, se acerque a lo que Melissa nombró antes como gobernanza neoliberal.

Esta distinción me da pie para abrir una discusión que venimos investigando y trabajando con El Llano en Llamas: el neoliberalismo, en sus orígenes o en bases más teóricas, no se plantea como un conservadurismo; de hecho, se ha esforzado en diferenciarse de un pensamiento político ideológico más conservador. En este sentido, se puede leer la respuesta que Hayek (2011) da en ese texto “Por qué no soy un conservador”. Esta distancia que Hayek se ha esforzado en visibilizar no significa que, en un momento histórico, no hayan coincidido conservadores y neoliberales en alianzas políticas estratégicas que le permitieron derrotar o al menos aplacar a diferentes sectores contestatarios. En la historia, y en especial, en la realidad y en la práctica política latinoamericana, liberales y conservadores han jugado cruces que explican muchas de las formas del poder y de explotación que nos atraviesa: pensemos por ejemplo en los últimos procesos de gobiernos militares y dictatoriales del cono Sur. 

El artículo que escribimos con Alejandra propone resaltar el proyecto neoliberal justamente como un proyecto político, no solo como una política económica ni un periodo específico en la historia o un tipo de ideología. En un intento de recuperar su fuerza económica y su influencia política, el neoliberalismo es la forma a partir de la cual el capital reorganizó su poder tras la erosión que venía sufriendo a nivel global desde finales de los años 60 y en la década de los 70. Pero, además, el neoliberalismo se propuso renovar una promesa de sociedad libre, una promesa de futuro mejor, y por eso, como buen hijo de la Ilustración Occidental, se erige en una posición política, aunque haya borrado de su discurso y de su posicionamiento a la política misma. Y si en el campo de lo político el antagonismo y el conflicto son inevitables, partimos de pensar el neoliberalismo como un proyecto político que es antagónico otros: el empuje neoliberal de los años ‘70, no tuvo lugar sin una fuerte resistencia, pero ya a nivel global, a mediados de los ´80 esa resistencia estaba bastante diezmada. Como explica Harvey (2016), en la medida en que la resistencia había quedado reducida, la solidaridad entre las distintas fracciones de la clase dominante ya no resultaría tan necesaria, no tienen que unirse y hacer algo frente a la lucha desde abajo porque ya no hay ninguna amenaza significativa; conservadores y liberales pudieron seguir caminos políticos quizás más distantes.

Y podríamos seguir leyendo los escenarios históricos en este código, pero lo cierto es que lo que quiero marcar es que el proyecto neoliberal capitalista emerge desde el conflicto, y acallando o derrotando otros proyectos políticos sobre cómo organizar el mundo, la vida, con quiénes sí y con quienes no. Y si, para ello, debe unirse con otros sectores conservadores o no necesariamente liberales, pues tampoco tiene reticencias.

Esto tiene que ver con pensar, más ampliamente, cómo las formas de dominación pueden explicarse con esa vieja fórmula de la hegemonía gramsciana: asentada en una combinación histórica y variable entre consenso y dominio, entre consenso y fuerza. El neoliberalismo suele presentarse asimismo como una forma de gobierno que se dirige al consenso, a generar acuerdos racionales y pacíficos; incluso, sobre la defensa de la democracia y la tan famosa “gobernabilidad”. Sin embargo, este proyecto neoliberal también está asentado en dinámicas de dominio y de fuerzas, y también de violencia. El proyecto neoliberal del capital lleva inscripto en su génesis y en su condición de posibilidad, el ejercicio de la violencia sobre otros y otras. 

Una línea de nuestro análisis es, entonces, ver a quién o quiénes se oponen al proyecto neoliberal en relación al uso y apropiación de la naturaleza. Y, nuevamente, la pregunta que me parece interesante aquí es: esta posición que suele denominarse como ecofascismo, ¿es una postura conservadora per se o se trata, otra vez, de una renovación de la alianza entre conservadores y liberales por el acceso y uso de la naturaleza en nuestros territorios? ¿Qué es lo que tiene de “extrema” lo que hoy emergen como sectores de derecha? ¿O se trata de una deriva indefectible del modo de producción capitalista que, como dice Melissa en su texto, en su gestión de la naturaleza, genera soluciones profundamente racistas? En este sentido, agrego que el carácter fascista de la forma en la que el capital neoliberal usa y se apropia de la naturaleza no incluye solamente la asignación de culpa y responsabilidad hacia las y los pobres sobre la manera en que se relacionan con la naturaleza. Además, su carácter fascista tiene que ver con la forma en que excluye a poblaciones del acceso o disfrute de bienes naturaleza que son condición indispensable para garantizar la vida individual y comunitaria. En este sentido, está claro que, si el neoliberalismo tiene un proyecto político, no es para todas y todos y, más aún, está reclamando la muerte de otros y otras.

Ahora, lo que sí hemos tratado de explicar en nuestro texto es que los territorios nuestramericanos nunca estuvieron exentos de violencia, al menos desde el inicio de la era neoliberal con los últimos procesos de dictadura militar hasta el momento. Por eso partimos de exponer la cuestión de la expresión más visible de la violencia física que son los asesinatos y la represión en torno a las luchas ambientales. Desde esta perspectiva, desde esta ligazón del poder con el ejercicio de la violencia y la muerte alrededor del control y uso de la naturaleza, creo que dialoga con el artículo de Melissa que habla de ambientalismo burgués, y el Diana, que presenta el problema de la cooptación.

 

DVA: En este espacio que propone pensar el tema del ecologismo y la extrema derecha, mi preocupación creciente tiene que ver con la manera cómo el ecofascismo se va convirtiendo en una postura política cada vez más peligrosa. Tenemos que combatir esa idea abominable de que, para proteger a la naturaleza en abstracto, debemos prescindir de ciertas vidas sobrantes, que además generalmente son las de personas pobres y racializadas a quienes se asigna la culpa de la degradación ambiental. Al contrario, hacer frente a la crisis ecológica requiere garantizar condiciones de vida plena y desmantelar el sistema de acumulación de capital que es en realidad el que destruye la vida en su conjunto. Desde ese punto, la idea es plantearnos el ecologismo sin desligarlo de las relaciones políticas y económicas que envuelven la vida cotidiana de las personas. Por eso creo que antes de responder a la pregunta, es importante hacer eco a las luchas que están pasando en Latinoamérica, los hermanos y hermanas que están siendo violentados y reprimidos especialmente por los gobiernos de derecha y extrema derecha.

En Colombia han comenzado las manifestaciones en contra de la reforma tributaria asesina, que responde a políticas neoliberales. La gente de Colombia se levantó y ayer paralizaron Cali. La policía está operando violentamente; ingresaron a las casas, cortaron el suministro de energía eléctrica y dispararon a matar. Son pocos días desde que empezaron las manifestaciones, pero ya existen mínimamente 19 muertos, violaciones sexuales a mujeres, más de mil casos de violencia policial y detención ilegal. Esta es la extrema derecha que estamos viviendo.

En este contexto, hablar de la ecología no está desligado de hablar de las políticas asesinas; de la necropolítica, que decide quién vive y quién muere y que ocurre en nuestra región, en países gobernados por la ultraderecha como India o Brasil. Miles de personas mueren diariamente por la pandemia, con respuestas de gobiernos que ignoran lo que está sucediendo con la gente, y que además reprimen la lucha por la defensa de una vida digna. Ahora las contradicciones están mostrándose fuertemente, entonces lo que se ve ahora es la incompatibilidad entre las decisiones sobre si luchamos por la vida o si luchamos por la acumulación del capital. Cualquier populismo de derecha criminalice la lucha por la vida es un prototipo de fascismo, que es un peligro para la humanidad, para la naturaleza y para la vida; por todo esto hay que rechazarlo.

 

MOC: Mi segunda pregunta es: ¿de qué habláis cuando hacéis referencia a la intensificación de la disputa por la trayectoria regional de los procesos políticos? Preguntaba al principio si tal antagonismo existe en vuestra región porque creo que vosotros y vosotras sois la bandera de ese antagonismo mucho más que la región que yo ocupo ahora mismo. Incluso Andalucía, a pesar de ser el Sur del Norte. Porque este antagonismo del que hablan, cuando surge, lo hace desde el dolor. Y los niveles de dolor, a pesar de que aquí empiezan a ser fuertes, todavía no llegan a los niveles de América Latina. Y pienso que tarde o temprano eso se va a dar. Sé que, en el Cono Sur, entre las políticas argentinas, venezolanas y chilenas, han ido surgiendo tendencias que se enfrentan unas a otras, desde posicionamientos más o menos de consenso, han ido hacia el disenso por el liderazgo de la región. Si vamos hacia arriba empezamos a ver lo mismo, y si llegamos a Centroamérica, esto es algo que se está dando de manera durísima en El Salvador, Guatemala, o bien Colombia hoy mismo. Retomo, entonces: ¿cómo y por qué se profundiza la disputa por la trayectoria regional de los procesos políticos?

 

CDLV: Creo que un componente central para entender lo que denominamos polarización, que por estas latitudes se vuelve conocida como “la grieta”, es la desigualdad tremenda que hay en nuestras sociedades, persistente aún durante lo que algunos llaman el “ciclo de gobierno progresistas”.  Ayer leí un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, 2020), que decía que en el 2020 aumentaron 22 millones de pobres en Latinoamérica durante la pandemia, y que eso significa un retroceso en términos de desigualdad a 15 años atrás. Cabe decir que en el mismo período de tiempo no solo hay gente más pobre, sino que los ricos se hicieron más ricos. América Latina nunca ha abandonado tampoco los puestos más altos del ranking mundial de sociedad desigualdad y, al contrario, esta se viene diversificando y complejizando de una manera tal que escupe hacia la exclusión a cada vez más cantidad de sectores sociales. Los conocidos estudios de la interseccionalidad vienen a ofrecer un mapeo de estos vectores de la desigualdad.

Ello confluye con una dinámica propia de la forma de gobernar y de hacer política que se caracteriza por dos cuestiones. Primero, produce simplificaciones extremas de lectura de la realidad, de su interpretación, y, por lo tanto, de las prácticas que se desencadenan a partir de esas lecturas o diagnósticos. Y segundo, no escatima en “promesas” de un futuro que, luego, es incapaz de cumplir o de materializar. Entonces, algunos sectores sociales sufren la enorme frustración de no poder alcanzar esas promesas, que a veces es un simple “volver a estar dentro del sistema”. Ni siquiera digo de revolucionar el sistema, sino de “estar adentro”. Y estos sectores sociales no son solamente los históricamente marginados sectores populares o poblaciones empobrecidas. Y entonces, esa frustración se dirige hacia otros sectores sociales, y no a la clase política y a su manera perversa de gobernar. Y por si fuera poco, venimos pensando con Alejandra Ciuffolini, que las innovaciones en la forma de gobernar también incluyen un desanclaje más carnal entre las élites económicas y el destino de los pueblos. La incrustación explícita de los intereses de las clases dominantes en los gobiernos reinauguraron un período de políticas fuertemente desarraigadas de las necesidades de las poblaciones nacionales. En un marco de desaceleración del crecimiento económico a nivel global, en América Latina ello no resultó en otra cosa que la exacerbación de las tendencias hacia la desigualdad en casi toda la región.

Creo que esto es lo que tenemos que leer para comenzar a entender los niveles de polarización en los que vivimos y los procesos de racialización social que generan como efecto.

 

MMV: Continuando con lo que plantea Candela, y siguiendo con la escala de la geografía, tengo dos elementos de respuesta. Por un lado, estoy de acuerdo con que Latinoamérica es una región muy desigual en términos de brecha entre ricos y pobres. Pero en general, la tendencia es global. El último informe comandado por el Banco Mundial, donde participó el famoso economista Thomas Piketty, nos señala la tendencia, desde los años ‘80 en todos los países, hacia una hiperconcentración de la riqueza en el 10% más rico de la población. Entonces es un proceso global de acumulación de la riqueza que genera todas las cosas que estamos discutiendo.

Una particularidad de América Latina es que existe una historia de contestación permanente al poder, ya que nunca se estableció un capitalismo finalizado, al menos no en todos los países, sino continuamos con un capitalismo dependiente, periférico. La promesa de desarrollo nunca se cumplió, entonces tenemos mucha más efervescencia, mucha conflictividad social. Pero creo que eso está pasando en todo el mundo; en el corazón del imperio estadounidense y en Europa también se está profundizando la desigualdad, están volviendo a abrir minas de carbón, lo que ya se pensó superado en los países centrales europeos. Entonces creo que estamos en la arremetida de la etapa actual del capitalismo, presentado como totalmente desmaterializado, como capitalismo financiero, pero que sigue extrayendo la mayor parte de su riqueza de la naturaleza barata y de los pueblos despojados y racializados.

Por un lado eso y por otro, con Diana estuvimos escribiendo en un último texto de divulgación y de crítica política, consternadas por los resultados de las elecciones en el Ecuador hace dos semanas, donde ganó la opción de derecha frente al progresismo de Rafael Correa. Allí planteamos que si situamos la preocupación ambiental en un contexto socioeconómico mayor, que demanda preocuparte también por el bienestar humano, solo se puede detener la violencia que acarrean los proyectos extractivos con acciones políticas articuladas a escalas mayores que las nacionales. Una de las cosas que planteábamos era que se necesitan bloques regionales para dar la pelea contra el extractivismo, que viene a ser el centro de la lucha social ecologista en nuestros países. La extracción de petróleo y minerales se plantean como categorías de explicación al agronegocio; pero esa respuesta a la avanzada extractiva que va de la mano de transnacionales, solo se puede dar desde bloques regionales que consoliden el poder y que equilibren la balanza desde los Estados Nación.

La lucha contra el extractivismo se da contra empresas puntuales; se hace boicot a Repsol y a la Chevron, pero la matriz petrolera sigue intacta. Entonces, al pensar en términos de escala, las luchas tienen que escalar en ese sentido, y para eso el Estado es esencial. Tenemos que tener el Estado de nuestro lado, como movimientos sociales podemos presionar a los Estados, pero esta coalición que se formó durante el progresismo, con todas las críticas que se tienen a los progresistas latinoamericanos, sí podría haberle dado la pelea al poder transnacional.

 

DVA: Continuando con la línea que Candela y Melissa están planteando, históricamente Latinoamérica ha sido una región de levantamiento de luchas, de resistencia como respuesta a que históricamente hemos sido la región más desigual y más inequitativa a nivel mundial. Hoy vemos que las resistencias y los levantamientos, en el sentido de disputa política son también de rechazo absoluto a la política neoliberal en general, y que se da en todos lados, no sólo Latinoamérica. Me gusta pensar como lo plantea Nancy Fraser, quien explica que las respuestas sociales de resistencias o levantamientos son antisistémicas como resultado de lo que se constituyó en los últimos veinte años desde lo que ella llama el progresismo neoliberal. Este sistema político que se vio en Estado Unidos con el gobierno de Obama y en Inglaterra con Tony Blair y la tercera vía. Estos gobiernos se presentaban como partidos progresistas que daban atención a las demandas feministas, a los movimientos LGTBI, a la preocupación ambiental, incluso a las preocupaciones migratorias en alguna medida; pero que nunca dieron respuestas a la creciente desigualdad económica porque la política económica se mantuvo regresiva.

Se continuó con las políticas de austeridad, de precarización de la vida, de despojo, de no llegar a tener las condiciones materiales para la supervivencia. El resultado fue una respuesta antisistémica desde la sociedad, que sostenía que los gobiernos identificados de izquierda no podían responder a sus necesidades de vida. Esa es la respuesta antisistema que de alguna manera se fue decantando en otros tipos de populismo de derecha al alienarnos de todo sentido político que nos lleva a pensar “a mí no me importa la política o quienes estén en el poder porque simplemente nunca han dado respuestas a mis condiciones necesarias de vida”; y, por lo tanto, voy por apoyar una facción que responda un poco a mis sentimientos de rechazo absoluto a ese sistema que ha sido tan perverso conmigo. Para responder a lo que Pablo decía, en Europa eso también se está viendo cuando surgen movimientos sociales de gente pobre, de clases sociales bajas, que también se opone a los feminismos y ecologismos porque no han logrado enlazarse con las demandas de clase en torno a respuestas materiales.

En referencia al artículo que escribí con Melissa, nos dimos cuenta que ese rechazo al progresismo que no ha logrado satisfacer nuestras necesidades de vida, también se ha decantado de alguna manera en una posición anti-Estado, porque como el Estado no ha respondido mis necesidades, también me voy contra él. Fácilmente esta narrativa fue aprovechada para que se apliquen políticas de austeridad, es decir, mientras menos Estado, mejor porque esa se vuelve la respuesta antisistémica a las políticas neoliberales.

América Latina particularmente, desde finales del ‘90 y principios del 2000, ha visto una derecha que fue parcialmente despojada de su capacidad de ejercer decisiones directas desde el poder del Estado, y que se dio cuenta que eso nunca más podía pasar. Entonces utilizó todos los mecanismos necesarios para regresar al poder: eso es lo que pasó en Brasil con Bolsonaro, en Argentina con Macri, en Chile con Piñera y acaba de pasar Ecuador con la elección de Guillermo Lasso. Es solo entre las izquierdas que nos estamos debatiendo si necesitamos o queremos disputar el poder del Estado. Esto es lo que planteamos con Melissa. No creemos que las transformaciones sociales pasen exclusivamente por una visión estadocéntrica, pero en las condiciones actuales de crisis sistémica, social, económica, y sanitaria; el Estado es una estructura necesaria para garantizar mínimas condiciones de vida, para reforzar el esquema público que necesitamos porque la ausencia de un sistema público de calidad nos está matando.

 

Arely, asistente a la conversación: Me surgió una pregunta en base a lo que dijeron en la primera ronda de respuestas: ¿qué necesitamos de estos discursos diversos y antagónicos? Porque de alguna manera es parte de lo político. El problema aquí es que pareciera que hay una lógica política económica que anula la otredad y la diferencia, en cuanto a nuestras percepciones distintas en relación a diversos temas. Lo que me preocupa y que ustedes decían que está relacionado con la violencia: ¿este aniquilamiento de los otros no es en realidad la aniquilación de los sujetos, del otro sujeto político? No solamente de individuos, sino del sujeto político que se posiciona para demandar en este caso los derechos en cuanto al medio ambiente y en cuanto a la ecología. Esta es mi primera pregunta.

Una segunda pregunta: si no es el Estado al que demandamos entonces, ¿a quién demandamos? Yo soy mexicana, vivo en la frontera entre México y EEUU y reflexiono que en estos Estados democráticos burocratizados que actualmente tenemos, si las feministas y los ecologistas demandamos, y de repente al otro día muere gente porque demandaba por la tierra y por el agua, entonces ¿hacia quién hacemos la demanda?

 

Roberto, asistente a la conversación: agrego yo en la misma línea: ¿hasta qué punto esa desigualdad extrema puede llevar a Latinoamérica a revueltas violentas que puedan desembocar en revoluciones? ¿Pueden situarse en este contexto los casos de Chile, Bolivia y el actual de Colombia?

PSD: Intervengo porque quisiera agregar algo a lo que dijo Arely, para establecer un diálogo Norte-Sur. Una de las problemáticas básicas de hoy en día es la crisis de acumulación: es decir no hay ningún horizonte en el que el capital, este gran sistema que nos organiza y nos excluye a parte iguales, tenga un proyecto como pudo tener después de la segunda guerra mundial, con todas sus contras habidas y por haber, que pueda dar una alternativa o que pueda dar un proyecto político donde grandes masas puedan sumarse. Esta es una cuestión básica de la crisis de las democracias del mundo entero, con sus desigualdades, dependiendo de la geografía de la que estemos hablando, pero que entronca básicamente con estos populismos, precisamente porque habla de retornar a estos pasados gloriosos para determinados sujetos.

Estoy retomando un libro que se llama “Patriotas Indignados”, en donde hablan que uno de los caldos de cultivos del fascismo, que es el mismo que parece que hoy en día está apoyando a estos gobiernos de derecha y de extrema derecha, son precisamente las clases medias que eran los sujetos que mejor parados salieron del Estado desarrollista después de la Segunda Guerra Mundial. Este sujeto que era el obrero blanco, el padre de familia patriarcal, percibe erróneamente que estas nuevas luchas que despuntan como los feminismos o algunos tipos de ecologismos, le han restado derechos sobre otros sujetos, humanos y no humanos. Del otro lado, al no haber un proceso de acumulación de capital que le permita tener un rol de poder dentro de la jerarquía económica, no existe posibilidad de redistribución en una fase extremadamente agresiva del capital contemporáneo extractivo, algo que alienta a estos sujetos a ser los principales votantes que se movilizan para apoyar las extremas derechas. Esto se puede ver en Brasil por ejemplo, que son las grandes ciudades con clases medias que han visto que su poder adquisitivo se ha reducido, que han visto que hay conquistas de sujetos oprimidos que ellos entienden en una manera en la que les afecta sus derechos y su jerarquía. 

En esta línea y para anclar con lo que comentó Arely, quiero plantear lo siguiente: cuando estamos hablando del votante de extrema derecha, ¿estamos hablando de clases populares que apoyan este neofascismo o estamos hablando de clases medias que han visto sus derechos y poder adquisitivo reducirse, fruto de esta crisis de acumulación del sistema capitalista?

 

MOC: Quisiera añadir algo a lo de Pablo. Cuando se habla de sujeto, ¿a qué sujeto nos referimos? ¿a un posible sujeto revolucionario que la izquierda está buscando desde los últimos cuarenta años y que no existe? ¿o al sujeto sujetado al poder que somos todos? Cuidado porque allí nos podemos pillar los dedos todos. La cuestión es que estamos dentro de un mismo sistema, que está haciendo kaput. Y está diciendo que le sobra las tres cuartas partes del mundo; que ellos lo único que quieren son recursos, extractivismo puro y duro. Pero un extractivismo que ha formado parte de los sistemas económicos, no solamente del capitalismo sino incluso histórico, anterior. Este país en el que vivo, España, cuando llegó a América hizo extractivismo. Y en el territorio de España, fue Roma la que hizo extractivismo. Y anterior a Roma, todo ha sido extractivismo, porque pensaban que la naturaleza era inagotable e infinita. Y sobre todo con una idea que tiene que ver con la economía, que se desarrolla en Francia donde pensaban que el hierro crecía de la tierra, y que el oro iba a seguir creciendo. Son cosas fantásticas que han sido el pilar de una economía que hoy es economía política o política económica, da lo mismo porque se descalifica a las dos.

La cuestión es la siguiente: yo, por ejemplo, vengo del mundo rural, mi historia de militancia tiene muchos años, pero empecé trabajando como jornalero. En Andalucía hace cuarenta años había entre 30 o 40 mil familias jornaleras, más de medio millón de personas que se dedicaban a trabajar en el campo por campaña y que no necesitaban que se les explicara qué era el ecologismo, sin embargo, eran absolutamente ecológicos, porque vivían en una sub economía. Intentaban conseguir trabajo en las temporadas[10] que podían y lo compaginaba con la recolecta silvestre, de alcaparras a espárragos, por ejemplo. Ese era su nivel de vida. Después llegó el PSOE[11], con su proceso de modernización similar al que habéis podido contemplar en América Latina. Y quién me iba a decir que lo que sucedió posteriormente es que los grandes terratenientes de Andalucía y los jornaleros iban a estar viviendo de la subvención de la Unión Europea. Incluso en su momento nos permitimos criticar a esos jornaleros porque se habían vendido al PSOE. Pero no es así, sino que habían pasado de una sub-economía a una economía de mercado que aún no conocían. Habían podido empezar a consumir y subir su estatus en comparación con otros sectores sociales que ya llevaba muchos años en la sociedad de consumo. Os digo para que entendáis cuáles son los momentos históricos tan diferentes que hemos vivido y que estamos viviendo.

Esta modernización de la que hablaba ha mejorado puntualmente el nivel de estos grupos sociales desposeídos (los jornaleros), pero finalmente esta transformación socio-técnica ha resultado en que se ha establecido un rasero equivalente con las poblaciones urbanas de consumo, en donde igualmente ahora empiezan a haber colas de hambre masivas en centros urbanos. Indiscutiblemente, eso va a significar una explosión social, pero no vamos a saber ni siquiera preverla bajo ningún aspecto. Van a ser frustraciones muy enormes dentro de una sociedad compleja. Y en la complejidad hay que empezar a comprender dónde estamos, porque se acabaron las planificaciones y los objetivos finalistas; estamos en un lugar de procesos y la pérdida del conocimiento campesino y jornalero con esa modernización nos va a impedir cualquier tipo de alternativa. Los procesos de la naturaleza no son continuos. En las organizaciones complejas ni el que está adentro ni el que está afuera va a poder prever cuáles van a ser sus pasos; este tipo de elementos son los que nos tienen que ir embarcando.

 

CDLV: En un punto para retomar la pregunta de Arely y Roberto, no creo que estemos en un momento donde se anule la lucha política y tampoco la política. Creemos que incluso la lucha política se está modulando o reconduciendo. O se gobierna de cierta manera en la cual se controla qué disensos o reclamos son aceptables y cuáles no. En un texto que se publicó en un dossier especial de nuestra revista Crítica y Resistencias, el número 12°, planteaba la preocupación de que la lógica neoliberal haya avanzado considerablemente en permear incluso las prácticas de resistencia y la manera en la que se vuelve gobernable la expresión de oposiciones, descontentos, protestas o rebeliones (de la Vega, 2021). Es que, por lo que hemos estudiado, el neoliberalismo es una forma de gobernar poblaciones que no se detiene simple y automáticamente ante cualquier expresión de oposición. Entonces, preguntaba: cuando resistimos, ¿estamos resistiendo al neoliberalismo o resistimos al capitalismo neoliberal?

Y sumaba una complicación más: la gubernamentalidad neoliberal tiende a plantear deseos y necesidades en términos individuales, salidas y soluciones individualizadas, considerando al individuo como unidad. Si este es el código, ¿cómo vamos a esperar que haya espacio para pensar salidas colectivas con otras y otros? ¿Cuándo tendremos espacios para ensayarlas o mejorarlas? Es difícil, y más ahora, que “por razones sanitarias” resulta ilegal o sanitariamente riesgoso juntarse con otra, con otro.

En referencia al planteo de Roberto de si es posible esperar revueltas violentas que pueden desembocar en revolución, yo creo, a modo de arriesgar una hipótesis, que revueltas violentas estamos al borde, de hecho algunas ya existen. Mi preocupación es que eso no se está traduciendo hoy en prácticas más abarcativas que organicen la vida común de forma distinta al capital y a su extracción y violencia permanente. En esto me puedo equivocar, pero al menos en Argentina, si bien viene siendo un proceso interesantísimo, único y de articulación entre los movimientos ambientales y el movimiento feminista junto con los movimientos campesinos, aquí aún no se ha condensado un horizonte político de un mundo común, sobre cómo sería vivir cotidianamente en ese mundo y que sea equitativo y sostenible. Hoy viene siendo mucho más urgente detener o impedir que un daño suceda, la resistencia ante posibles desalojos de tierras, la defensa de los territorios de la instalación de proyectos contaminantes, la asistencia inmediata ante la violencia machista, o el atrincheramiento legítimo en algunas prácticas alternativas ya ganadas como la agroecología. Pero aún yo no creo que estemos en un momento revolucionario. Aunque es verdad también que hay muchas de esas prácticas que aún suceden en la invisibilidad, en las sombras, de las que ni siquiera nos enteramos que suceden y que, al menos por ahora, conviene que así lo sea.

 

MMV: Contestando a Arely, me puse a pensar en base a mi artículo que está en relación al ambientalismo burgués, y seguir con lo que Candela dijo en su primera intervención, sobre el neoliberalismo como proyecto. Dentro de ese proyecto, el ambientalismo burgués tiene la función ideológica de determinar qué sujetos son llamados a opinar sobre los temas ambientales y quiénes no. Entonces tenemos los ambientalistas burgueses que son los que pueden opinar, quienes dicen cómo hay que hacer gestión ambiental de los recursos y cómo se puede hacer una extracción sostenible.

De hecho, el discurso acerca del desarrollo sostenible ayuda al capitalismo a seguir su proceso de acumulación. Es un instrumento del capitalismo que ahora tiene una versión más sofisticada en el capitalismo verde, las nuevas mercancías de mercado verde asociadas al cambio climático, que se presenta como el gran desafío ambiental y social. Y, por otro lado, como dije, tiene la función ideológica de definir quiénes no son los que pueden opinar. La construcción de estos otros, de este otro campesino que se opone al proyecto extractivo, que se opone a la hidroeléctrica, que plantea su modo de vida campesina como la alternativa. Esos son los sujetos construidos como los otros a los que no se les escucha, que son atrasa-pueblos, que son enemigos de la patria, así se planteaba en un momento en el Ecuador durante el progresismo. Así también se fue construyendo el relajo en el que estamos ahora. Esto por un lado, y para contestar a Arely, es necesario entender que no es la negación de la política pero sí es la anulación de sujetos y de segmentos enteros de la sociedad como actores políticos; por ejemplo en Ecuador hay una lucha permanente por anular al movimiento indígena como actor político y como interlocutor.

Sobre las revueltas, coincido con Candela. El 2019 fue un año de muchísimas revueltas: hubo un estallido social en Chile, y en Ecuador tuvimos doce días de paro nacional con muchísima represión. Estuvo el paro agrario en Colombia, sumando a toda la violencia extrema en Bolivia con el golpe de Estado. También hubo brotes en Uruguay y Haití, justamente a finales del año. Toda esa efervescencia y ese cansancio producto de las políticas neoliberales se ejemplifica en el pueblo chileno. Pero todo fue cortado por la pandemia ¿qué hubiese pasado si no hubiera llegado la pandemia? Eso también es otra área de indagación, porque las políticas represivas y las políticas violentas se están recrudeciendo con las medidas restrictivas, con la política de vigilancia, la política de permanentes estado de excepción. Esa política que se está estableciendo y normalizando con la pandemia no es casual, respondía a un momento que estaba viviendo Latinoamérica en 2019. Entonces, también se puede analizar cómo se está utilizando la pandemia de ese modo, para seguir reprimiendo. A inicios del confinamiento global tuvimos revueltas en Perú, en Lima. Ahora es en Colombia. Bolivia logró volver al cauce democrático, pero tenía permanente conflictividad. Es un continente que está por estallar. Y no sabría decir hacia dónde va a ir, pero hay mucho enojo y la derecha responde con brutalidad; como podemos ver ahora en Colombia donde se dispara al cuerpo, se mutila a la gente en los ojos, hay luchas callejeras permanentes que habían estado apaciguadas en la época anterior.

Por otro lado, respecto al sujeto detrás del votante de derecha o de la sociedad de derecha que nos planteaba Pablo, en Ecuador hay un proceso particular ya que durante el gobierno de Correa hubo un ascenso social de grandes capas de la población y así se creó una clase media más gruesa. Esa misma clase media que se benefició de las políticas de Correa es la que le vota en contra ahora. Por ejemplo, uno de los candidatos que quedó en cuarto lugar era un nuevo empresario beneficiado por la política de Correa que logró montar una empresa y exportar durante su gobierno, pero luego votó en contra. Esa derechización de la sociedad, esa opción en contra de Correa, se suma al elemento de contragolpe de la derecha latinoamericana en que plantean a los progresismos como el nido más absoluto de corrupción y de subdesarrollo. La campaña mediática, que se desarrolló en los últimos 5 o 6 años desde el final del gobierno del PT, se sostuvo para establecer el sentido común de que los gobiernos progresistas suelen robar, planteando que la derecha no roba porque ya tienen dinero.

Otra cuestión que se puede señalar para entender por qué hay estos resultados hacia la derecha, es que en algunos de nuestros países como Colombia, Ecuador, Perú y en Bolivia; se puede notar que el movimiento llamado siempre del que dependemos muchas veces son los movimientos indígenas. En el Ecuador es el movimiento que sostuvo el paro nacional durante doce días, ayudado por diversos sectores. En Bolivia pasa lo mismo, son los sujetos que comandan los cambios, haciendo presión desde la calle. Para nosotros desde el ambientalismo también es un reto enorme esta articulación con el movimiento indígena que parecería un aliado natural.

 

DVA: Gracias Arely por tu pregunta, es compleja y hemos tratado desde diferentes aristas. Cuando existen estas condiciones de radicalización de las demandas sociales y a la vez una derecha que no va a aceptar perder el poder o perder sus posibilidades de acumulación, va necesariamente a aumentar la polarización. Yo no creo que la polarización sea un proceso antidemocrático, sino que es una consecuencia de las posiciones antagónicas tan grandes que existen, es una consecuencia inevitable. Mientras más radicales las demandas sociales, más polaridad va a haber, porque la derecha no está dispuesta a ceder, eso está clarísimo.

Pensando sobre lo que Candela mencionó, hay dos maneras en las que la derecha y su proyecto político neoliberal juega. En un tono más gramsciano, juegan a través de la coerción o del consenso. En mi artículo hablo sobre cómo se van creando estos nuevos sentidos comunes a través de procesos de neoliberalización del ambientalismo; lo que en el 80 fue toda la idea de la sostenibilidad, que comenzó como demandas de justicia social como la justicia intergeneracional, y que ahora se ven reducidas a soluciones mediante mecanismos de mercado, o lo que en economía se llama la internacionalización de las externalidades. Es decir, la sostenibilidad está dirigida por las respuestas corporativas que sugieren, por ejemplo: extraer petróleo más eficientemente, o generar minería inteligente que es ambientalmente y socialmente responsable, o invertir en plantaciones en países pobres como mecanismo de mitigación del cambio climático; pero que no representan realmente una ruptura de los mecanismos de acumulación de esas corporaciones que son en realidad las que causan degradación ambiental. Por otro lado, si no les resultan estos mecanismos de consentimiento, las corporaciones junto con las élites económicas van a utilizar otros mecanismos como la coerción, la criminalización de la protesta social o los asesinatos de las y los defensores de la naturaleza, y esto es lo que estamos viendo.

En referencia a la pregunta de Roberto, primero quiero decir que yo no creo que las revueltas sean violentas, más bien creo que es la militarización como respuesta de los policías lo que vuelve a las movilizaciones violentas. De hecho, las revueltas han sido pacíficas. Sí, habrá que puntualizar casos de ejercicios violentos, pero no es la energía de la gente que está en la calle. La gente sale a la calle obviamente indignada, dolida, con frustración. Es una movilización política de la sensación, desde nuestros sentires porque nos está doliendo, pero yo creo que se vuelve violenta con las acciones de los gobiernos de derecha, cada vez más asesinos y violentos. Basta ver las respuestas que se han dado en Colombia, en Chile, en Ecuador y en Bolivia con el gobierno corto de Áñez para analizar cuánta gente murió por la represión de la lucha social.

Por otro lado, es difícil predecir cómo serán las transformaciones sociales. Creo que pasa primero por llegar a generar sentires comunes, se trata de colectivizar esa idea de qué es la lucha y qué queremos. Es triste porque ahora los gobiernos de derecha y ultraderecha están en el Estado y en el poder. Por tanto, ahora la lucha social y los procesos de solidaridad se tienen que concentrar en luchar en contra de lo que hace el gobierno, para no perder más derechos, beneficios, mejores condiciones de vida y de construcción de procesos colectivos. Por esta razón, aunque las transformaciones sociales desbordan las posibilidades del estado, me parece que es un error pensar que no necesitamos también luchar por disputarnos el Estado y su capacidad de sostener políticas públicas de justicia social y ambiental.

 

CDLV: Yo creo que cualquier lucha que se pretenda emancipadora no puede dejar de mirar el Estado. Sería un error político. Pero la realidad estatal, el Estado como fenómeno social es anfibio y difuso. Encima las configuraciones históricas de la estatalidad en nuestros países son disimiles, complejas, no son “blanco o negro”.

 

MOC: Yo comparto absolutamente todo lo que habéis dicho, pero lo comparto no desde un posicionamiento latinoamericano, sino global y mundial. Suscribo cada una de las palabras que habéis estado diciendo, porque eso ha estado ocurriendo en este país. Por poner un solo caso: Marruecos, África. Con Marruecos hay un proceso de modernización aceleradísimo a las velocidades que van todas las cosas ahora, en la cual el Estado marroquí ha dicho “mira el que se quiera subir a este tren que se suba y al que no, pues que le den”. Entonces, está poniendo la misma seguridad social para los artesanos y para los trabajadores de auto marroquíes que no tenían, está dando ayuda a la familia, y está en todo un proceso de modernización e infraestructura velocísimo. Yo diría que, si lo de Brasil y algunos estados latinoamericanos supuso 10 años, en los cuales los gringos estaban entretenidos en otras cosas, en Marruecos va a ser de 5 a 6 años de una manera veloz. Luego lo que ocurra después, quién sabe lo que va a quedar de todo eso. Pero mientras tanto, el sistema, el capital sigue ganando tiempo, en la pelea en que está ahora mismo en todos los aspectos. Gana tiempo respecto al cambio climático, como límite que la naturaleza ha puesto. Esto se puede notar en los procesos a los que ya estamos sometidos y a los que nos van a someter mucho más, se ven en los picos ya marcados de agotamiento de lo que se está haciendo alrededor del petróleo. Pueden hablar de proceso energético ecológico, pero no nos engañemos: los coches que van a andar con litio van a llenar al mundo de tóxicos peligrosísimos, y eso no hay quien lo reconvierta.

Para seguir un poco en el camino en el que estábamos, yo diría que intentéis profundizar un poco más en los procesos de cooptación de las propuestas ambientales por parte de las grandes corporaciones, y si podéis referir a casos concretos, personas, organizaciones políticas, gobiernos, mucho mejor. Yo, por mi parte, os digo, aquí está habiendo procesos continuamente en Andalucía con las minas de cobre, algo similar a lo que pasaba unas décadas atrás. Boliden hace 20 años supuso un bombazo, sin embargo, la Mina La Cruces, a 30 km de donde estaba Boliden, han estado hasta ayer mismo, y son procesos extractivos, minería canadiense, mexicana, sueca. Quiero decir, los procesos de extractivismo se están dando en todos sitios. En Extremadura, aquí en España, también se les inserta en estas dinámicas de apertura de minas, en este caso de Litio, cuando entroncan con los discursos de transición hacia el vehículo eléctrico con las baterías hechas de Litio. Lo digo por mencionar algunos casos.

 

MMV: Los discursos de cooptación ambiental entrarían dentro de lo que llamaría ambientalismo burgués, ambientalismo corporativo, de las élites. Por contar un ejemplo, un consorcio entre Repsol e YPF operaba dentro del Parque Nacional Yasuní en la Amazonía ecuatoriana. Cada cierto tiempo el consorcio lanzaba campañas sobre cómo cuidan el ecosistema y la biodiversidad de Yasuní, que ahora es un ícono de la conservación frente al petróleo. Este tipo de campañas se llaman de Responsabilidad Social Corporativa, simple lavado verde o greenwashing que hacen las empresas y que es una práctica común de las empresas extractivas más contaminantes, que son las petroleras y mineras.

Las megamineras tienen el discurso de que ellas sí cuidan el ambiente a diferencia de la pequeña minería, porque son más eficientes y tienen mejores procesos. Este es el discurso que además se utiliza para dejar entrar todas estas empresas y para expandir el proceso extractivo en nuestros países. Luego, también existe una élite global empresarial que atraviesa constantemente lo que se llaman las “puertas giratorias” entre las empresas y los órganos de control, que como en cualquier otro sector, se encuentran personas que anteriormente estuvieron en las petroleras y que ahora están en el gobierno. O que antes estaban en una organización ambientalista internacional, como ICN o WWF, y después están en el departamento de asesoría de medio ambiente de la Coca Cola y luego son ministros de ambiente de algún gobierno.  Las “puertas giratorias” son un mecanismo común del neoliberalismo, donde tienes gente del sector privado en el sector público que luego vuelve al sector privado entonces gobierna y hace política pública para el sector privado.

Aquí debemos llamar la atención también sobre las BINGOs, las grandes ONGs transnacionales que también hacen el trabajo de crear hegemonía sobre lo que es cuidar el ambiente y quiénes pueden cuidar el ambiente. Al crear ese sentido común, dictaminan quienes son los que destruyen el ambiente. Hay un discurso permanente de que son las empresas las que cuidan y es la gente local la que destruye. Este discurso está muy internalizado y es parte del discurso global ambientalista promovido por las ONGs y financiado por las grandes entidades financieras, como el Banco Mundial y los bancos de desarrollo en general.

Con esto podemos ver que la cooptación del discurso ambientalista es super antigua. Más bien lo que ahora se intenta es dar la voz a quienes tienen la solución al cambio climático, que son los pequeños campesinos, en lugar de Monsanto que promueve la agricultura climáticamente inteligente haciendo uso del conocimiento campesino tecnificado. Ahora la cuestión es la lucha epistemológica, y para retomar el esquema de Guha y Martínez-Alier, se puede decir que los ecologistas populares tendrían la voz y las estrategias para hacer frente a estos grandes desafíos ambientalistas. Ya que son los reprimidos, los que se oponen a los procesos extractivos también son reprimidos, mientras los ambientalistas de élite siguen lucrando en puestos de gobierno y asesorando a las empresas sobre cómo pueden verse más verdes.

 

CDLV: Si, por supuesto que hay cooptación a nivel de discursos. Además quiero agregar que como bien dijo Melissa, también hay cooptación en términos de práctica política. Yo creo que este extractivismo del que hablamos es un extractivismo de bienes naturales, de recursos, de cuerpos y de capacidades políticas de los pueblos y comunidades. En Córdoba hace dos semanas estamos viviendo un proceso de audiencia pública, que es donde se supone que las comunidades se expresan en contra o a favor de un proyecto con altísimo impacto sobre la naturaleza, como lo es la construcción de una autovía en una zona muy preciada. Esas audiencias públicas son fantasmagóricas: están siendo virtuales por la pandemia, en una población donde el 60% no accede a la conectividad. Pero el proyecto se vende “democráticamente” como que está siendo sometido a una audiencia pública. Y eso es una captura también del sentido de la participación política.Además, hay también una cooptación y una extracción en términos de sentidos y horizontes de comunidad, respecto a lo que decía Melissa de las formas de cuidado; “Nosotros también cuidamos, también somos parte y formamos parte de una comunidad”. Estas son las vías de entrada de las empresas mineras y extractivistas que adquieren complejidad cuando se combinan con el gobierno y con las universidades por mencionar algunos ejemplos de las prácticas de responsabilidad social. Aquí han construido hospitales, escuelas, sostenido carreras universitarias… Todo esto hace a la construcción de un nosotros, que contribuye al ejercicio de cooptación.

 

DVA: Sí, estos procesos de cooptación están en todos lados. En mi artículo hablo sobre la manera en que el concepto de sostenibilidad fue cooptado y ahora, por esta creciente necesidad de actuar en contra del cambio climático y la crisis ecológica, se habla de los nuevos cambios económicos y políticos que se necesitan para enfrentar esta crisis. Sobre todo desde las sociedades industrializadas se plantea la propuesta de transición energética y de transición ecológica.

Planteo el riesgo que implica que el concepto de sostenibilidad sea cooptado. De hecho es eso lo que ha pasado. Por ejemplo, el Banco Mundial habla sobre minería inteligente para extraer recursos naturales de formas socialmente y ambientalmente más sostenibles. Es importante cómo estos son procesos de corporativización de las soluciones. En la Unión Europea en 2019 se lanzó el Pacto Verde como el primer mecanismo vinculante a nivel regional que plantea la transición energética. El pacto verde propone metas legalmente vinculantes hasta alcanzar una economía de emisiones de carbono neutras hasta el 2050. Pero qué es lo que significa esta transición para las geografías fuera de Europa cuando existe una economía globalmente interconectada?; si va a aumentar la demanda de tecnologías verdes, ¿de dónde se van a extraer la materia prima para estas tecnologías? Esto es una continuación en nuestra historia como países primario-productores en la división internacional del trabajo porque en nuestras geografías, la transición europea significa una expansión de la frontera extractiva en nuestros países. Es decir, la sostenibilidad y la transición está definida por las necesidades de mercado y por lo que las corporaciones definen como soluciones a la crisis climática. Entonces allí ¿de qué hablamos cuando hablamos de transición?

Si entre las soluciones a problemas ecológicos se plantean soluciones falsas de mercado que buscan sostener al crecimiento verde, esto produce una forma de cooptación de la lucha ambiental. También si existen soluciones que se plantean como respuestas individualizadas, que se enfocan a los consumidores y al reciclaje de los individuos, o bien cuando se habla de la autorregulación o la responsabilidad social corporativa. Estas falsas soluciones buscan flexibilizar las regulaciones ambientales y sociales y evitar la rendición de cuentas de acuerdo a regulaciones más estrictas. Entonces las corporaciones dicen “nosotros vamos a generar nuestras propias iniciativas autorreguladoras”, pero sin ningún tipo de proceso vinculante y sin tener consecuencias legales. Las corporaciones hablan sobre tecnologías verdes más eficientes, pero no hablan de mejorar la regulación de las condiciones ambientales. Otra política fuerte que la UE está implementando menciona a la economía circular, pero no se habla de la reducción efectiva del consumo a través de políticas que regulen los sistemas productivos y de consumo. O bien cuando se discute sobre mecanismos democráticos, no se tiene en cuenta la participación de la sociedad en todos los niveles de toma de decisiones. Las decisiones ambientales están definidas con el mercado, pero no por las demandas sociales, sobre todo de los grupos afectados por estas decisiones, y esto vemos en nuestro caso en los proyectos extractivos. Esto es lo que ocurre con las comunidades afectadas por los procesos extractivos, que no existen consultas libres previas informadas y de buena fe, que violan su derecho a ser consultados.

 

PSD: Yo quisiera agregar sobre el tema de los pactos verdes en Europa. Dentro de este New Green Deal a nivel europeo, una de las propuestas que más éxito ha tenido es el Plan “De la Granja a la Mesa”[12]; una propuesta de cambio del sistema agroalimentario en su conjunto de la Unión Europea. Lo digo para incluirlo en esta lectura de la ecología política de la extrema derecha. En España tenemos uno de los grandes problemas de contaminación, a nivel externo e interno, que es la producción de cerdo. Tenemos cadenas verticalizadas y descentralizadas que generan una serie de residuos espectaculares, mientras que a la vez esta producción es ultra dependiente de piensos de países latinoamericanos y asiáticos. La producción de cerdos en España está bajo el paraguas de la patronal Interporc, la cual se propone como defensora de este Pacto Europeo con cierta flexibilización. Esta flexibilización es apoyada precisamente por miembros del partido de extrema derecha VOX, en una clara propuesta de parcializar la mirada sobre la sostenibilidad para seguir permitiendo la acumulación de capital en el Sistema Agroalimentario territorializado en España.

Esto lo anclo con el tema de la gobernanza y el problema sobre a quién se le hace las consultas sobre qué, que puede llegar a ser problemático. Por ejemplo, en este caso, cuando Interporc, la patronal de pequeños, medianos y gigantescos productores de porcino intensivo en España, están incluidos en la participación de un pacto como es el de la Granja a la Mesa, y ejerce su poder de decisión para que se sigan importando masivamente piensos latinoamericanos. Esta es la trampa de la gobernanza de estos nuevos Pactos hechos desde el Norte Global y la propuesta de ser participada. Está habiendo un período de consultas y existe una cierta participación, pero por otro lado el sesgo y el elemento de dominación que ejercen los centros sobre las periferias globales hace que, cualquier elemento de decisión desde el contexto europeo en este caso, puede producir profundización de las dinámicas extractivistas en otras geografías, cuando esta gobernanza se basa solo en la participación de entidades europeas sobre territorios extranjeros a fin de cuentas. Lo digo para añadir el nivel de complejidad que trae una legislación efectivamente vanguardista como puede ser estos Pactos Verdes europeos, pero simultáneamente coloniales y extractivistas  de puertas para fuera de la región. Esto mismo también sucede con los minerales raros, cuyas reservas son conocidas y categorizadas como estratégicas para trazar alianzas extractivistas con Chile, Bolivia o Venezuela para disponer de esos materiales necesarios para la transición ecológica europea (Pérez, 2021).

Otro elemento es la transición que está teniendo hoy en día Bayer hacia la fabricación de productos de síntesis, que esta vez no es química, pero que son aceptados por la regulación ecológica y que está hoy en día en consultas. En este caso, Bayer, entre otras, se está postulando como gran defensor de la agricultura ecológica, que es una de los escenarios que se está planteando la UE para transitar al 2030 con el objetivo de tener el 30% aproximadamente de producciones ecológicas. Lo digo porque bajo estas narrativas de un ambientalismo que a priori suena muy bien, se esconde no solo un ambientalismo burgués, sino un ambientalismo profundamente destructivo desde el punto de vista social y económico y sobre todo de puertas para afuera, cuando es la UE uno de los principales productores de fertilizantes químicos, hipocresía pura. Aquí no se dice que se deje de producir glifosato, sino que se dice que el glifosato no se usa más en Europa, pero se quiere seguir inundando de Glifosato en el extranjero. Este es el doble papel que tienen estas corporaciones, y esta es la manera de enfocar la responsabilidad hacia adentro o hacia afuera en base a los interlocutores y las presiones sociales que tienen voz en grandes entidades como la Unión Europea. Esto se complejiza con la existencia de estos sectores intermedios que se postulan dentro de la propuesta verde.

 

MMV: Quisiera decir que estoy totalmente de acuerdo con lo que dice Pablo sobre un ambientalismo ciego a las exclusiones y a los impactos sociales que genera. Este ambientalismo que piensa en la descarbonización y que no piensa en cómo va a generar empleo, cómo va a disminuir las desigualdades sociales, cómo va a no reforzar las relaciones desiguales de género, cómo va a no reforzar la división internacional del trabajo. Un ambientalismo que no piensa en esas cosas es un ambientalismo burgués, que destruye y es parte del proyecto del capital. A continuación, Diana puede profundizar acerca de cómo esas fuentes penetran en la transición energética europea, lo que se prevé que va a pasar para sostener todos esos parques eólicos y solares. En Ecuador ahora estamos teniendo una crisis de la extracción de balsa, que es una madera muy liviana que se utiliza para las aspas de los molinos de viento. Y ni hablar de las minas de litio. Este es un ambientalismo que no es solidario internacionalmente y que tiene fuertes impactos. Agradezco a Lanonima y me despido.

 

MOC: Quisiera agregar que Andalucía ocupa un espacio periférico, como ha dicho Pablo en la presentación. Es más, ocupa un espacio de colonia interna del resto del país. Las tierras de Andalucía, dedicándose a un cultivo intensivo para el mercado europeo fundamentalmente, lo que han conseguido en estos últimos 30 años es estar contaminada de nitratos, desde la provincia de Huelva hasta la provincia de Almería, tierras y agua. El déficit de agua empieza a ser muy fuerte. En el parque nacional Doñana está faltando agua por todo sitio. Pero no deja de ser un elemento más de lo que venimos hablando.

Este modelo se va a caer, y lo va a hacer más temprano que tarde. Y lo va a hacer porque va a petar si sigue así y las personas no estamos siendo muy conscientes. Yo por ejemplo digo que la redimensión de las ciudades con respecto a lo que viene va a ser algo real, la gente lo va a ver. Lo que viene no es fácil. Intentado sacar un mínimo elemento de positividad y de ser algo propositivo, lo único que se me ocurre decir es que, entre el principio de individuación y el principio de cooperación, la llamada izquierda tendría que empezar a trabajar mucho para volver a procesos comunitarios. En sentido de que el colectivo es fundamental, sin él no somos nada. En toda Europa y en el mundo, aquella frase famosa de Margaret Thatcher, “la sociedad no existe, existen los individuos”, que es absolutamente incierta y falsa, tiene que ser denostada porque ha sido una herramienta para que la política identitaria haya venido a sustituir precisamente las luchas de clase. No un concepto de clase, pero sí de las luchas de clase. Y las han sustituido precisamente a partir de esa brecha. Entonces, la izquierda tiene que trabajar seriamente en este elemento, no solamente en propuestas conceptuales, porque las conceptualizaciones, las cartografías, e incluso las nuevas producciones a nivel de paradigma, es la estela que nos deja la inteligencia del capital. Entonces, allí tenemos que empezar a construir antagonismo también, de alguna manera. Habrá que intentarlo. Gracias a Melissa, Diana y Candela.

 

PSD: Gracias a vosotras.

 

DVA: Para cerrar, quisiera decir que la crisis ecológica ya la estamos viviendo. La pandemia es una crisis ecológica que nos afecta de manera desigual en la forma en la que convivimos en nuestras sociedades. Esto es la crisis ecológica. No es más que una cosa abstracta. Nos está cambiando la vida para siempre. Y cambia nuestras formas de comportamiento como sociedad. ¿Cómo nos enfrentamos a esta crisis? La transición justa es necesaria. Pero entonces ¿Cómo planteamos transformaciones que rompan con el crecimiento verde y la acumulación del capital, donde se refuercen las condiciones de justicia social y justicia ambiental? ¿Qué otras respuestas tenemos? Este es un desafío para todos y todas. Este desafío también va por una lucha que implique solidaridades internacionales multiescalares. No es solamente pensar lo que pasa a nivel nación y región, sino cómo lo que afecta en Andalucía, también existe en Ecuador. Son luchas de sociedades contra procesos de acumulación de capital, y creo que la respuesta tiene que ser multinivel porque nos afecta desde nuestra escala corporal, nuestras vivencias diarias, pero también las respuestas son necesariamente geopolíticas.

 

CDLV: Yo también quiero agradecer por su tiempo. El comentario de Roberto dice “Escuché decir a un científico que la tercera guerra mundial sería por el agua”, al menos en Argentina, desde la aparición de algunas asambleas y el movimiento ambiental en contra de la minería, el agua vale más que el oro. Con lo cual el agua está en el centro de la defensa y de la construcción.

Para cerrar, desde una posición militante, ya que además de la academia formo parte de una organización política territorial, desde ahí venimos planteando que una estrategia de emancipación tiene una doble vía: una vía que tiene que enfrentar y defender para que el capital no avance más y otra vía que tiene que construir ya y aquí formas de vida digna y posible, respetuosa en todas sus manifestaciones. Desde ese lugar de defensa de la vida, que también ha sido una consigna ambientalista, se ha permitido una articulación interesante en términos de solidaridades intra-lucha e inter-lucha con los movimientos feministas, con los movimientos campesinos y con los movimientos indígenas. Quería dejarlo latente para articular esos puentes y solidaridades en la lucha. Gracias a todes.

 

Bibliografía mencionada

Alizart, M. (2020). Le Coup d’Etat Climatique. PUF: Paris.

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[1] Fecha de recepción: 10/09/2021. Fecha de aceptación: 28/10/2021.

Identificador persistente ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25250841/9vael2oor

[2] Transcrita y editada por Guadalupe Alcalá, estudiante de Ciencia Política de la Universidad Católica de Córdoba (UCC).

[3] Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, Departamento de Geografía y Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador
Quito, Ecuador

https://orcid.org/0000-0002-7631-9750

diana.velaalmeida@ntnu.no

[4] Universidad Andina Simón Bolívar, Área de Ambiente y Sustentabilidad; Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador y Grupo de Trabajo de CLACSO sobre Ecologías políticas del Sur y de la Plataforma Latinoamericana y del Caribe para la Justicia Climática

Quito, Ecuador

https://orcid.org/0000-0001-6102-5533 

mel.moreano@gmail.com.

[5] Universidad Pablo de Olavide, Laboratorio de Historia de los Agroecosistemas y Alimentta, Think Tank para la Alimentación Sostenible 

Sevilla, España

https://orcid.org/0000-0002-0211-6045

psardie@acu.upo.es

[6] Lanónima. Espacio para la autogestión colectiva.

Sevilla, España

a.arcadio@gmail.com

[7] Universidad Nacional de Córdoba, Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales; Universidad Católica de Córdoba UA-CONICET y Colectivo de Investigación El llano en llamas.

Córdoba, Argentina

https://orcid.org/0000-0002-0049-6515

cande_dlv@yahoo.com.ar

[8] El número completo se encuentra disponible en: https://www.ecologiapolitica.info/?product=59-extrema-derecha

[9] Disponible en: https://lanonima.org/

[10] También llamadas “campañas” en el estado español.

[11] Histórico partido de centro izquierda español que ha presentado una hegemonía en la región andaluza con más de 40 años de gobierno, desde la transición desde la dictadura de Francisco Franco en 1975.

[12] Los fundamentos de este plan pueden consultarse en: https://ec.europa.eu/food/horizontal-topics/farm-fork-strategy_en