Prácticas corporales infantiles y adolescentes de sectores subalternos. Grafías posibles y prohibidas en espacios públicos de la ciudad de Córdoba[1]
Child and adolescent bodily practices from subaltern sectors. Possible and prohibited grafías in public spaces in the city of Córdoba
María Laura Simoni[2]
Florencia María Páez[3]
Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-No hay restricciones adicionales 4.0 (CC BY-NC 4.0)
Resumen
En este trabajo proponemos una mirada a niñas/os y adolescentes de sectores periféricos de Córdoba para analizar su ejercicio de prácticas corporales en espacios públicos y caracterizar los obstáculos y oportunidades existentes para su uso y las apropiaciones que hacen las/os infantes de estos lugares. Algunos interrogantes fueron guías de la reflexión: ¿Cómo son los espacios públicos usados para el ejercicio de prácticas corporales? ¿Qué posibilidades y barreras presentan estos sitios para el desarrollo de estas prácticas? Desde una perspectiva de género ¿Qué relación hay entre espacio público y relaciones de género en las vivencias infantiles? Mediante un enfoque micro social y cualitativo en diversos barrios pudimos acceder a conocer numerosos obstáculos que, articulados, componen un paisaje de desigualdad para el acceso y disfrute de prácticas corporales por parte de infantes y adolescentes de estos sectores; la desigualdad también se anuda con el género y advierte que para ellas siguen existiendo más trabas que para ellos. Niñas, niños y adolescentes, sin embargo, asumen gestos protagónicos al subvertir órdenes y apropiarse de lugares vedados; micro resistencias que se manifiestan grupales y que, en ocasiones, implican cierta presencia adulta que contiene y acompaña el deseo de jugar y estar con otras/os. Incluso en pandemia -cuando el aislamiento, la distancia y el miedo al contagio eran las órdenes adultas- encontraron fisuras por donde desplegar sus corporalidades en movimiento y componer grafías provisorias y plurales en sus barrios.
Palabras clave: infancias- adolescencias- prácticas corporales- espacios públicos- género
Abstract
In this paper we propose a look at children and adolescents from peripheral sectors of Córdoba to analyze their exercise of bodily practices in public spaces and to characterize the existing obstacles and opportunities for their use and the appropriations that children make of these places. Some questions guided the reflection: How are the public spaces used for the exercise of bodily practices? What possibilities and barriers do these places present for the development of these practices? From a gender perspective, what is the relationship between public space and gender relations in children's experiences? Through a micro-social and qualitative approach in different neighborhoods, we were able to learn about numerous obstacles that, articulated, compose a landscape of inequality for the access and enjoyment of bodily practices by children and adolescents of these sectors; inequality is also linked to gender and shows that there are still more obstacles for them than for men. Girls, boys and adolescents, however, take on leading roles by subverting orders and appropriating forbidden places; micro resistances that are manifested in groups and that, on occasions, imply a certain adult presence that contains and accompanies the desire to play and be with others. Even in pandemics -when isolation, distance and fear of contagion were the adult orders- they found fissures through which to deploy their corporealities in movement and compose provisional and plural graphs in their neighborhoods.
Keywords: childhoods- adolescence- bodily practices- public spaces- gender
Introducción
En el marco de diversas investigaciones grupales y estudios individuales, en los últimos años, participamos en el abordaje -desde un enfoque cualitativo y socio-antropológico- de las experiencias de infancias de sectores periféricos de la Ciudad de Córdoba en torno al habitar, el comer y el jugar. En esta ocasión, a este artículo lo guía el interés particular en observar el ejercicio, por parte de infantes y adolescentes de barrios socio-segregados, de diversas prácticas corporales en espacios públicos. Nos proponemos abordar este nudo problemático y caracterizar la disponibilidad de espacios para que ellas/os desarrollen actividades deportivas, movimientos expresivos, entre otras prácticas, las barreras existentes para su uso y las apropiaciones que hacen las/os infantes de estos lugares.
En el trabajo investigativo -y en la indagación de bibliografía específica relacionada- aparecen indicios relativos a la temática que llevan a dar formas particulares a las preguntas que guían este artículo: ¿Cuáles y cómo son los espacios públicos usados por infancias y adolescencias de sectores subalternos de Córdoba para el ejercicio de prácticas corporales? ¿Qué posibilidades y barreras presentan estos sitios para el desarrollo de estas prácticas y para la vinculación entre infantes? Desde una perspectiva de género ¿Qué diferencias aparecen en los modos en que se vivencian las prácticas corporales en el espacio público para niñas y para niños? ¿Qué hacen con los condicionamientos propios de estos lugares? ¿Cómo se apropian de ellos?
El desarrollo de este trabajo está organizado a partir de un primer apartado donde nos dedicamos a recuperar antecedentes de investigación relevantes para el abordaje de la temática. A continuación, proponemos la articulación teórica que nos permite reconstruir dos nudos del problema de estudio: por un lado, una mirada al urbanismo desde un enfoque de género y de clases, con especial detenimiento en las configuraciones que operan en el espacio público; por otro, proponemos cierta discusión en torno al concepto de infancias donde se perfila su capacidad de agencia y de participación en la cultura a través de prácticas corporales que hablan de modos particulares de estar-con-otras/os. Seguido a esto, están los apartados que nuclean el análisis; en “Carrera de obstáculos: barreras para el ejercicio de prácticas corporales en espacios públicos” procuramos caracterizar las diversas barreras -materiales y simbólicas- que tienen infancias y adolescencias de sectores periféricos en Córdoba para acceder a espacios públicos de calidad para el ejercicio de prácticas corporales. En el segundo apartado analítico, “Niñas, adolescentes y mujeres tras una práctica prohibida: el fútbol abre la cancha”, problematizamos los usos y experiencias del espacio público que responden a ciertas lógicas de separación y jerarquización estructuradas en base al género. Asimismo, se visibilizan apropiaciones que niñas y adolescentes hacen de esos territorios. En “Reflexiones Finales”, recuperamos los nodos principales que emergen como conclusiones del estudio y proponemos algunas consideraciones en relación al rol del estado cordobés frente a la problemática de la desigualdad en el goce por parte de infancias y adolescencias de prácticas corporales y del espacio público en la ciudad.
Metodología
Este trabajo se basa en información construida en distintos estudios, tanto individuales como colectivos, en los que participamos las autoras. Principalmente, se anclan en procesos de indagación grupales anclados en Facultad de Ciencias Sociales (Universidad Nacional de Córdoba)[4], Facultad de Ciencias de la Comunicación, (Universidad Nacional de Córdoba)[5] y en la Facultad de Educación Física (Universidad Provincial de Córdoba)[6].
Estos estudios se posicionan desde el paradigma de investigación cualitativa y tuvieron lugar entre los años 2018-2021, que corresponde al recorte temporal en torno al cual proponemos la reflexión. En dichas investigaciones implementamos diversas estrategias y técnicas para la construcción de conocimientos situados sobre infancias en contextos de pobreza. A continuación, se ofrece mayor detalle sobre las decisiones relativas a estos aspectos en cada caso; nos referiremos sólo a las atinentes a este trabajo en particular. También caracterizamos brevemente algunos de los territorios con los que interactuamos con mayor detenimiento en tiempos donde no regían protocolos de aislamiento y distanciamiento social derivados de la pandemia.
En el marco del proyecto “Habitar, comer y jugar: experiencias de género y clase en la ciudad de Córdoba”, realizamos entrevistas y talleres expresivo-creativos (Huergo e Ibañez, 2012) junto a las trabajadoras de dos Salas Cuna ubicadas en diferentes sectores de la ciudad, con el fin de indagar sobre los espacios de juego existentes en los barrios. Uno de los dispositivos implementados consistió en construir un mapa del barrio, con la finalidad de identificar los recorridos infantiles, las distancias y proximidades, las posibilidades de circulación y de detenimiento los ámbitos de recreación para la infancia, entre otros aspectos. Los territorios en que se desarrolló la pesquisa fueron: Barrio Cooperativa Familias Unidas[7] y Granja de Funes II[8].
En continuidad con las temáticas que veníamos trabajando, en contexto de pandemia formamos parte de “Efectos del aislamiento social preventivo en el ejercicio del derecho a la salud en las infancias argentinas”, proyecto de alcance nacional. Como integrantes del Nodo Córdoba, realizamos un vasto trabajo de campo: entrevistas etnográficas a 29 mujeres y a un varón, referentes comunitarios/os de espacios de cuidados y asistencia alimentaria de la ciudad. Debido al contexto, y a las restricciones impuestas desde el gobierno nacional, las entrevistas se realizaron de manera virtual vía google meet. Entre estos territorios, son referenciados en el presente trabajo Barrio 23 de Abril, Villa El Libertador, Barrio Autódromo, Barrio Nueva Esperanza, Barrio Nuevo Progreso, Granja de Funes y Barrio Guiñazú.
En el marco de la FEF- UPC, participamos en el estudio “Formas de vinculación social en las prácticas profesionales de egresadas y egresados del Profesorado en Educación Física de la Universidad Provincial de Córdoba”. Durante 2021 realizamos el trabajo de campo, en el cual nos acercamos mediante entrevistas y observaciones etnográficas a dos casos seleccionados de manera intencional por su capacidad para generar información relevante y diversa respecto al problema planteado. Uno de dichos casos se trata de una iniciativa de fútbol femenino con niñas y adolescentes en un ámbito sociocomunitario en Barrio Müller[9], impulsado por el Colectivo Abriendo la Cancha.
Antecedentes
Una investigación realizada en Córdoba por Lavin Fueyo y Berra (2015)[10] da cuenta de la insuficiencia de espacios aptos para actividades físicas como deportes y otras prácticas recreativas para niñas, niños y adolescentes (NNyA) en barrios periféricos de la Ciudad Capital de la Provincia. Esto, consideran sus autoras, supone una situación de desigualdad en relación al acceso a estas prácticas por parte de NNyA de otros sectores sociales. Afirman Lavin Fueyo y Berra (2015) que cuantitativamente las zonas del centro de la ciudad presentan más lugares aptos para el ejercicio de actividades físicas, en relación a los existentes en los barrios periféricos.
Otra pesquisa realizada en el marco de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (2010-2014) por Laiño y colegas (2015), en relación a las oportunidades de juego y movimiento que tienen NNyA que habitan en diferentes sectores urbanos de la Argentina, da cuenta de las significativas barreras para el desarrollo del juego activo y el movimiento autónomo que presenta este grupo social. El estudio refleja la realidad que vive un gran porcentaje de esta población, que se encuentra concentrada principalmente en barrios con industrias contaminantes o basurales en las inmediaciones, barrios donde la gente se siente poco segura o donde no hay una plaza o espacio verde cerca, ni tampoco un club o centro de deportes. En 2014 este déficit alcanzó al 49,8% de NNyA urbanas/os y, en el mismo año, el 58,4% residía en hogares donde se manifestó que el barrio era poco o nada seguro. En cuanto a la cercanía a espacios verdes, el estudio muestra un déficit de 20% en 2014. A su vez, el 33,7% de las/os NNyA no residía cerca de un club o un espacio donde practicar deportes (Laiño et al., 2015).
Los anteriores son antecedentes que brindan información de valor respecto a ciertas condiciones sociales materiales que pueden estar constriñendo, de manera diferencial, en las experiencias de prácticas corporales de la población infantil y adolescente de los sectores en análisis. Otros trabajos, como el que se presenta a continuación, abordan la realización de prácticas corporales en infantes y adolescentes pero desde una mirada que no distingue la extracción de clase, aunque sí introduce algunas diferenciaciones desde un criterio de género y aporta indicios sobre las emociones y deseos de NNyA.
Se trata del estudio realizado en agosto de 2020 durante la cuarentena debido a la pandemia mundial por COVID-19, llevado adelante por la Subcomisión de Derechos del niño y el Comité de Pediatría Social de la Sociedad Argentina de Pediatría[11]. La pesquisa permitió conocer las voces de infantes de nuestro país en este nuevo contexto; lo que nos interesa señalar aquí es lo que NNyA manifestaron en relación a su vida antes de la pandemia, en su vida cotidiana en tanto espacio-tiempo habitual. Al indagar acerca de cómo era un día en su vida antes de la cuarentena, el 50,7 % de NNyA destacó el tiempo que pasaba fuera de sus casas, las actividades deportivas y/o recreativas (salidas y paseos) con diferente énfasis según las edades. Quienes se encontraban entre los 6 a 9 años, asociaron su vida anterior a paseos, plazas y salidas al aire libre manifestando, en algunos casos, aspectos vinculares y afectivos como la posibilidad de dar abrazos y compartir tiempos con pares. Las y los NNyA entre 10 y 14 años acentuaron el rol de la escuela (89,1 %), las actividades más rutinarias y el deporte como un espacio clave previo a la cuarentena. Por su parte, las y los adolescentes también destacaron la escuela y la rutina diaria como una parte importante de sus vidas. Sin embargo, en este último grupo etario, el hincapié se colocó en los deportes y las salidas recreativas al aire libre (55,6 %) (Cabana, et al. 2021).
Un artículo de nuestra autoría constituye un antecedente directo al presente trabajo (Páez y Simoni, 2022). Allí, entre otras dimensiones, procuramos caracterizar los contextos de vida de NNyA en pandemia, donde aparece que, durante el Aislamiento Social Preventivo Obligatorio y el Distanciamiento Social Preventivo Obligatorio, el espacio doméstico en los barrios populares fue el lugar donde se condensaron miedos, frustraciones, carencias de diverso tipo, temores por el futuro y preocupación por el hambre, lo cual constituyó un terreno fértil para el despliegue de diferentes tipos de violencias (Galtung, 2004)[12], incluida la violencia de género y hacia NNyA. Esa fue la expresión material -y condición de vida- producto de la política general de cuidado sintetizada en la consigna Quedate en casa, para las infancias y adolescencias de estos barrios, donde el hacinamiento y la pobreza son sólo algunas de las expresiones más evidentes de violencias estructurales previas.
En el encierro del día a día, las corporalidades infantiles y adolescentes se encontraron suspendidas en espacios-tiempos que restringían sus movimientos, sus posibilidades vinculares y de socialidad, que llevó a caracterizarlos en tanto cuerpos-encerrados, des-vinculados y limitados a actividades sedentarias (Páez y Simoni, 2022). Paradójicamente, el encierro las/os dejó a la intemperie, sin el cobijo y los cuidados que habitualmente eran brindados en los diferentes espacios públicos de contención tales como escuelas, centros comunitarios y comedores.
Una mirada a lógicas clasistas y sexistas en la configuración de los espacios y la ciudad de Córdoba
Investigadoras/es argentinas/os analizan las transformaciones clasistas del escenario urbano cordobés en el último tiempo (Boito y Espoz, 2012 y 2014; Boito y Mercadal, 2015) y coinciden en que la ciudad de Córdoba, como parte del sur global, responde a procesos de urbanización mundializados. Estos trabajos se encuentran en la línea de pensamiento de D. Harvey (1977), que analizaba la íntima conexión existente entre capitalismo, desigualdad social y urbanización.
En este sentido, durante las últimas dos décadas, siguiendo a O. Mongin (2006), hemos asistido a la emergencia de tres fenómenos concomitantes: 1) procesos de revalorización, patrimonialización y gentrificación del centro de la ciudad; 2) expulsión de los/as pobladores/as de villas y asentamientos del centro y zonas aledañas hacia las afueras del ejido urbano a partir de políticas de hábitat, conformando una zona de relegación hacia el este; 3) inversión inmobiliaria en countries, barrios cerrados, condominios en altura, desarrollo de polos gastronómicos y culturales hacia el noroeste mediante un movimiento de periurbanización.
En esta perspectiva, el espacio es producido promoviendo el acceso desigual o restringido a un conjunto de recursos (materiales y simbólicos) por una parte de la población. Estado y mercado confluyen en acciones que promueven la socio-segregación urbana en Córdoba (Boito y Espoz, 2012, 2014). Estos encuadres que polarizan la urbe configuran formas de sociabilidad específicas en relación a las interacciones, inter/ intra clases, inter/intra generacionales y a las restricciones, usos y disfrutes del espacio urbano. En otras palabras, las disímiles formas que ha adquirido la ciudad diagrama una nueva geometría corporal que (im)posibilita encuentros/trayectorias/desplazamientos, relaciones entre cuerpos y espacios según pertenencia de clase -e intraclase- generando distancias, jerarquías espaciales y simbólicas (Bourdieu, 2007).
En consonancia, O. Segovia Marin (2017) señala que en las últimas décadas la vida social urbana se ha hecho incomparablemente más compleja que todo lo conocido hasta el momento y advierte sobre las modificaciones en los intercambios sociales, el uso del tiempo, las formas de movilidad y de comunicación. La autora chilena cita a Remedi, quien sostiene que quizá la más notable y emblemática de estas transformaciones sea la modificación sustancial del espacio social (Remedi en Segovia, 2017). Desde esta concepción, la organización espacial de las desigualdades —que ha dado lugar a ciudades fracturadas en zonas de distintas clases sociales o culturas— ha levantado muros (reales y mentales) infranqueables que impiden no sólo encontrarse, sino incluso verse, imaginarse y pensarse como pares, vecinas/os, conciudadanas/os.
Entre dichos muros o barreras entre clases pueden mencionarse las representaciones sobre la seguridad/inseguridad que participan de determinado modo de configuración de la sensibilidad social a partir del mecanismo del estigma y que fragmentan y distancian a unos sectores sociales de otros, a modo de “muros mentales” y “fronteras sociales” (Seveso y Vergara, 2012). Los muros dan cuenta del conjunto de percepciones y emociones a través de las cuales ‘el otro/la otra’ tiende a ser invisibilizado/a, rechazado/a y/o borrado/a en el horizonte de las interacciones. Las fronteras sociales, a su vez, operan como materializaciones de esos límites, anclados en espacios y territorios definidos como propios (y de este modo apropiados diferencialmente) que envían un mensaje de ‘por aquí no pasarás’ o ‘hasta aquí llega tu cuerpo’ (Seveso y Vergara, 2012).
Expresa Segovia (2017) que el espacio público tiene dimensiones físicas, sociales, culturales y políticas. Sin embargo, explica la autora, más allá de las diferenciaciones formales, lo que en propiedad define su naturaleza es el uso: “supone dominio público, uso social colectivo y diversidad de actividades. Es un lugar de relación y de identificación, de manifestaciones políticas, de contacto entre las personas, de animación urbana, a veces de expresión comunitaria. (...) el lugar de la fiesta (...), del símbolo (de la posibilidad de reconocernos a nosotros mismos), del juego” (p. 94). La calidad del espacio público, desde esta óptica, se podrá evaluar sobre todo por la intensidad y la calidad de las relaciones sociales que facilita, por su capacidad de acoger y mezclar distintos grupos y comportamientos y por su potencial de estimular la identificación simbólica, la expresión y la integración cultural (Segovia, 2017).
Desde estas consideraciones, la evaluación de la calidad de lo público que puede realizarse en torno al vector espacial en la Córdoba actual, da resultados negativos, alarmantes, en relación a la pérdida de espacios de confluencia e interacción inter-clases y la ausencia de políticas urbanas que apuesten al fortalecimiento de lo común.
Ahora bien, no sólo se destacan barreras para el encuentro y la participación inter-clases. También, desde una perspectiva de género pueden reconocerse lógicas de segregación derivadas de las formas de separación y jerarquización de género. Los aportes de la geógrafa Doreen Massey (1994) permiten dar cuenta de cómo los espacios, los lugares y los sentidos que tenemos sobre estos se estructuran sobre la base del género. Para la autora, el espacio público fue concebido por y para los varones, para favorecer la práctica de actividades realizadas habitualmente por ellos. En ese sentido, implica que para las mujeres -como sucede también para las infancias- ciertos espacios queden vedados simbólicamente al generar la sensación de que no le son habilitados o que no les pertenecen; en palabras de la autora: “que habían sido diseñados para hacerme experimentar, sin lugar a dudas, mi subordinación previamente estipulada” (Massey, 1994 p.185).
Esta perspectiva se contrapone a la idea que suele predominar en relación al espacio como un lugar neutro, asexuado y homogéneo. La perspectiva de género, en este sentido, nos permite problematizar los usos y experiencias del espacio, diferenciales y jerárquicos entre hombres y mujeres y en este sentido, develar los mecanismos sociales y culturales que sostienen la subordinación de las mujeres, visibilizando las formas en que las relaciones de dominación organizan los espacios urbanos (Flores Pérez, 2014).
Prácticas corporales infantiles y adolescentes: seguir las micro-huellas de deseos comunes
“se comprende la vida cotidiana como un dejarse llevar pasivamente por la corriente de coacciones, obligaciones y rutinas [...] una reproducción estereotipada de pautas culturales dadas de antemano [...] o bien, la vida cotidiana significa un modo especial de (re)apropiarse la experiencia. [...] En suma: ¿debe concebirse la vida cotidiana como un mecanismo reflejo, repetitivo, controlado desde el exterior? ¿O bien, como una concatenación de acciones, una secuencia densa de cuestiones que involucran decisiones y orientaciones humanas…?” (Kaschuba en Rockwell, 2018, p.239)
En relación a la categoría de espacio público las nociones de lugar y espacio de M. De Certeau (2000) son referencias potentes para pensar los usos y apropiaciones infantiles y adolescentes. Estos conceptos, desde un ángulo heterodoxo de la sociología, permiten acceder analíticamente a la politicidad que atraviesa la vida cotidiana de las personas comunes, cuyas micro prácticas el autor se ha dedicado a estudiar. De alguna manera, junto a su equipo, De Certeau inauguró este tipo de abordaje de lo social donde aparecen las estructuras y las lógicas de la dominación tensionadas de maneras múltiples por las prácticas minúsculas de sujetos anónimos. Este modo de abordaje permite acceder a la cultura en plural; tal como se titula uno de sus trabajos referentes (De Certeau, 1999).
Por lugar, De Certeau designa los sitios determinados y diferenciados que organizan, desde una posición de poder, los diferentes regímenes que articulan la vida social. Allí impera la ley de la propiedad y del orden (2000), las prohibiciones y los permisos. Quienes no detentan el poder o son poseedores del orden de la ley y de la propiedad no pueden decidir sobre él con total autonomía pero tienen la capacidad de -en un uso momentáneo, transitorio- actualizar, desplazar, eludir y/o desechar las posibilidades y prohibiciones impuestas, inclusive pueden (aunque de manera inestable) introducir innovaciones, ejerciendo micro-resistencias.
Aunque las reglas de la dominación sean así, ocasionalmente -tal vez hasta de manera imaginaria- desdichas o desdibujadas, no desaparecen. Como hemos señalado en otra oportunidad siguiendo las pistas teóricas de De Certeau y analizando la relación entre el espacio apropiado y el vector temporal: “por ser provisorio, esta dependencia del momento lo define como un espacio-tiempo. A pesar de sus límites, dentro de éste los sujetos se expresan con cierta libertad” (Páez, 2019).
La noción de prácticas (De Certeau, 2000) permite observar el hacer infantil y adolescente en su dimensión dinámica y productiva -y no sólo consumidora y pasiva- de la cultura. Desde este mismo ángulo de mirada a nivel microsocial, prácticas corporales son las “manifestaciones y expresiones del movimiento de los cuerpos que se materializan en cada intersticio del espacio social asumiendo distintos e innumerables modos de acción” (Cachorro, 2013, p. 12). Cachorro afirma que estas prácticas están orientadas por deseos y expectativas de las personas que las desarrollan, y que guían modos de estar-juntas/os: “Las prácticas corporales están movidas por anhelos de construir tramas vinculares. Los espacios de participación ciudadana generados cobijan sueños y tratan de justificar la propia existencia” (2013, p. 19).
El autor (Cachorro, 2013) señala la importancia de reconstruir trayectorias en los territorios por su carácter instituyente de nuevas formas de ser y estar en el mundo, vehiculizadas a través del cuerpo. Estos trazos y cartografías pueden visibilizar tendencias de las culturas corporales infantiles y adolescentes que amplíen el conocimiento del repertorio de prácticas corporales ejercidas y las búsquedas sociales y ciudadanas asociadas a ellas.
Lejos de la mirada dominante construida en torno a infancias y adolescencias desde el mercado y los medios de comunicación (Bustelo, 2011) que las/os presenta como un grupo homogéneo y uniforme, objeto de intervención de las acciones adultas, NNyA son sujetos de su propia historia. Una rica línea de estudios interactúa con niños, niñas y adolescentes como protagonistas, capaces de re-escribir sus experiencias. La mayor parte del tiempo suelen ser prácticas sutiles, sin por ello dejar de ser contestatarias (Rockwell, 2018).
Para E. Rockwell, en sintonía con lo propuesto por De Certeau (2000), la vida cotidiana es un espacio con rendijas, grietas y fisuras, y señala que esos intersticios permiten abrir alternativas donde niñas y niños se reapropian y resignifican sus experiencias en tiempos-espacios donde habitualmente los adultos tienen (o creen tener) el control. Estos pequeños sucesos que pueden parecer inconexos, se ubican dentro de procesos más profundos y continuos que Rockwell propone examinar en tres procesos articuladores: la resistencia, la apropiación y la subversión.
La autora observa estos procesos en el campo educativo-escolar; sin embargo, sus aportes son útiles también para el terreno de lo social que nos interesa en este artículo. Afirma que estas experiencias ocurren de manera azarosa, no son planificadas. Frente a los condicionamientos propios de ciertos lugares los infantes encuentran oportunidades de ocupar por su cuenta, a su modo, determinados espacios y tiempos. También advierte Rockwell (2018) la modalidad colectiva en que se suele perturbar o trastocar el orden adulto, que ella describe como subversión. En estas ocasiones, las prácticas infantiles tienden a establecer otros órdenes, con lógicas que van en sentido contrario al impuesto por los mayores. Ahora bien, en ningún caso se trata de acciones planificadas, sino que develan modalidades del hacer que se encuentran subterráneas, siempre latentes y que emergen cuando se abre un claro en el paisaje cotidiano.
Carrera de obstáculos: barreras para el ejercicio de prácticas corporales en espacios públicos
Los relatos de referentes comunitarias/os de los distintos enclaves barriales a los que accedimos mediante entrevistas nos permitieron reconstruir información de valor respecto a los espacios que NNyA habitan en sus vidas cotidianas en la ciudad. También nos posibilitaron acercar a los modos de apropiación del espacio público y a las condiciones estructurales que condicionan dicha actividad.
La insuficiencia de espacios aptos para actividades físicas como deportes y otras prácticas recreativas para NNyA en barrios periféricos de la capital cordobesa, que señalan Lavín Fueyo y Berra (2015), es un dato no menor en este sentido. Esta insuficiencia debe ser interpretada como condición estructural, limitante, del ejercicio de prácticas corporales por parte de estas infancias y adolescencias, y como factor de desigualdad en relación a la experiencia de NNyA de otras clases sociales.
A la insuficiencia de ámbitos propicios, se suman las distancias (los espacios a los que mencionan visitar, quedan lejos de sus viviendas), la transitabilidad de las calles (tanto en términos de seguridad como de estado de mantenimiento y pavimentación) y también las limitaciones que presentan las familias para acceder a bienes que les provea otras experiencias y posibilidades de movimiento a NNyA (bicicletas, patines, patinetas, etc). Son barreras a las que las familias se enfrentan diariamente para el despliegue de las corporalidades infantiles y adolescentes.
Como lo expresa S en respuesta a la pregunta sobre las actividades al aire libre que NNyA realizan en el barrio, las oportunidades para la realización de prácticas corporales son limitadas y requieren de una gran disponibilidad de energía, tiempo y compañía adulta para poder llevarse a cabo.
E: Hay alguna plaza ahí en el barrio donde los chicos vayan a jugar?
S: En la zona que estamos nosotros sí, pero está medio lejos. Hay una canchita de básquet también pero los de este lado no van. La tenemos a unas, más o menos, seis cuadras. (...)
- ¿Y no la usan los chicos a la plaza?
S: No veo que vayan… y cuando van para ese lado es porque van con nosotros, porque nosotros los llevamos y los traemos cuando vamos a la cancha. Vamos todos juntos y volvemos todos juntos. (Entrevista con S, referente comunitario, Barrio Guiñazú)
La presencia adulta para acompañar a las/os menores puede pensarse, de este modo, como otro requerimiento que suele ser escaso y que termina siendo otra barrera más el vínculo entre el/la infante y el acceso a prácticas corporales.
En ese sentido, una de las mujeres nos comentaba que en el barrio vecino donde ella vive, cruzando la gran Avenida 11 de Septiembre, acompaña a sus hijas/os para que desarrollen prácticas corporales en el playón deportivo. Aún así, otra mamá considera peligroso llevar a sus cuatro hijas/os hasta allí, caminando las ocho cuadras que separan los barrios, sobre todo por lo peligroso que es atravesar la avenida. Estas arterias, pensadas desde un criterio urbanístico para una circulación cada vez más veloz como valor agregado en nuestras ciudades, parecen no tener en cuenta las necesidades y los peligros que suponen para la circulación de las personas peatonas habitantes del lugar.
Por otra parte, las experiencias de aquellos/as niños/as que excepcionalmente tienen acceso a una bicicleta o patines, en muchas ocasiones se ven limitadas ya que deben superar los demás obstáculos que le presenta su ambiente. Como explica el mismo referente entrevistado:
S: “...vos para poder andar en patineta con los patines te tenés que ir como a 6 cuadras de acá, que están los lugares. Estamos medio alejados de la ruta, estamos como a 7 cuadras más o menos”.
E: “Claro, no tienen asfalto por ahí o sí?”
S: “No, no tenemos nosotros”. (Entrevista con S., referente comunitario de Barrio Guiñazú)
La efectiva realización de prácticas corporales, de juegos, de movimientos al aire libre, requiere de múltiples condiciones en los entornos sociales que estas niñeces carecen.
En Barrio Cooperativa Familias Unidas, como hemos mencionado en el apartado metodológico, realizamos un mapeo territorial, previo a la pandemia, con las mujeres referentes del lugar. En dicha ocasión, ellas adviertieron con contundencia respecto a la falta de espacios para el juego de las infancias en el barrio. L, una de ellas, contaba que sus hijos debían quedarse “encerrados en su casa toda la tarde”, después de la escuela, ya que no había “espacios” donde ir (Nota de campo, 31/05/2019).
Cabe mencionar que en el mapa sí se marcaron los lugares de la plaza y las canchitas de fútbol. Sin embargo, los mismos no son reconocidos como espacios aptos para las infancias, a partir de concebirlos como inseguros. Así se expresaba L: “La plaza no es segura, hay jóvenes drogándose”. (Nota de campo, 03/05/19).
Aparece en el discurso de la entrevistada esta construcción de la juventud de su barrio -y el consumo de sustancias- como un muro que la hace tomar distancia y auto-excluirse de los espacios verdes disponibles y, tras ellas, sus niñas/os quedan también privados del lugar.
Es decir, a la barrera que supone la insuficiencia en el barrio de espacios cuidados destinados a la niñez, se suma la situación de inseguridad y, probablemente, cierto trabajo ideológico sobre la sensibilidad operada desde discursos dominantes (juventud-drogas-peligro) que atemoriza a las madres y las lleva a actuar de manera protectora con sus hijas/os. Estos condicionamientos que se derivan de sus testimonios van limitando el jugar puertas afuera de la casa, y lo van circunscribiendo al espacio doméstico.
En este marco de limitaciones, cabe mencionar, existen espacios públicos cerrados donde NNyA de estos barrios participan en torno a prácticas corporales. Nos referimos a comedores, merenderos, asociaciones civiles sin fines de lucro, centros comunitarios barriales, entre otros; son espacios públicos socio comunitarios de cuidado de infancias y adolescencias. Se trata de ámbitos de la sociedad civil, organizaciones del tercer sector impulsados por vecinas/os organizadas/os en torno a preocupaciones y/o motivaciones comunes que no siempre cuentan con asistencia estatal. Muchas veces surgen, justamente, por la ausencia del estado en torno a necesidades urgentes como las alimentarias pero también relacionadas a la salud u otros problemas de la comunidad. Por lo general, las personas referentes de los mismos son adultas y, en su mayoría, mujeres.
Son múltiples las actividades destinadas a adolescencias e infancias que confluyen en estos espacios: grupos de murga, fútbol, básquet, gimnasia, apoyo escolar, talleres de oficios, huerta, entre otros. Estos espacios, que inicialmente se conformaron -en gran medida- para dar respuesta a las necesidades alimentarias, se recrearon como lugares de refugio capaces de contener a las niñeces de estos barrios desde diversas dimensiones, fenómeno que los llevó a convertirse en nodales en sus itinerarios cotidianos.
Una trabajadora social referente de una organización barrial señala: “… es un espacio de encuentro, de contención, también porque de ahí surgen un montón de cuestiones a abordar…” (Entrevista con A., Trabajadora Social en el DIAT, B° Villa El Libertador, 23/06/21). Ella también destaca el sentido de “pertenencia que ellos y ellas fueron construyendo”, dibujando una continuidad entre el espacio íntimo del hogar y el espacio público del comedor.
Frente a tantas barreras -físicas y simbólicas- estos espacios públicos amasados desde abajo por madres y vecinas referentes de las comunidades, tal como señala Segovia (2017), constituyen terrenos fértiles para la sociabilidad y son fundamentales para contribuir a aumentar las capacidades de vínculo con otras/os, situación que no puede darse en los espacios privados o familiares. Al igual que la escuela (en muchos casos), el comedor, el equipo de fútbol, el apoyo escolar, la murga, van tejiendo las trayectorias cotidianas de NNyA. Abren posibilidades de vivir el barrio desde lógicas que exceden lo privado, lo individual, lo propio, para entramarse en estos lugares colectivos que dan cobijo, no solamente desde la atención de las necesidades infantiles de alimento, recreación y prácticas corporales, sino que además les permite ser vistas/os, escuchadas/os y re-conocidas/os.
Ahora bien, la llegada de la pandemia constituyó un momento disruptivo que impactó en múltiples dimensiones de la vida cotidiana. El uso y la vivencia de los diferentes espacios -públicos y privados- dieron un vuelco rotundo, obligó a habitarlos de manera diferente e invitó a re-pensar los vínculos naturalizados con los espacios. Asimismo, puso en evidencia, de manera contundente, problemáticas estructurales de larga data, tales como las que detallamos previamente, que se vieron profundizadas por esta coyuntura. Nuevos obstáculos y barreras se erigieron para estas infancias y adolescencias.
Pudimos identificar en las narrativas de las entrevistadas un primer momento en el cual el miedo, la incertidumbre, las restricciones para la circulación y el despliegue de controles que se dispusieron desde el estado provocaron el inmediato repliegue hacia el espacio privado. En ese marco, varias de las mujeres referentes comunitarias entrevistadas mencionan que el estricto control policial -que se dio principalmente en la fase uno de la pandemia- impactó en los movimientos, circulaciones y el juego en las calles, plazas y en la práctica de fútbol en la canchita barrial. Los miedos de NNyA de estos barrios no quedaron circunscriptos a la exposición al virus, sino que también fueron alimentados por la fuerte vigilancia policial sobre los desplazamientos y el uso de los espacios públicos que había en ese contexto.
Sin embargo, pasada la primera etapa de aislamiento total, las condiciones estructurales de hacinamiento, las violencias[13] que implosionaron al interior de los hogares, el cierre de las escuelas -y, con ello, la pérdida de uno de los principales lugares de prácticas corporales y encuentro- tornó insostenible el encierro y empujó a NNyA de estas comunidades hacia afuera, a habitar las veredas y las calles desafiando las medidas impuestas: “… si la policía nos para, no nos importa. Ya nos cansamos de estar encerrados!” fueron las palabras de un grupo de NNyA que decidieron organizar un picnic en la plaza de su barrio. “...llevamos la pelota, que se yo.. una colchita, cosas para compartir, jugos, algo para comer, para picar” explicó la referente comunitaria que acompañó esta actividad. La necesidad del encuentro con pares y el agobio del encierro traccionaron con mayor fuerza que los controles y temores de contagios que circulaban en ese momento.
Poco a poco empezaron a salir con la pelota, a jugar al “fulbito”, algunos/as (pocas/os) con bicicletas, también surgieron juegos como “las bolitas” y “la soga”. En entrevista, la cuidadora de la Sala Cuna de Granja de Funes nos expresó su sensación al ver a niños/as jugando en las veredas y calles de que era como “en los tiempos de antes”, haciendo alusión a su propia niñez. Para ella, habían recuperado tiempos y disposición para jugar, “para volver a ser niños” (Entrevista con M, cuidadora en Sala Cuna Granja de Funes II).
Podemos entender estas vivencias como formas de micro-resistencias, en el sentido propuesto por Rockwell (2018); la autora afirma que hay prácticas de resistencia que equivalen a reclamar derechos fundamentales. En este caso, el derecho -y necesidad vital- al juego, al movimiento, al encuentro con pares.
De este modo, a pesar de las innumerables barreras y limitaciones para el goce del espacio público y el ejercicio de prácticas corporales que tienen estos sectores sociales de Córdoba, las comunidades construyen y sostienen espacios dedicados a las infancias y adolescencias. Y son ellas/os, NNyA que -en oposición a las ausencias y mandatos estatales- ejercen resistencias, en aprovechamiento de ciertos resquicios (Rockwell, 2018), pequeños intersticios que les permiten eludir -momentáneamente- las prohibiciones impuestas.
Niñas, adolescentes y mujeres tras una práctica prohibida en un espacio vedado: el fútbol abre la cancha
A las barreras que ciertas clases sociales encuentran para el ejercicio de prácticas corporales y usos de espacios públicos se suman otras lógicas de separación y jerarquización como son las representaciones y vínculos de género. D. Massey (1994) aporta reflexiones elocuentes al respecto. En su texto “Espacio, lugar y género”, la autora relata una experiencia personal que ilustra muy bien la relación entre lugar, espacio y género. Siendo ella una niña, cada sábado se trasladaba en ómnibus desde las afueras de la ciudad en la que vivía al centro de la misma. En su recorrido atravesaba una gran planicie que se encontraba dividida en canchas de fútbol y rugby. A la distancia podía observar “...cientos de personas pequeñitas corriendo atrás de sus pelotas…” y menciona: “Recuerdo todo esto con gran nitidez. También recuerdo que a la niñita perpleja y pensativa que yo era le sorprendía intensamente que ese enorme trecho de la planicie de inundación hubiera sido entregado enteramente a los muchachos. Yo no iba a esos campos de juego; parecían estarme vedados, tratarse de otro mundo…” (Massey, 1994 p.39)
En la actualidad, mujeres y niñas cordobesas disputan estos mismos lugares de clara dominación masculina. Resisten y se apropian de territorios que se constituyeron ajenos para ellas, tanto en lo simbólico como en la materialidad. Es el caso de numerosas experiencias de fútbol femenino que están teniendo lugar en Córdoba, como en otras ciudades.
Las barreras de género se manifiestan en el relato de P, referente del Colectivo Abriendo la Cancha; esta organización coordina, todos los sábados por la mañana, el proyecto que nuclea a niñas y adolescentes de barrio Müller, en torno al fútbol y el abordaje de temáticas como género, diversidad, derechos de infancias y adolescencias.
Fue difícil, hace cuantos años que estamos y al principio los varones del barrio no nos dejaban jugar, a mí me desinflaban las gomas del auto, nos tiraban piedras, venían y nos sacaban los aros, el fútbol. Yo les decía: Bueno, esto es fútbol femenino, ustedes juegan otro día al fútbol, pero las chicas necesitan su espacio, podemos negociar...ustedes son los alcanza pelotas. (...) Hay mucha gente que tiene carros y hay muchos caballos, entonces ataban los caballos a la canchita, al arco y teníamos que aplaudir a la familia, a las casas para que saquen los caballos y limpiar la caca, todas las mañanas, todos los sábados (Entrevista con P, referente de Abriendo la Cancha, Barrio Müller, 6/8/21)
Estas experiencias dan cuenta de las relaciones de poder que se despliegan en estos espacios. El poder, tal como Elias (2016) lo comprende, no es algo que una persona detenta, una cosa, sino una característica estructural de las relaciones; está presente en toda relación humana. Las desiguales relaciones de género, pueden entenderse dentro de esta lógica.
En aquel inicio del proyecto, aparece la experiencia de disputa donde los varones del barrio se oponían al uso de las mujeres de estos espacios -y de la práctica deportiva- históricamente entendidos como masculinos. Las niñas y adolescentes mujeres eran, a diferencia de ellos, las desposeídas del lugar (De Certeau, 2000), por lo que tuvieron que desplegar diversas prácticas de apropiación (Rockwell, 2018) del mismo.
La apropiación del territorio supuso desoír algunas de las leyes tácitas del lugar en términos simbólicos (el fútbol es de los varones); pero también, de manera concreta, implicó ir corriendo algunos límites espaciales para propiciar la construcción de una identidad colectiva de las niñas y adolescentes. Las referentes de Abriendo la Cancha narran el trabajo desarrollado en este punto: construcción del nombre del grupo, elección del logo, del color. Esto también se observa en las marcas operadas en el territorio: La cancha tiene colores e intervenciones realizadas por las chicas. En una pared dice “El fútbol va a ser de todxs”. Hay huellas de manos impresas en la pared. Todo en los colores rosa y negro, que son los colores elegidos por las niñas y adolescentes para su identidad. (Registro de campo, 18/9/21)
Expresan N. Elías y J. Scotson (2016) que el grado de cohesión interna en un sector social tiene gran importancia en la relación de fuerzas entre los grupos. El trabajo detenido en la cuestión de la identidad del grupo estuvo orientado, probablemente, a lograr reconocimiento mutuo y cohesión para favorecer la conquista del espacio.
La apropiación supuso un trabajo ritual en torno al territorio para convertirlo -cada sábado- en el espacio propio, colectivo, de las mujeres: quitar las cacas de caballo, limpiarlo, pintarlo, marcar las paredes con el nombre; sacar del salón el dispenser de agua y los elementos para la práctica deportiva. Prácticas que se fueron reiterando, sosteniendo, cada sábado desde hace cinco años y de manera cíclica, y que fueron construyendo -gracias a esta persistencia- condiciones de poder nuevas para el ejercicio de la práctica deportiva. Es lo que puede observarse en una nota de campo: Aparecen los chicos, miran desde lejos, no ingresan a la cancha, están por fuera. (...) Hay un espacio que es reconocido, respetado. Pero cuando nadie está, se vuelve potrero, espacio para prender fuego (dice July que queman cables para sacar el cobre). (2/10/21)
Aparece aquí que el espacio apropiado es espacio-tiempo, está atado a ese fragmento de temporalidad que ocurre los sábados a la mañana. Al concluir ese plazo de tiempo, parecería perder el hechizo, volver a la normalidad, a los guiones de género dominantes.
Ahora bien, ese espacio-tiempo, mientras dura, es la posibilidad provisoria de construcción de sentidos-otros, otros vínculos. Expresa P:
Entonces yo les decía de la importancia de llamarnos por el nombre y dejarnos de decir cosas que nos molestan o nos hieren, y entonces empezamos con solo eso. Fue bueno, porque en un momento siempre dicen: No, así no nos podemos tratar...nos tratemos de otra forma…, a veces se olvida, jaja, pero ellas se van respetando, van construyendo nuevos lazos (Entrevista con P, referente de Abriendo la Cancha, Barrio Müller, 6/8/21)
Se da, así, una subversión (Rockwell, 2018) en relación a simbolismos dominantes. Se trastoca el orden previsto para habilitar lógicas ligadas a la amabilidad, el cuidado y el reconocimiento del/la otro/a, buen trato.
Cabe mencionar que la participación adulta, en esta experiencia, no es menor. El espacio construido es, de algún modo, promovido y custodiado por el grupo de mujeres que son externas a la realidad barrial. El colectivo, posicionado desde el feminismo y una perspectiva de derechos imprime ya un horizonte de sentido, unos contornos que invitan a transgredir ciertas prácticas y representaciones de género dominantes. Es este cuerpo colectivo adulto el que contiene y protege el goce y ejercicio del fútbol por parte de estas niñeces.
Reflexiones finales
Una mirada detenida, con lentes de clase y de género, en las condiciones del lugar -en cada lugar- lleva a visibilizar la trama de separaciones, expulsiones, jerarquizaciones y desigualdades que se asientan en distancias, falta de recursos, elementos básicos y espacios inseguros. Podríamos referirnos -apelando a un término lúdico- a una carrera de obstáculos que debieran jugar NNyA (y sus familias) para el ejercicio de prácticas corporales en espacios verdes públicos, donde no son pocos los factores negativos que deben ir conquistando o cumplimentando para el goce de la recreación y el disfrute. Si de repente acceden a cierta condición favorable, aparece otra traba que las/os lleva de nuevo al inicio del juego. El goce, el movimiento, el encuentro con otras/os aparece no pensado ni planificado para estas niñeces y adolescencias en la ciudad.
En otro orden, gestiones desde las propias familias, intra vecindad, toman y crean espacios propios donde lo público parece reverdecer. Comedores, escuelitas de fútbol, merenderos y otras organizaciones sociales dan contención y proponen el encuentro en torno a un plato de comida y, también, a diversas prácticas corporales. Miradas adultas -en general de mujeres- atienden las necesidades y deseos de niñas, niños y adolescentes y acompañan el ejercicio del deporte, del juego y la danza.
La propuesta en relación al fútbol femenino que hemos analizado conlleva un propósito transformador de sentidos naturalizados (por ejemplo, aquel que indica que este deporte es para varones), muros mentales difícil de derribarlos. Aparece aquí, en la dirección propuesta por Cachorro (2013), una práctica corporal que condensa sentidos que rebalsan lo propio del deporte y que parecieran tejer urdimbres de otros modos de estar -juntas- en el mundo.
Pero estas iniciativas -de adentro y de afuera de cada territorio- no son suficientes, y se sostienen a pulmón por personas que dedican muchas horas de sus jornadas a estos espacios para otras/os, sin reconocimiento ni protección de ningún tipo. El estado cordobés, quien debiera dar respuestas materiales situadas y sistemáticas, se hace notar por su ausencia. O, más bien, aparece desplegando recursos, arterias y refaccionado iluminados espacios verdes en zonas estratégicas de la ciudad, en sintonía con cierto concepto de embellecimiento y propaganda.
Hemos interrogado estas estructuras y dinámicas espaciales que limitan y/o permiten, de manera diferenciada, el ejercicio de prácticas corporales y hemos hallado que NNyA no son meros actores/actrices pasivos/as, sino que tejen sus propios itinerarios, ejercen sus deseos y subvierten órdenes dispuestas desde otras/os. Participan, con marcas y grafías sutiles, en la politicidad de lo cotidiano.
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[1] Fecha de recepción: 09/09/2022. Fecha de aceptación20/12/2022
Identificador persistente ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25250841/ydrwzqa9m
[2] Centro de Investigaciones en Periodismo y Comunicación- CIPeCo, Universidad Nacional de Córdoba
Córdoba, Argentina
https://orcid.org/0000-0001-6339-9483
laura.simoni@unc.edu.ar
[3] Facultad
de Educación Física- Universidad Provincial de Córdoba, CONICET
Córdoba, Argentina
https://orcid.org/0000-0001-8417-5702
florenciapaez@upc.edu.ar
[4] Proyecto “Habitar, comer y jugar: experiencias de género y clase en la ciudad de Córdoba”. Consolidar II (Res. SECyT N° 266/18 y res. SECyT N° 411/18 referente al aval académico). Convocatoria 2018-2021. Directora: Dra. Juliana Huergo, Co-directora: Lic. Ileana Ibáñez.
[5] “Efectos del aislamiento social preventivo en el ejercicio del derecho a la salud en las infancias argentinas”, Beneficiado con financiamiento de la Convocatoria PISAC, de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación, dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Dir. Ianina Tuñón. Los equipos participantes en dicho proyecto estaban organizados en 9 Nodos correspondientes a diferentes regiones del país. El Nodo 5, al cual pertenecíamos, se ubicaba en Córdoba.
[6] “Formas de vinculación social en las prácticas profesionales de egresadas y egresados del Profesorado en Educación Física de la Universidad Provincial de Córdoba”, (MINCyT — Res. 00077; Dir. Ivanna Marcantonelli).
[7] El Barrio Cooperativa Familias Unidas, en la zona sureste de la Ciudad de Córdoba, está localizado dentro del área de cobertura del Centro de Participación Comunal (CPC) Empalme, y en la tercera sección del Barrio José Ignacio Díaz. Este plan de viviendas provincial responde a la gestión participativa de la “Cooperativa de Vivienda, Crédito y Consumo Familias Unidas” en la Mesa de concertación de políticas públicas del Gobierno provincial creada en 1992 durante el gobierno de Eduardo Angeloz (partido Radical). Actualmente, está conformado por 100 viviendas que ocupan cuatro manzanas. Además, cuenta con un Centro Vecinal, un comedor barrial, una Escuela primaria, un Centro de Salud Municipal (que atiende hasta las 12 hs), una plaza.
[8] Esta urbanización estatal forma parte de un conjunto de núcleos/sectores de viviendas localizadas en el noroeste de la ciudad de Córdoba, desarrollado a fines de los años 80 y principios de los 90 por el Instituto Provincial de la Vivienda (IPV) y denominado IPV de Argüello. Esta política fue implementada con el fin de responder a las necesidades de vivienda de familias provenientes de diferentes sectores de la ciudad. En este barrio la institución local que alojó nuestras indagaciones fue la Sala Cuna Cielito del Sur.
[9] Barrio Müller está ubicado al sudeste de la Ciudad de Córdoba. La población tiene, en mayor medida, trabajos informales: muchas/os son carreras/os, empleadas domésticas o realizan changas. El espacio de fútbol se realiza en un predio colindante al “Espacio para la Memoria, Promoción y Defensa de los Derechos Humanos Campo de la Ribera”, que es propiedad del mismo. En este lugar funcionó, durante la última dictadura militar, un Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio (desde diciembre de 1975 hasta mediados de 1978). Al desmantelarse, en junio de 1978, se ubicó allí la Prisión militar de Encausados. En 1986 el predio quedó abandonado hasta que en 1989 la gobernación instala allí tres establecimientos educativos que permanecieron durante casi 20 años. En 2010 se recupera el edificio y se inaugura como Espacio para la Memoria y Promoción de los DDHH gracias a la lucha de organismos de DDHH, vecinos/as y organizaciones barriales. Esta historia del lugar abriría desvíos reflexivos que podrían ser de interés, ya que hablan de disputas por el territorio, usos del mismo y apropiaciones. Sin embargo, decidimos sólo aludir a ella con brevedad para no alejarnos del eje del análisis.
[10] El estudio fue descriptivo transversal de abordaje mixto, con una muestra de NNyA asistentes a 19 de las 37 escuelas municipales de la capital cordobesa.
[11] Estudio realizado con niñas, niños y adolescentes entre 6 y 18 años, argentinos/as que residen en el territorio nacional. Se realizaron 4762 entrevistas en 5 áreas: Pampeana, Noroeste, Noreste, Cuyo y Patagonia.
[12] Al respecto, cabe mencionar que, de acuerdo con los datos registrados por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, los llamados a la línea 137 por violencias intrafamiliares y/o sexuales contra NNyA aumentaron un 20% durante la cuarentena, respecto al mismo período de 2019 y un 48% respecto de los seis meses previos (UNICEF, 2021).
[13] En el artículo “Infancias, adolescencias y pandemia. Cuerpos, espacios (im)posibles y la búsqueda de estar juntas/os en contexto de pobreza” damos cuenta de las múltiples violencias a la que están expuestas infancias y adolescencias, exacerbadas durante la pandemia (Páez y Simoni, 2022).