¿Alternativa (s) al agronegocio? Una lectura acerca de los vínculos entre producción familiar y agroecología en Argentina[1]


Alternative(s) to agribusiness? A reading of the links between family farm and agroecology in Argentina

María Elena Nogueira[2]

 

Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-No hay restricciones adicionales 4.0 (CC BY-NC 4.0)

 

Resumen

En este escrito importa poner en cuestión cómo algunos elementos asociados con la producción alternativa, esencialmente agroecológica, inciden en la caracterización social del sujeto de producción familiar en el contexto del agronegocio. Así, ciertos atributos del sujeto de producción familiar están -o continúan- en discusión. En estas notas, interesa mostrar cómo algunos aspectos que hacen a la producción alternativa, fundamentalmente agroecológica, pueden incidir en esa caracterización complejizando aún más su diversidad de origen. La perspectiva de análisis es cualitativa: se trabajó con una muestra intencional de artículos de prensa sobre experiencias alternativas de producción que han sido seleccionados a partir de los conceptos centrales de la discusión propuesta. Asimismo, se llevó adelante un proceso de codificación y análisis a partir de lo recogido en la muestra. Las reflexiones finales enfatizan la necesidad de considerar la cuestión de lo alternativo como un rasgo que, en la actualidad, da cuenta de un perfil posible de productora y productor familiar. Es relevante entonces abordar la producción familiar a partir de estos sujetos y sus trayectorias de vida.

Palabras clave: agronegocio, territorio, agroecología, producción familiar, Argentina.

 

Abstract

In this paper we are interested in questioning how some elements associated with alternative production, essentially agroecological, affect the social characterisation of the subject of family production in the context of agribusiness. Thus, certain attributes of the subject of family production are - or continue to be - under discussion. In these notes, we are interested in showing how some aspects of alternative production, fundamentally agroecological, can have an impact on this characterisation, making its diversity of origin even more complex. The perspective of analysis is qualitative: we worked with a purposive sample of press articles on alternative production experiences that have been selected on the basis of the central concepts of the proposed discussion. A process of coding and analysis was also carried out based on what was collected from the sample. The final reflections emphasise how necessary it is to consider the question of the alternative as a trait that, at present, reflects a possible profile of family producers. It is therefore relevant to approach family production from the perspective of these subjects and their life trajectories.

 

Keywords: agribusiness, territory, agroecology, family farm, Argentina.

 

A modo de introducción[3]

Como otros países de América Latina, Argentina es un país socialmente construido sobre el medio rural, especialmente en cuanto a los sectores agrícolo-ganaderos que han delineado la adaptación a determinadas estrategias de acumulación. En los últimos años[4] esa estrategia se identifica en la figura del agronegocio. En este escrito interesa poner en cuestión cómo algunos elementos asociados con la producción alternativa, esencialmente agroecológica, inciden en la caracterización social del sujeto de producción familiar en el contexto del agronegocio.

Las y los productores familiares tienen una tradición socio-productiva de larga data en el país. Asimismo, el interés por la producción familiar y los sujetos que la componen es un tema de importancia a escala regional (Carminagni, 2008, Bengoa, 2003). Es probablemente a partir de Reunión Especializada de la Agricultura Familiar (ReAF) en 2014 cuando el tema cobra mayor visibilidad en la agenda pública, particularmente asociado con experiencias de gestión pública, primero en Brasil y luego en Argentina (Manzanal y Schneider, 2011 y Nogueira y Urcola, 2015), pero toda la región tiene una enorme tradición de estudios sobre las problemáticas que rodean a la producción familiar, inicialmente en agricultura y luego, en el medio rural en general (Murmis, 1991). Ciertamente, cada territorio y/o región ha contribuido a una caracterización específica de la misma estableciendo diferencias en términos de aspectos socioeconómicos: qué y cómo se produce y, también, socio-culturales: cómo se percibe la lógica de la producción familiar, qué tipo de vivencias o experiencias de vida las sostienen. En el caso argentino, esto ha sido materia de ingentes y nutridas discusiones en el plano académico, pero también en términos de la intervención social (Archetti y Stølen, 1975, Bartolomé, 1975, López Castro y Prividera, 2011, Cloquell, 2007, Paz, 2006, Lattuada et al., 2015, González Maraschio y Villarreal 2020 entre otras[5]).

En los últimos años, una interpelación constante acompañó a la expansión del agronegocio. Interpelación manifiesta a través de movimientos sociales de carácter reivindicativo centrados en la defensa de los territorios a manos de sus habitantes originarios, centrados también en la defensa del ambiente, los bienes naturales y los derechos humanos (Svampa, 2016). Estos aspectos no resultan nuevos (Löwy, 2011, Altvater, 2011) pero han adquirido una enorme visibilidad mediática y en las redes sociales que favorece a su reconocimiento por parte de la sociedad en su conjunto. En este contexto de interpelación, lo alternativo al agronegocio comienza a ser un elemento, por un lado, diferenciador y, por otro, una respuesta posible a esa expansión masiva. Lo alternativo, en términos holísticos -como forma productiva, pero también como decisión de vida- comienza a aparecer con más fuerza entre los sujetos de la producción familiar, mostrando algunos rasgos novedosos en su caracterización. Para situar esta idea, que resulta uno de los aspectos transversales del escrito, se retomará a Biagini (2013), para señalar algunos elementos clave que se vinculan con el uso del vocablo “alternativo” en este caso: a) cosmovisión del mundo que cuestiona, b) conocimiento crítico y transformador, c) opuesto a la “mercadofilia y la re-occidentalización del mundo” (p. 55), y d) racionalidad periférica con capacidad “microrevolucionaria” (p. 56).

No es casual, además, que en el marco de la pandemia que atravesó el mundo desde marzo de 2020, esta categoría siempre “viva” de producción familiar, continúe disputando (nuevos) sentidos. De ello dan cuenta varios talleres de discusión llevados adelante entre marzo y junio de 2021, webinarios y charlas a través de medios digitales, etc.[6] Otra vez, la agenda académica, pero también política, de la producción familiar, está en el aire.

En este contexto surge la reflexión que sigue, como una indagación acotada acerca de aquellos matices que atraviesan a los sujetos de la producción familiar. Se sostiene que uno de esos matices está dado por el rol de lo alternativo en términos amplios, específicamente considerado a partir de las formas productivas agroecológicas. En las líneas que siguen, y a partir de la exploración de un conjunto de experiencias recientes, se mostrará su relevancia como un elemento que, necesariamente, debe formar parte de las agendas de discusión actual.

Dicho esto, el escrito se compone de esta introducción y tres apartados. A continuación, se indican los aspectos teórico-metodológicos del trabajo. Luego, se introduce una breve caracterización del contexto del agronegocio y el rol de la producción dominante allí. En tercer lugar, se presentan los principales hallazgos en torno al análisis de la muestra de experiencias. Finalmente, se señalan unos comentarios de cierre que sintetizan lo anterior marcando, adicionalmente, la centralidad del contexto pandémico y pos-pandémico y su potencial vínculo con la posibilidad de reproducir lo alternativo.

 

Aspectos teórico-metodológicos

En términos metodológicos, el análisis que sigue se construye desde una perspectiva cualitativa en cuanto a su finalidad interpretativa acerca de un contexto social determinado (Vasilachis de Gialdino, 2014. Énfasis nuestro). En este sentido, el principal propósito es de carácter exploratorio y con un supuesto teórico particular: la incorporación de lo alternativo como un elemento disonante y habilitador de la construcción social.

Debe mencionarse la gran relevancia que supone la discusión de la producción familiar en el contexto actual. Se recupera la idea de contexto para situar esta discusión en los alcances actuales del agronegocio. Tal como afirma Van Der Ploeg, los contextos de comprensión de los fenómenos sociales, en este caso asociados con el mundo rural, no puede ser polarizados. La polarización de los modelos de análisis puede provocar falsas dicotomías o, mostrar cierto inmovilismo en la realidad social que resulta, en verdad, una quimera. En este sentido, no es posible observar el objeto de estudio en términos de producciones modernas (agronegocio) y producciones tradicionales (campesinas). Un conjunto de elementos necesariamente atraviesa estos polos: decisiones económicas, decisiones de vida, movilidad geográfica, organización familiar, etc. En este sentido, advierte el autor, las prácticas agrícolas se ordenan en torno a uno u otro polo.  De hecho, a partir de un supuesto de heterogeneidad del mundo rural, construye “grados de campesinidad” sobre dos ejes fundamentales: producción y reproducción. A través del primero, se observarán los recursos adquiridos o propios y/o autocontrolados y, en el caso del segundo, la posibilidad de autodesarrollo o movilización de recursos externos. De este análisis, se menciona una tipología de al menos 5 posibilidades (productores “dedicados”, agricultores empresarios, agricultores “medios”, campesinos, y sujetos con productividad laboral) (pp. 202-203) [7]. La hipótesis de su trabajo recupera como central lo cambiante de la condición campesina (Van Der Ploeg, 2008, pp.34-37). Así, señala que “lo específico del campesinado es que la autonomía y el progreso se crean, a través de la coproducción del ser humano y la naturaleza viva” (Van Der Ploeg, 2008, p.37. Énfasis nuestro). Si bien aquí no se considerarán sujetos estrictamente campesinos (sin trabajar esta hipótesis, se volverá a este punto más adelante), estos aspectos respecto de la coproducción humana en una forma específica de vincularse con la naturaleza resultarán centrales. Se considera que esta cuestión, de carácter teórico, es central también en términos metodológicos, pues buena parte de la discusión sobre el campesinado reaparece en estos contextos (Paré, 1991, Calva, 1988, Van Der Ploeg, 2008, Paz, 2006, Rubio, 2018).

Más allá de la revisión literaria específica de la temática, las reflexiones que siguen se sostienen en la selección y análisis de experiencias centradas en la agroecología a partir del relato de medios de prensa digitales: La Vaca y La tinta respectivamente. Se indica que se trata de medios no dominantes, alternativos, digitales o de tiradas reducidas, auto-financiados o cooperativos. En los suplementos “rurales” de prensa más masiva, estas experiencias están mucho menos destacadas o incluso invisibilizadas. Por tanto, dicha revisión y, asimismo, la decisión acerca de las experiencias que se incorporan en la muestra que da lugar al análisis, es estrictamente intencional y en relación, primero, con el supuesto teórico del que parte este escrito: lo alternativo como un elemento que interpela al agronegocio y, en segundo lugar, se ha considerado que cada una de las experiencias seleccionadas tengan como actor fundamental a la familia, no en el sentido estricto de consanguineidad sino especialmente en cuanto a la constitución del hogar y la reproducción de la actividad económico-productiva y, finalmente, éstas se encuentren establecidas en la zona pampeana, zona núcleo de la producción agrícola como se podrá observar a continuación.

Con estos criterios, se han seleccionado y analizado los relatos de diez experiencias situadas en el corazón productivo de la zona pampeana (Figura 1). Las mismas son las siguientes: Orgánicos de mi tierra. Almacén de Alimentos y productos; Viva el monte. Proyecto Familiar; Proyecto Bohemia, Danilo, productor de Colonia Caroya; Pueblo Mampa; Sol y Luna; Granja Naturaleza Viva; Fabián del Grupo de Productores de Guaminí; Mauricio del Grupo de Productores de Guaminí y Red Provincial de Productores Agroecológicos Nueva Semilla[8]. Como señala Vasilachis (2014), cada una de estas han sido recuperada a partir de “los sutiles matices de las experiencias vitales” (p.29). Para este estudio se ha elaborado una primera codificación de aspectos recuperables para el análisis a través del uso de Atlas.ti. 

 

Figura 1: Región Pampeana (Argentina)

Fuente: INTA-CIPAF (2011). [9]

Del análisis de las experiencias propuestas se han construido los siguientes códigos: tipo de consumidor, definiciones de vida, emprendimiento exitoso, gestión de experiencias, alimentación como derecho y productos. Cada una de las experiencias mencionadas fueron consideradas documentos primarios. En términos globales, estos códigos se vinculan con las dos grandes dimensiones que nos interesa explorar: lo alternativo interpelando las formas de producción y lo alternativo interpelando las formas de vivir (vivencias). De este modo, podremos establecer una vinculación entre estas dos dimensiones y cada uno de los códigos resultantes del análisis (Figura 2):

 

Figura 2: Codificación

 

Por las características propias del análisis propuesto, los hallazgos de este escrito no resultan, por supuesto, generalizables. Asimismo, se inscriben en un conjunto de investigaciones que recuperan estos mismos o similares aspectos (Gutiérrez Aguilar, 2017, 2018 y 2019, Wahren y García, 2020, entre otras contribuciones). Sin embargo, se considera relevante en cuanto contribuyen a la incorporación de este tipo de dimensiones en el marco de las actuales discusiones sobre las y los productores familiares y sus lógicas constitutivas y, asimismo, resultan ese matiz que se expresa sólo a través de las experiencias vitales mostrando, así, una posibilidad de pausa en la reproducción del modelo dominante. A continuación, se señalarán aspectos contextuales -en el sentido expuesto al comienzo-respecto de las lógicas sostenidas por el agronegocio.

 

El territorio en cuestión: agronegocio y alternativas en la pampa húmeda[10]

Como se mencionó, Argentina es un país en cuya historia el medio rural ha estado siempre muy presente. Se destaca el gran protagonismo del sector agropecuario en particular en términos políticos y económicos. Desde su conformación como Estado Nación, pero incluso antes, el capitalismo agrario dependiente (Ansaldi, 1983) marcó la senda del desarrollo económico. El sector agropecuario, primero ganadero y luego granario, se consolidó como dominante a partir del modelo agroexportador que orientó la vida política y económica del país hasta la crisis de 1930.

Desde entonces, la estructura social agraria ha estado formada por actores diversos que se han ido transformando conforme se modificaron las estrategias de acumulación. Considerar los sujetos sociales que conforman dicha estructura social resulta una compleja labor, especialmente si se consideran específicamente los sectores vinculados con la producción familiar. Al abordarlo, podemos encontrar grandes diferencias, aunque coexistan productores medianos capitalizados (habitualmente denominados chacareros[11] en el caso del centro y litoral del país), hasta productores familiares minifundistas (que podríamos denominar campesinos). Estas etiquetas cobran relevancia solo como punto de partida, la realidad que intentan reflejar resulta difícil de ilustrar en diversidad y número.  

Aunque las estrategias de acumulación han ido variando a través del tiempo, el sector agropecuario siempre ha tenido un rol más o menos importante en la toma de decisiones políticas y económicas (Schvarzer, 1996 y Bellini y Korol, 2014). Durante los últimos veinte años, el patrón de crecimiento de la economía tuvo al sector agropecuario como eje estructurador, especialmente a los sectores exportadores con éste vinculado.

De acuerdo a Gras y Hernández (2013), el agronegocio no responde a una realidad territorial específica, tampoco a un cultivo, o un actor en particular. Supone una serie de atributos que de forma vincular organizan una lógica económico-productiva específica con efectos multidimensionales. Las autoras destacan los siguientes elementos centrales: 1) transectorialidad, 2) priorización del perfil global del consumidor, 3) generalización del papel del capital en los procesos productivos, 4) estandarización de las tecnologías y 5) acaparamiento de tierras. En otras palabras, acciones que favorecen un proceso de acumulación por desposesión, especialmente a partir de los dos últimos puntos mencionados (Harvey, 2005, Van Der Ploeg, 2008 y Sassen, 2015). Análisis recientes señalan dos factores que “renuevan” la cuestión de la adquisición de tierras: En primer lugar, la enorme demanda de cultivos agroindusriales y alimenticios -como deja en claro la caracterización de Gras y Hernández antes mencionada-. El segundo, “la creciente demanda de tierras y el notable aumento de los precios globales de los alimentos en la década del 2000 hicieron de la tierra una inversión deseable, incluso por razones especulativas” (Sassen, 2015, p. 96. Énfasis nuestro).

Para el caso argentino, el Censo Nacional Agropecuario de 2018 contabiliza un total de 37.400.000 hectáreas cultivadas. De ese total, además y según un dato reciente y sin discriminar por cultivo, Argentina posee alrededor de 28.000.000 de hectáreas con uso de glifosato[12]. Esto último ha generado numerosos movimientos de resistencia a su aplicación por la extensión de diferentes patologías asociadas directamente con el modelo y en particular con el uso de productos agrotóxicos.

Si bien la modernización agrícola (en términos de aplicación de tecnología al agro) comienza en Argentina hacia los años de 1960, es a partir de los años de 1990 cuando se consolida el agronegocio e incluso se aplican una serie de políticas de carácter sectorial que “dejan hacer” sin mayor control del Estado en las esferas económica, productiva y social (Lattuada et al., 2015).

Tal como menciona Craviotti (2014 y 2017) en este país no parece posible la “coexistencia armónica” del agronegocio con la agricultura familiar, tanto en el plano material como “desde un punto de vista conceptual, por el debilitamiento o no reconocimiento de los saberes campesinos” (2017, pp.168). La autora recupera los argumentos de Mançano Fernandes al señalar que “(…) existen dos paradigmas: el de capitalismo agrario, que propone superar las desigualdades existentes a través de la «integración» del campesinado o «agricultor de base familiar» al mercado capitalista, y el de la cuestión agraria, que tiene a la lucha de clases como punto de partida y apunta a la superación del sistema imperante” (Craviotti, 2017, pp.168).

El sujeto productor, en este contexto, tiene un rol ambivalente (Nogueira, 2020). Por un lado, porque en buena parte no participa o reproduce sus lógicas sociales y/ o económicas de funcionamiento. Por otro, porque en la institucionalidad rural asociada al mismo en el marco del poder público, del Estado, su presencia ha sido muy residual. En este sentido, y para clarificar esta afirmación, es necesario definir algunos rasgos de ese sujeto.

De acuerdo a Schiavoni (2010), la producción familiar resulta una categoría de raíz europea que se incorporó en América del Sur en los años de 1990 y de la mano de Brasil, con una fuerte tradición sindical y de organizaciones de la sociedad civil de desarrollo rural. Ese momento de “circulación” de la categoría coincidió con la expansión del modelo de agronegocio y, en forma paralela, la retracción del Estado en materia de intervención económica. Sin embargo, y en forma previa, no puede desconocerse la incidencia de los estudios acerca del campesinado en toda América Latina y en especial de algunos países, que datan de por lo menos una década antes (Bengoa, 2003). La producción campesina como un sujeto histórico, político y económico tiene enorme incidencia en aquello que se discute en la actualidad en el amplio marco de la producción familiar.[13]

Durante un tiempo, dicha discusión se concentró en aspectos económicos: desde considerar la producción campesina como un modo de producción mercantil simple centrado en la explotación del trabajo familiar, hasta discutir sus posibles adaptaciones el capitalismo en términos de un pequeño burgués, por ejemplo (Calva, 1988). No se abundará demasiado en esta línea de investigación, pero si se retomará la hipótesis de Van Der Ploeg (2008) señalada en forma previa: es decir, la relación entre el sujeto que produce y la naturaleza. En este marco, el análisis de Paz (2006) es revelador: se recupera al campesino como un sujeto polifácetico, de “múltiples necesidades y actores” (2006, p.78). El autor se pregunta: si el campesino ya no provee mano de obra barata, favoreciendo procesos de proletarización urbana como antaño, ¿cuál es su rol? La pregunta podría reformularse incluso de manera sencilla: ¿qué es un campesino hoy? O incluso ¿quién es un campesino hoy? En un clásico texto de los años de 1990 Murmis dejaba algunas palabras clave para pensar la producción campesina: heterogeneidad, exclusión, vulnerabilidad (Murmis, 1991).

Para el caso argentino y sin desconocer la gran discusión y variedad de posiciones al respecto, se retomará una definición más restringida y segmentada proveniente de dos trabajos (Obschatko et al. 2006 y Obschatko 2009) en el marco del Proyecto de Desarrollo de Pequeños Productores Agropecuarios (PROINDER) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICCA). A partir de estos estudios, “productor familiar” quedó homologado a “pequeño productor” (PP).[14]

Esta definición fue quizá la que mayor circulación tuvo -y tiene- en cuanto a las políticas públicas y proyectos de desarrollo, pues permitió la cuantificación de las explotaciones y los productores. El citado estudio de 2009, identifica 251.116 explotaciones de agricultura familiar (75.3% del total del país), con una superficie de ocupación de 30.9 millones de hectáreas (17.7% de la superficie explotada en el país).

Del censo de 2018, se dispone de algunos resultados preliminares y por región, pero no nos permiten comparar la cifra previamente mencionada (Propersi et al., 2019 e INDEC, 2019). Sí podemos mencionar que se censaron 250.881 explotaciones totales, mientras que las de 2002[15] fueron 333.533. De esta información intercensal puede observarse con rapidez que desaparecieron 82.652 explotaciones. Es un dato absoluto y sólo puede tomarse como referencia inicial, pero supone la consolidación de un proceso de concentración económica que ya podía observase en 2002: cada vez hay menos explotaciones, pero más grandes en superficie. Estas cifras se ratifican, para el caso santafesino, por dos de las autoras citadas, en un estudio posterior (Albanesi y Propersi., 2021). Se reflejan tendencias parecidas en los resultados para la provincia de Córdoba (de donde provienen la mayor parte de las experiencias mencionadas). Soto et al. (2021) señalan que “el análisis intercensal realizado para la provincia de Córdoba pone de manifiesto la plena vigencia de un modelo productivo de mediana a gran escala, basado en la agricultura de tipo industrial, concentrador de renta agraria y de tierra, expulsor
de población rural y generador de un enorme pasivo ambiental” (p. 278).

Se podría argumentar que estos datos no nos hablan en verdad y con certezas, de transformaciones en materia de explotaciones de tipo de familiar. Es evidentemente imposible garantizar que ese resultado general sea estadísticamente significativo para trabajar en términos sectoriales. No obstante, de acuerdo a algunos análisis regionales, es posible inferir que un número importante de fincas asociadas a la producción familiar se encuentran en ese total.

Aun considerando este planteo general, debe enfatizarse la enorme diversidad y heterogeneidad de la producción familiar al considerar distintas dimensiones: productivas, económicas, sociales, culturales, sólo por mencionar algunas. Esta diversidad se vincula, en parte, con la heterogeneidad del país en términos territoriales y con distintos modos de producir en términos amplios.

En síntesis, y aún con ciertas incertidumbres, la producción familiar tiene como rasgo central la intervención directa en la producción, la gestión global del establecimiento tanto de forma propia, como a partir de los miembros de la familia (nuclear, pero también extendida) y con grados de capitalización diversos (que pueden ponderarse de acuerdo a la actividad y con o sin acceso a la propiedad de la tierra) (Nogueira, 2020).  

Un rasgo que se considera muy relevante, que no aparece como atributo específico en los estudios que han sido mencionados, es el modo de producir característico de la producción familiar. Este es un punto importante pues es un aspecto que indica, en algunos casos, resistencia ofrece en términos del modelo productivo dominante. La expansión de la producción agroecológica[16] tiene una enorme trascendencia en este tipo de productores. Ésta ha contribuido a vehiculizar una construcción política en y entre las y los productores familiares con demandas específicas que la articulan: cuestiones de género, cuestiones étnicas e identitarias, por ejemplo. Se desarrollará este aspecto a partir del relato de experiencias a continuación.

 

Narrando experiencias alternativas desde la agroecología

Como pudo verse en el apartado anterior, el agronegocio se sostiene en una la lógica asociada con el progreso excluyente que supone la modernización de carácter positivista[17]. De este modo, se presenta como un modelo jerárquico y convencional. Sin embargo, y a pesar de los datos empíricos que manifiestan su expansión, tiene un enorme interés preguntarse acerca de posiciones alternativas, otras posiciones, otros modelos de producir y de vivir que caben en el mismo contexto.

Sevilla Guzman (2006) menciona una relación “dialéctica” generada entre aquello que se denomina, por un lado, pensamiento convencional y, por otro, alternativo. Esto supone una relación compleja, recíproca y transformadora. De acuerdo con este autor, esas alternativas que enfrentan lo convencional tienen una identidad compartida por los siguientes rasgos: se sitúan en un tiempo histórico, ejercen una crítica a lo convencional a partir de los efectos sociales y ambientales y resisten la mercantilización a partir de luchas populares.

Es importante destacar que esas luchas populares se inscriben actualmente en contexto de ambientalización (Svampa, 2016). Esta autora sostiene que dicho proceso tiene como correlato un necesario cuestionamiento a los modelos extractivos o neoextractivos y en definitiva a su metanoción abarcadora: el desarrollo. Las luchas populares interpelan los modelos económicos neoextractivos, y altamente excluyentes, que se han ido reproduciendo en el marco del desarrollo. Como indica Svampa con claridad,(…) los impactos territoriales de los proyectos extractivos, al servicio de la exportación masiva de commodities, produjeron un aumento exponencial de la conflictividad socio-ambiental, generando importantes resistencias en los territorios. En ese contexto de creciente conflictividad, asistimos a una problematización de lo que se entiende por desarrollo” (Svampa, 2016: 368).[18]

Las posiciones alternativas, entonces, no sólo se identifican como una opción de carácter productivo, sino que también lo hacen a partir de la praxis política en términos amplios, en la resistencia. Las experiencias aquí recuperadas se autoidentifican con una opción de lo alternativo: la agroecología.

Aunque en este caso, este escrito recupera experiencias a nivel micro, situadas espacial y temporalmente, es posible advertir un proceso constante de crecimiento de circuitos productivos centrados en lo alternativo. Una plataforma sugerente en este sentido resulta la Red Interregional de Nodos de Consumo Agroecológico. Un espacio colaborativo en el que se construyen, en forma colectiva, “rutas sanas del alimento”. Esto implica que los productores pueden situar su finca o producto en un mapa interactivo que amplía su visibilidad. La plataforma señala: “La revolución agroecológica ya tiene su mapa”. A continuación, se presenta el mapa interactivo (Figura 3).

Figura 3: Mapa Interactivo - Red Interregional de Nodos de Consumo Agroecológico

Fuente: Red internacional de consumo agroecológico. Disponible en  https://lasrutassanasdelalimento.wordpress.com/.

Lo alternativo se inscribe entonces en un territorio de disputa en un sentido amplio. En las experiencias analizadas disputan territorio geográficamente, promoviendo otro uso de la tierra (para producir, pero también para vivir) y disputan producto, en cuanto al valor alimentario de los bienes generados y la relación respetuosa de estos con el ambiente y sus elementos naturales.

En esas disputas la agroecología, o mejor aún, las y los productores agroecológicos, producen y transmiten saberes. El origen de estos saberes -intencionalmente evitamos el uso del término disciplina- es heterogéneo. Sevilla Guzmán (2006) reconoce distintos aportes que contribuyen a la formación agroecológica, especialmente situados en el sur (apelando a la conceptualización de de Sousa Santos, 2018). Desde la pedagogía del oprimido de Freire hasta la recuperación de los estudios sobre el campesinado de los años de 1960 y 1970, existe una importante cantidad de líneas de trabajo que contribuyeron a la actualidad de este campo. Es interesante observar, por ejemplo, que los estudios sobre el campesinado han abordado al sujeto “campesino” como un sujeto histórico y/ o social. En este marco general, el trípode producción/ etnia/ ambiente, se encuentra desconfigurado (Bengoa, 2003). Como indica Sevilla, “la mayor parte de la literatura de la nueva tradición de estudios campesinos continuó con el debate histórico sobre la cuestión agraria del siglo XIX separando esta de las dimensiones étnica y ambiental” (2006, p. 180).

En este sentido, la agroecología resulta una alternativa en cuanto estas tres dimensiones convergen para generar una alternativa productiva, ambiental y comunitaria. Es importante destacar que esa convergencia es la que define en particular al campo. En términos productivos, y desde esta posición, la sustentabilidad productiva se sostiene en los aspectos que señalamos a continuación: a) integralidad: interdependencia de las distintas actividades productivas con el fin de garantizar el bienestar de la comunidad; b) armonía y equilibrio entre ecosistemas; c) autonomía de gestión y control  por parte de la comunidad[19]; d) minimización de las externalidades negativas: democratización de los intercambios, e) mantenimiento y potenciación de los ciclos cortos (proximidad), y d) utilización del conocimiento local vinculados a los bienes naturales (Sevilla Guzman, 2006).

Pero también, la agroecología supone una construcción política. Política en términos amplios, orientada a la construcción de vida comunitaria, re-interpretando las relaciones de poder que sostiene el pensamiento hegemónico. En este sentido, las trayectorias de lucha de las distintas poblaciones originarias en América del Sur y el Caribe se constituyen como un ejemplo de una construcción comunitaria histórica, situada territorialmente, reproduciendo unas relaciones de poder con foco en los sistemas naturales. En este sentido, los y las productoras agroecológicas/os son sujetos políticos. Estos aspectos hacen a las dimensiones no económicas, a los aspectos de las trayectorias colectivas, familiares, los vínculos históricos con el territorio, etc.

En Argentina, y en el contexto del agronegocio, estos sujetos están vinculados con la agricultura familiar, tal como fue advertido en el primer apartado de este escrito. Históricamente, estos sujetos suelen estar asociados con las luchas por otro modelo productivo. Pero, es cierto que la categoría es amplia, reproduce distintos lenguajes y su historia no es unívoca. La agricultura familiar es en este sentido una categoría o más bien, un sujeto, en tensión (Nogueira, 2020). Esto implica que la dialéctica mencionada al comenzar este apartado se reproduce también en términos de los sujetos. De este modo, y en forma esquemática, un campesino es la antítesis de un chacarero[20] y, aun así, ambos podrían formar parte de la agricultura familiar.[21]

En las experiencias analizadas, se invierte el término: la familia es la que tiene centralidad y articula -en pasado y presente- el carácter productor asociado con los territorios rurales en los múltiples bienes que se producen. No son excluyentemente agricultores: sus productos (bienes y servicios) no se vinculan, en todo caso, sólo con la agricultura sino con la naturaleza, y especialmente con el territorio que habitan en sentido amplio. Tras el código Producto, se han detectado al menos 18 menciones: frutos del monte, piquillín, chañar, arrope de algarroba, cítricos, maíz, amaranto, quínoa, zapallo, cilantro, cúrcuma, jengibre, chía, variedad de tomates, ganadería, tambo, nueces, harina integral, azúcar integral, mate cocido, te, vid, quesos, girasol, trigo, soja orgánica, aromáticas, medicinales, etc. [22]

Estas familias productoras se identifican con la agroecología como modelo productivo, social y político, aunque el eje articulador continúa siendo el acto de producir, la producción concretamente. En este sentido, los aspectos de los análisis clásicos sobre la producción familiar (campesina o no) siguen siendo de relevancia, pues guardan coherencia con este autorreconocimiento. Esto se observa en el análisis de los términos con mayor densidad en los relatos de las experiencias, tal como queda ilustrado en la figura 4.

 

Figura 4: Nube de Palabras

Fuente: Elaboración propia en base a Atlas.ti.

 

Asimismo, lo productivo se vincula con aquello que productoras y productores reconocen como un Emprendimiento exitoso: “comercio más solidario para quien consume y produce”, “cooperativismo”. Es decir, la obtención de ganancia en el sentido capitalista del término no forma parte de consideración del éxito en estos casos. Evidentemente existe una necesidad real de obtención de un ingreso que permita reproducir la actividad, pero la obtención de renta no es el aspecto definitorio del éxito. Esto también aparece en el código Gestión de experiencias: “trabajo comunitario”, “sentido de pertenencia”, “granjas integrales”, “Cajón verde”, “productor agroecológico”: las formas empresariales de gestión de la actividad económica no aparecen reflejadas en términos discursivos. Esto no implica, sin embargo, que no se trate de productores con un amplio manejo de tecnología, redes sociales, comercio digital, etc. Aunque, las formas de conectividad puedan ir variando de acuerdo a los territorios. Finalmente, el perfil del Consumidor resulta un verdadero desafío para este tipo de producción: se trata de un consumidor que aún podría denominarse “calificado”. Esto es, que conoce y reconoce lo que implica una producción de carácter alternativo. Si bien es cierto que el comercio de proximidad ha tenido un repunte relevante conforme a las redes sociales, el comercio electrónico, y en el último tiempo, la pandemia -dadas las no condiciones de circulación durante períodos prolongados-, no se trata aun de una demanda generalizada y se moviliza por contactos y “boca a boca” en muchas oportunidades (Viteri et al, 2020 y Urcola y Nogueira, 2020).

Más allá de la centralidad de lo productivo, y de lo productivo en el marco de una estrategia familiar, aspectos sociales y, sobre todo, políticos en el sentido antes expuesto aparecen en los discursos analizados. Dos códigos han sido centrales en este sentido: Definiciones de vida y Alimentación como derecho. Quizá lo más relevante -siempre en términos discursivos- resulte apelar a la idea de que “consumir en un acto político”. Esto es, a juicio de quien escribe, un aspecto nodal que no debe soslayarse. Implica una relación circular y de reciprocidad entre el consumo y la vida política que tiene, como escenario de fondo, la cuestión productiva. Podría modificarse la frase y sentenciar que “producir y consumir responden a una lógica política”. Lo político es aquí crear comunidad, establecer vínculos de solidaridad entre quienes habitan un territorio. Esa comunidad se crea produciendo de forma agroecológica incorporando a la naturaleza y, por tanto, al territorio, como una dimensión de cuidado. Cuando un consumidor decide consumir un producto agroecológico está apoyando este modo de producir (y viceversa, al elegir otro tipo de producto). Lógicamente esta decisión no es fortuita, se encuentra profundamente influenciada por el contexto, las formas de vida y las condiciones de acceso a esos bienes y eso resulta un elemento de enorme politicidad. El agronegocio, por su parte, no considera al consumidor en estos términos, no lo hace en todo caso a partir de esta relación circular y recíproca antes mencionada, lo hace como receptor aséptico, como alguien que consume sin más. Ese es el consumidor global que antes se mencionó a partir de Gras y Hernández (2013). Se ha señalado también dicha politicidad bajo el código Definiciones de vida. Podría decirse que es el punto de partida. Luego, se encuentran definiciones tales como: “revalorización de saberes”, “tecnologías para producción sustentable” “respetando la diversidad y la cultura”, “el alimento nativo como esencia de otro horizonte” entre otras (véase Figura 5). Como se intuirá, estas referencias están en relación directa con los planteos agroecológicos, con las formas de producir, y, en definitiva, con la idea primigenia de que “consumir es un acto político”.

Un aspecto interesante a tener en cuenta es la cuestión territorial. Las experiencias sobre las que surgen estas reflexiones se encuentran en la zona pampeana, la denominada “zona núcleo” del agronegocio. Es cierto que la extensión del monocultivo y el desmonte como rasgo identitario del modelo se ha extendido en todo el país, pero resulta un dato a considerar estas experiencias también en este territorio.

Código de análisis

Discursos

Tipo de Consumidor

“un perfil de consumidor con tendencia a lo orgánico”, “consumidores esporádicos”, “productos no contaminados”

Definiciones de vida

“consumir es un acto político”, “revalorización de saberes”, “tecnologías para producción sustentable” “respetando la diversidad y la cultura”, “rechazo a la explotación laboral” “el alimento nativo como esencia de otro horizonte”, “alimentación sana, agroecológica u orgánica”, “inicialmente fue una búsqueda para la alimentación familiar”, “no dependencia de semilleras internacionales”

Emprendimiento exitoso

“fuimos sumando laburo, herramientas, pasamos de moler con mortero a tener un pequeño molino y así”, “comercio más solidario para quien consume y produce”, “cooperativismo”.

Gestión de experiencias

“producir alimentos sanos y nutritivos, que ellos mismos consumen y del que venden excedentes” “Agroecología en estado puro: energía del suelo respetando el equilibro ancestral”, “trabajo comunitario”, “sentido de pertenencia”, “granjas integrales”, “Cajón verde”, “productor agroecológico”, “intercambiar experiencias productivas”.

Alimentación como derecho

“La alimentación como derecho, no como exclusividad”, “soberanía alimentaria como horizonte”, “producir alimentos sanos”, “canasta sana completa”, “productos de la propia quinta”

Productos

Frutos del monte, piquillín, chañar, arrope de algarroba, cítricos, maíz, amaranto, quínoa, zapallo, cilantro, cúrcuma, jengibre, chía, variedad de tomates, ganadería, tambo, nueces, harina integral, azúcar integral, mate cocido, te, vid, quesos, girasol, trigo, soja orgánica, aromáticas, medicinales, “agricultura natural”.

Figura 5: Códigos y discursos

Fuente: Elaboración propia en base a Atlas.ti.

En síntesis, lo alternativo surge de la resistencia en el contexto de un modelo agro productivo excluyente. Las experiencias no son generalizables, pero indican un sutil matiz asociado con una interpretación distinta de los modelos productivos, la socialización y el vínculo con la naturaleza. Este matiz conserva en el centro de la escena un aspecto central de la agroecología: su reconocimiento como un modo de producir y de vivir. En estos discursos la relación familia-producción es central. Esto se mantiene, como se ha mencionado, desde los enfoques tradicionales. Este vínculo se encuentra enlazado por una interpretación de lo político situada en la vida comunitaria y el reconocimiento de la naturaleza. Es decir, si, como advertía Van Der Plog (2008), en un determinado tiempo y espacio, la agricultura se articula con la naturaleza y la sociedad, aquí, en estas familias productoras, esta articulación se comprende a partir del acto de producir y consumir desde una perspectiva política que asocia lo anterior con el vivir en comunidad revalorizando el territorio y la naturaleza.

 

Reflexiones de cierre

En esta breve comunicación se ha querido mostrar cómo ciertas experiencias alternativas se introducen en una realidad social enmarcada en el agronegocio. Se han recogido aquellas, algunas, consideradas sugerentes en ese sentido y que invitan a reflexionar sobre su caracterización y expansión. Esa reflexión, permite considerar la cuestión de lo alternativo como un rasgo que, en la actualidad, da cuenta de un perfil posible de productora y productor familiar. Es relevante entonces abordar la producción familiar a partir de estos sujetos y sus trayectorias de vida.

De manera simultánea, este análisis se realizó durante un contexto caracterizado por la emergencia sanitaria provocada por la pandemia por la enfermedad COVID-19. Esta situación extraordinaria se vincula en un doble sentido con la problemática que discute este escrito: 1) cuestiona indirectamente los efectos del modelo, su carácter excluyente en términos de acceso a alimentos saludables y, asimismo, sus efectos negativos sobre la naturaleza y 2) paradójicamente, vehiculiza parte de la producción agroecológica, saludable, de proximidad.

En este sentido, cierta valorización del acto de consumir en la ciudadanía en general habilita a considerar una leve transformación en materia de pautas de consumo. La apuesta al comercio próximo, la entrega domiciliaria, el cuidado de ambiente, el comercio “justo”, aparecen lentamente en las decisiones de los consumidores (Urcola y Nogueira, 2020 y Viteri et al., 2020). La pandemia resulta, de manera indirecta, un escenario auspiciante para la expansión de estas experiencias que, por supuesto, es incierto en su devenir.

Realizada esta advertencia, el eje estructurador de esta reflexión se vincula con la génesis identitaria de lo que se reconoce como alternativo y que presenta, como punto de partida, la tensión inherente en relación con el modelo del agronegocio. Agronegocio y Agroecología no pueden coexistir, tal como se mencionó al comienzo del trabajo. Lo alternativo introduce un interrogante respecto de la identidad de estos productores, en la mayoría de los casos, de estas familias productoras.

Esta construcción identitaria centrada en lo productivo, lo político y lo cultural se introduce como un elemento diferenciador de los sujetos. Como se señalaba, son productores de la agricultura familiar, pero no son los únicos bajo esa denominación. Quizá este sea un buen momento para deconstruir la agricultura familiar también desde estos nuevos sujetos y procesos que cada vez cobran más relevancia en el territorio. Y lo sea también para re-pensar la producción familiar como una categoría política. El punto de partida del proceso de elaboración de una política, pública, estatal, resulta el modo de concebir al sujeto de intervención. Habitualmente esta definición ocurre de un modo un tanto instrumental, aun siendo una construcción colectiva. En algún momento, empieza a mostrar debilidades para su interpretación e intervención, por eso se indica que, se trata de una categoría siempre en tensión (Lattuada et al, 2015, Nogueira, 2020).

En síntesis, estas instancias crecen en número y son cada vez más visibles, marcando no solo formas alternativas de producir, sino de socializar, de vincularse con la tierra, de comercializar. De establecer un vínculo con los factores productivos tradicionales atravesados por una concepción política que aquí ha sido referida como “comunitaria”. En las experiencias recogidas es posible comprender estos procesos a partir de una codificación que muestra cómo estos aspectos se relacionan entre sí. El punto de partida se encuentra entre los aspectos productivos (Emprendimiento Exitoso, Producto, Gestión de Experiencias, Tipo de Consumidor), que se consideran elementos centrales para definir los diferentes ámbitos sociales (familia, vínculos materiales y simbólicos, cosmovisión del mundo). Esto se observa en lo referido en los códigos Definiciones de vida y Alimentación como derecho. De esta manera, se plantea una relación bidireccional y recíproca entre los aspectos socio-productivos y los de carácter político. La interpelación al modelo no acontece estrictamente en términos de qué y cómo se produce, sino en cómo estos qué y cómo son definitorios en cuanto a las decisiones de vida, de vínculos con la naturaleza y, en definitiva, de construcción de comunidad.

 

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Anexo. Denominación, tipo y ubicación de la experiencia.

Deminación de la experiencia

Tipo de proyecto y Ubicación

Orgánicos de mi tierra

Colectivo de trabajo Autogestivo. Trabajo con pequeñas/os y medianas/os productores sin agrotóxicos. Provincia de Córdoba. Web de información: https://www.organicosdemitierra.com/

 

Almacén de Alimentos y productos

Fería Agroecológica quincenal . Provincia de Córdoba.

Viva el monte. Proyecto Familiar

Recolección de frutos del monte nativo de la Bio Region del Gran Chaco Americano. IG: @vivaelmontealimentosnativos

 

Proyecto Bohemia

Chacra agroecológica. Provincia de Chaco. Vinculación con La tierra sin mal. Web de información: https://proyectobohemia.wordpress.com/

 

Danilo, productor de Colonia Caroya

Granja de transición agroecológica. Producción de vid, frutales y animales. Provincia de Córdoba.

Pueblo Mampa

Proyecto de jóvenes huerteros. Provincia de Córdoba. IH: @pueblo.mampa.

Sol y Luna

Mabel y Maurido, productores de transición agroecológica. Provincia de Córdoba.

Granja Naturaleza Viva

Granja Biodinámica. Provincia de Santa Fe. FB: Naturaleza Viva, Granja Agroecológica y Biodinámica.

Grupo de Productores de Guaminí

Proyecto de 1300 ha de transición agroecológica. Provincia de Buenos Aires.

Red Provincial de Productores Agroecológicos Nueva Semilla

Red de Productores (Pueblo Mampa, Sol y Luna, Nueva Semilla…). Provincia de Córdoba.

 

Fuente: Elaboración propia en base a los artículos que forman parte de la muestra analizada.

 



[1] Identificador persistente ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25250841/1etr9enva

[2] Grupo de Estudios Políticas Públicas, Ruralidad y Ambiente - Universidad Nacional de Rosario y Universidad de Burgos

Rosario, Argentina y Burgos, España

https://orcid.org/0000-0001-6820-5721

mariaelenanogueira@gmail.com

[3] Este escrito es una versión re-elaborada de la comunicación: “Agronegocio, territorio y alternativas. Discusión acerca de la historia reciente de la producción agropecuaria en la pampa argentina”, presentada en el XVII Congreso de Historia Agraria –SEHA IX Encontro Rural RePort Despoblación rural, desequilibrio territorial y sostenibilidad, Salamanca-Zamora, del 28 al 30 de junio de 2021.

[4] En este texto se trabajan experiencias recuperadas entre 2016 y 2017. Sin embargo, el modelo del agronegocio tiene una larga historia en el país. Su punto de inicio podemos encontrarlo en los años de 1960 con la expansión de la denominada agriculturización que fue adoptando características diferenciales conforme el paso del tiempo.

[5] Esta acotada lista es totalmente intencional. Pretende ilustrar, y no agota, en absoluto, las innumerables contribuciones de los estudios rurales y agrarios a esta discusión.

[6] Se señala especialmente la relevancia de los talleres de discusión organizados por Grupo Sociología de la Agricultura Familiar de la Asociación Argentina de Sociología Rural.

[7] Es preciso mencionar que, dadas las fuentes de análisis de la reflexión que se presenta, no es factible realizar un análisis que replique estos escenarios. Sin embargo, su consideración dentro de los aspectos teórico-metodológicos que guían el escrito es de relevancia.

[8] En un Anexo se indica una breve descripción de cada una de estas experiencias.

[9] Se muestra aquí la división política del territorio en términos de orientación geográfica. Los aspectos climáticos, de uso del suelo y caracterización del ecosistema en general presentan, aun en la misma región productiva, diferencias.

[10] Este apartado toma como base a Nogueira, 2020.

[11] Productor agrícola, propietario o no de su finca, con distintos niveles de capitalización. Se trata de un sujeto socio-histórico de la pampa argentina cuya primera referencia puede encontrarse hacia finales del siglo XIX

[12] Al respecto, véase especialmente la nota de Darío Aranda, “Nuevo estudio vincula al glifosato con el cáncer, malformaciones y otros problemas de salud” en Página 12, https://www.pagina12.com.ar/275246-nuevo-estudio-vincula-al-glifosato-con-el-cancer-malformacio?fbclid=IwAR2oRX_HZEVPBzDbyGmuwV3bBrr2QJ_rKliM0_k4oUTX-D6LycKaYeNe9S8, 29/06/20.

[13] Algo parecido sucede con la denominada cuestión indígena, o incluso con la cuestión de género en el marco de los estudios rurales. En el caso que venimos referenciando, situado en las experiencias recogidas, nos hemos limitado a abordar la cuestión socio-productiva y no étnica o de género, lo cual, se considera, requeriría un tratamiento pormenorizado. De todas maneras, y para una actualización de las agendas de cuestiones en este sentido, la lectura de Bengoa (2003) es obligada.

[14] Un PP es aquel cuya explotación (finca) se caracteriza por la presencia de la mano de obra familiar (incluido el productor), en principio sin empleo de trabajadores asalariados permanentes (cuyo límite se fijó en dos). Con el fin de operacionalizar dicha categoría se recurrió a su segmentación de acuerdo a niveles de capitalización (heterogéneos territorialmente pues dependen en gran medida del tipo de producción).

[15] Se toma la referencia de 2002 pues el censo de 2008 tuvo grandes dificultades tanto en el operativo censal, como en la forma de obtener y tratar los datos.

[16] Para comenzar, se definirá la agroecología como “una forma de producción de alimentos que intenta garantizar la calidad de vida de la población productora y consumidora, así como de la propia naturaleza. En este sentido, la evitación de agentes agroquímicos, sea para aumentar la productividad, sea para el eliminar el riesgo o la presencia efectiva de plagas, tiene como resultado la preservación de la salud, tanto de productores de alimentos como de la población consumidora de estos productos” (Cruz, 2011:95).

[17] Esta denominación hace referencia a los procesos de agriculturización y modernización agrícola llevados adelante a mediados del siglo XX en los llamados países “subdesarrollados”. La expresión está asociada con la noción tradicional de desarrollo, vinculada esencialmente a la variable crecimiento.

[18] Resulta significativo en el marco de la historia de esas luchas, en particular las campesinas, en el país cierto acercamiento entre las instancias colectivas del campesinado y el Estado a través de su vinculación en políticas públicas u otras formas de participación en la toma de decisión (Wahren y García Guerreiro, 2020). Dicho acercamiento no es casual: se hace más evidente en el momento de apertura acerca de la agricultura familiar, el surgimiento de la ReAF, etc., que ha sido mencionado desde Schiavoni (2010).

[19] Esto no implica el desconocimiento del Estado y las políticas públicas estatales en el territorio. El propio Sevilla Guzmán reconoce: “la intervención pública debe existir, en un cierto grado dentro del proceso” (2006, p. 212).

[20] Se retoma en esta afirmación un ya clásico texto de Ansaldi (1983) en el que se señala que “un chacarero es un chacarero”, su principal atributo para considerarlo un sujeto central del capitalismo agrario pampeano es la posibilidad de acumular capital. A diferencia de un campesino, quien se introduce en el texto como un sujeto que reproduce un modo de producción mercantil simple. En este último sentido, un campesino es la antítesis de un chacarero.

[21] Esta afirmación es, por supuesto, discutible, aunque excede el propósito de este escrito.

[22] Esto no representa una novedad: la caracterización de la agricultura familiar que se mencionó previamente supone un conjunto de actividades que exceden la agricultura, desde la ganadería, pasando por una serie de servicios, producción textil, avícola, floricultura, pesca artesanal, etc. Evidentemente, esto se relaciona con las transformaciones acontecidas en el medio rural y su conceptualización en términos generales, tanto a nivel de producto, como de territorios: la llamada agricultura de periurbano, por ejemplo (véase González Maraschio, 2020). Asimismo, desde fuentes institucionales (sobre todo vinculadas al área de Desarrollo Social), la agricultura familiar se introduce como una dimensión más asociada con el campo de la economía social o solidaria (en algunos casos, también llamada popular). Por este motivo, y de cara a la diversidad de situaciones involucradas en el análisis, aun siendo la muestra de carácter teórico, se considera más oportuno utilizar el término producción familiar en el medio rural.