Crítica y Resistencias:
una aproximación, entre
gobierno y libertad[1]
Criticism and Resistance: an approximation,
between
government and freedom
María Cora Paulizzi[2]
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4.0)
Resumen
El presente artículo tiene por objetivo pensar
la relación entre crítica y resistencias a partir de la grilla analítica de la gubernamentalidad sugerida por Foucault, en el período que
se extiende entre finales de los 70 y mediado de la década de los 80. En tal
sentido, nos detenemos en elementos de análisis y reflexión respecto del
gobierno y con ello las racionalidades políticas y las prácticas, el gobierno y
los límites, el ejercicio de la crítica, las resistencias, la sublevación y las
prácticas de libertad en tanto procesos de desujeción,
desubjetivación y resubjetivación. Esto, a su vez,
nos remite a las técnicas de sí, en clave de ética y estética de la existencia,
siempre en relación con otres, en tanto ejercicios de
la política. En tal sentido, sostenemos que la apuesta por la libertad pensada
en las relaciones de poder al modo de gobierno tiene como finalidad minimizar
el ejercicio de la dominación y tornarlo poroso.
Palabras claves: Gobierno, Resistencias, Crítica,
Libertad.
Abstract
The objective of this article is to think about the
relationship between criticism and resistance based on the analytical grid of
governmentality suggested by Foucault, in the period between the late 70s and
the mid-80s. In this sense, we stop at elements of analysis and reflection
regarding the government and with it the political rationalities and practices,
the government and the limits, the exercise of criticism, the resistance, the
uprising and the practices of freedom as processes of desubjection,
desubjectivization and resubjectivization.
This, in turn, refers us to the techniques of the self, in terms of ethics and
aesthetics of existence, always in relation to others, as exercises of
politics. In this sense, we maintain that the commitment to freedom thought of
power relations to the mode of government has the purpose of minimizing the
exercise of domination and making it porous.
Keywords: Government, Resistance, Criticism,
Freedom.
A modo de Introducción
En el presente artículo pretendemos
profundizar, desandar y describir las relaciones entre la cuestión de la
crítica y las resistencias/sublevaciones a partir de la grilla analítica de la gubernamentalidad, y con ello su relación con la libertad,
la ética y la política. Esto es, en torno de la noción y cuestión del gobierno
como eje articulador y reinventivo, siguiendo el
camino del pensar trazado por Foucault entre 1975 y 1984, período en el cual
profundiza en la cuestión del poder como gobierno, en relación con la crítica y
la ética. En tal sentido, sostenemos que
la apuesta por la libertad pensada en las relaciones de poder al modo de
gobierno tiene como finalidad minimizar el ejercicio de la dominación y
tornarlo poroso (Castro Orellana, 2008).
Para realizar dicha tarea, nos orienta el
supuesto de que la noción y cuestión del gobierno, sobre todo desde 1979, puede
ser entendida como una clave de inteligibilidad del pensamiento foucaultiano, que atraviesa el camino de su pensar de modo reinventivo en relación con
el sujeto y los procesos de subjetivación.
Para
desarrollar lo antedicho, el presente artículo se organiza en tres apartados en
continua discontinuidad y un esbozo de conclusiones posibles. En el primer
apartado, nos detenemos en un ejercicio de proximidad a conceptos y tramas
analíticas vinculadas con la gubernamentalidad y el
gobierno, esbozando apenas, como dicha grilla expande sus horizontes de la
analítica de las prácticas de gubernamentalización
del Estado, mediante una incorporación en el dominio de las relaciones de
poder, del gobierno de les otres y el gobierno de sí misme. En un segundo apartado y en estrecha relación, nos
detenemos en una analítica de las tramas conceptuales vinculares entre gobierno
y crítica, desglosando el ejercicio de la crítica como práctica de libertad y
pensamiento, a partir de lo cual podemos observar la recreación poiética y estética del sí misme
en dominios de gobierno y resistencia. En el último apartado, desarrollamos la triple relación entre crítica, autogobierno e invención
de sí, en clave del gobierno de sí y de les otres, en
procesos heterogéneos de subjetivación.
Una
aproximación: la cuestión del gobierno y la gubernamentalidad
Para el desarrollo del presente apartado nos
orienta el supuesto de que el gobierno, como modo de ejercer el poder en clave
de gubernamentalidad, puede ser comprendido en tanto
grilla analítica de inteligibilidad. Si bien, la cuestión del gobierno se
manifiesta en Foucault a partir de 1978, resuena desde inicio de los 70 en los
textos referidos a la historia de la sexualidad, tal cual lo señala el pensador
francés: “se trata de analizar la ¨sexualidad¨ como un modo de experiencia
históricamente singular en el que el sujeto se objetiva para sí mismo y para
los otros, a través de ciertos procedimientos precisos de ¨gobierno¨”
(Foucault, 1999, p. 368).
En dicha grilla, es a fines de los setenta
cuando la gubernamentalidad comienza a ser tematizada
en su historia, sus procesos y mecanismos. La misma da cuenta de las
transformaciones sociales y políticas producidas desde el siglo XIV y que
cobran, en el siglo XVII, una singularidad a partir del proceso de “gubernamentalización del Estado”, vinculado, ante todo, a
la cuestión de la urbanización (escasez, circulación, seguridad, territorio y
población). En el desplazamiento de su analítica del poder, Foucault señala que
comienza a ser el modo de relación propio del poder, el gobierno, en el campo
de fuerzas de lo que se va a llamar gubernamentalidad
liberal vinculada al Estado y al gobierno de la vida de las poblaciones, es
decir, la biopolítica.
A partir de 1979, para Foucault la gubernamentalidad ya no refiere a un régimen de poder
particular, como el Estado de policía o liberal, sino a “la manera cómo se
conduce la conducta de los hombres”, sirviendo de “grilla para el análisis de
las relaciones de poder en general” (Foucault, 2007a, p. 192).
Por tanto, la gubernamentalidad
está siendo comprendida en el marco del gobierno de la conducta, como un campo
estratégico de relaciones de poder para dirigir (conducir, gestionar) la vida
de les otres y de sí misme.
El gobierno, como modo de ejercer el poder en los trazos de la gubernamentalidad, no indica sólo la institución por donde
pasan las decisiones públicas y vinculantes, sino una modalidad de intervención
que involucra tanto a autoridades políticas, como autoridades privadas, en el
abordaje de un mismo problema, es decir:
“un conjunto de acciones sobre acciones
posibles; opera sobre el campo de posibilidad o se inscribe en el
comportamiento de los sujetos actuantes: incita, induce, seduce, facilita o
dificulta; amplía o limita, vuelve más o menos probable; de manera extrema, constriñe
o prohíbe de modo absoluto; con todo, siempre es una manera de actuar sobre un
sujeto actuante o sobre sujetos actuantes, en tanto que actúan o son
susceptibles de actuar. Un conjunto de acciones sobre otras acciones”.
(Foucault, 2001, p. 15).
En tal sentido, y con la controversia que gira
en torno de la palabra “conducir”, podemos decir que esta implica o refiere a
“llevar” a otres (para lo cual entran a jugar
mecanismo de coerción más o menos estrictos), y remite también a la manera de
comportarse en el interior de un campo más o menos abierto de posibilidades
(Foucault, 2001, p.15). En tanto, el gobierno se ejerce en un juego estratégico
entre libertades puesto que:
“me parece que hay que distinguir las
relaciones de poder como juegos estratégicos entre libertades -juegos
estratégicos que hacen, que unos intenten determinar la conducta de los otros,
a lo que estos responden, a su vez, intentando no dejarse determinar en su
conducta o procurando determinar la conducta de aquéllos- y los estados de
dominación, que son lo que habitualmente se llama el poder” (Foucault, 1994b,
p. 413)[3].
Siguiendo a Nosetto
(2019), entonces, el corrimiento del foco de atención que instala la cuestión
del gobierno tiene como antecedente el pasaje foucaultiano
de la pregunta por el “qué” del poder a la pregunta por el “cómo”. Foucault
despliega, en su interés por el ejercicio del poder, una analítica de las
técnicas y dispositivos que se diseminan por todo el cuerpo social, sin
embargo, esta analítica reclama un esfuerzo sintético que pueda dar cuenta de
las grandes articulaciones y estrategias políticas: “Es en esta línea que
Foucault termina dando con la noción de gubernamentalidad.
Precisamente, esta noción remite a los modos razonados de articular la multiplicidad
de técnicas y dispositivos de poder” (Nosetto, 2019,
p. 244).
En tal sentido, apenas esbozamos que cualquier práctica
de gobierno demanda la puesta en marcha de una techne[4],
esto es, de ciertas “formas de hacer” y de disponer materialmente las cosas, a
partir de lo cual una acción gubernamental es operable.
Ahora bien, el gobierno se ejerce de un modo
reflexivo, para lo cual resulta relevante detenernos en la noción de
racionalidades políticas, entendidas como la codificación realizada post-factum de un cúmulo de medidas
administrativas, económicas, sociales, educativas, entre otras: “Esto implica
comprender y estimar de qué modo se establece el dominio de la práctica de
gobierno, sus diferentes objetos, sus reglas generales, sus objetivos de
conjunto para gobernar de la mejor manera posible” (Foucault, 2007a, p. 17). En
tanto, las prácticas emergen en un momento específico de la historia y quedan
inscriptas en relaciones de poder, que tejen redes (Castro Gómez, 2010). Por
eso: “aunque las prácticas son
singulares y múltiples, deben ser estudiadas como formando parte de un
ensamblaje, de un dispositivo que las articula” (Castro Gómez, 2010, p. 29), lo cual funciona a partir de reglas.
Por tanto, en los trazos de una historia crítica del pensamiento, una analítica
de las prácticas de gobierno en nuestro presente, es ante todo un análisis
material que sitúa a estos regímenes de prácticas en el centro de la atención y
busca dilucidar su lógica, identificar su emergencia, examinar los elementos
que las constituyen y seguir diversos procesos y relaciones a través de los
cuales estos elementos se ensamblan en formas diversas, mientras el sujeto se
constituye dentro de un campo de saber.
En este proceso, es a partir de los cursos de
1980, desde “Del gobierno de los Vivos” (1979-80) la noción de gobierno se
amplía y comprende “los mecanismos y procedimientos destinados a conducir a los
hombres, dirigir la conducta de los hombres, conducir la conducta de los
hombres” (2014c, p. 22). A su vez, en “Subjetividad y Verdad” (1980-81) Foucault estudia
en profundidad las técnicas de sí, anunciando que estas no hacen otra cosa que
trazar el programa de una “política de nosotros mismos” (2016, p. 94). Por
tanto, la gubernamentalidad se comprende como una
“superficie de contacto, punto de articulación histórica entre un gobierno de
sí y un gobierno de los otros” (2016, p. 45).
En tal sentido, Foucault comienza a indicar
que el gobierno, como ese ejercicio de poder dirigido a conducir las conductas
o modos de acción de las personas, debe remitir tanto a las conductas de les otres, que es posible leer en clave política, como a la conducta
de sí mismes, que se lee en clave de ética. A partir
de lo cual, el pensador francés desanda una profunda analítica de las
diferentes prácticas de gobierno de sí, técnicas de sí y de subjetivación, que
hacen a los modos de ser, hacer y decir como reafirmación de la existencia en
estilos diversos, según se configuren en tramos singulares de verdad y de poder
a partir de prácticas trazados en los avatares de historias efectivas.
De este modo, es posible aproximarse a aquello
que se enuncia en la “Hermenéutica del Sujeto” (1981-82):
“Mientras que la teoría del poder político
como institución se refiere por lo común a una concepción jurídica del sujeto
de derecho, me parece que el análisis de la gubernamentalidad
–es decir: el análisis del poder como conjunto de relaciones reversibles- debe
referirse a una ética del sujeto definido por la relación de uno consigo mismo.
Lo cual quiere decir, simplemente, que, en el tipo de análisis que trato de
proponerles desde hace cierto tiempo, podrán ver que: relaciones de poder-gubernamentalidad-gobierno de sí y de los otros-relación
consigo mismo, constituyen una cadena, una trama, y que es ahí, en torno a
estas nociones, que debemos poder articular, creo, la cuestión de la política y
la cuestión de la ética”. (Foucault,
1994a, pp. 88-89).
Por último, en los textos finales “El gobierno
de sí y de los otros” (1982-83) y “El Coraje de la Verdad” (1983-1984), bajo la
grilla analítica del gobierno, la verdad y la subjetivación, con sus
desplazamientos, explora y desanda la cuestión de la parresía o decir/hablar franco,
decir la verdad. En tanto la misma permite analizar la experiencia de gobierno
de los otres y de sí misme,
en relación con les otres y en relación consigo misme:
“al plantear la cuestión del gobierno de sí y
de los otros, querría intentar ver de qué manera el decir veraz, la obligación
y la posibilidad de decir la verdad en los procedimientos de gobierno, pueden
mostrar que el individuo se constituye como sujeto en la relación consigo y en
la relación con los otros. El decir veraz en los procedimientos de gobierno y
la constitución de [un] individuo como sujeto para sí mismo y para los otros:
de eso querría hablarles este año”. (2014a, p. 58).
De este modo, la cuestión de la gubernamentalidad y puntualmente la del gobierno, expanden
sus horizontes a la analítica de las prácticas de gubernamentalización
del Estado, mediante una incorporación, en el dominio de las relaciones de
poder, del gobierno de les otres y el gobierno de sí misme, en tanto que ética y estética de la existencia. Esto
nos permite sugerir, que el gobierno puede ser entendido como una clave de
inteligibilidad de la propia obra foucaultiana, en
relación con la cuestión del sujeto y los procesos de subjetivación.
Crítica
y Gobierno: Entre límites y libertades
En relación con lo señalado respecto del
gobierno, nos adentramos en el ejercicio de la crítica en cuanto práctica de
libertad y pensamiento, a partir de lo cual podemos observar la recreación poiética y estética del sí misme
en dominios de gobierno, que se diferencian de las individuaciones
establecidas, por ejemplo: por los Estados.
Foucault recupera la noción de crítica de los
textos del Kant “crítico”, pero no de aquellos más referenciales del filósofo
alemán donde la misma aparece ligada a la razón, sino rescatando los textos en
los cuales Kant, sin referirse de manera explícita a la crítica, se propone un
cuestionamiento del presente.
De acuerdo con Foucault, la pregunta ¿Qué es
la Ilustración?: “puede tomarse como el símbolo de este cuestionamiento por el
cual la filosofía convirtió el tema de su forma en determinado momento y la
relación con su contexto en una pregunta esencial” (Foucault, 2007b, p. 44). A
partir de entonces, siguiendo a Torrano, Rodríguez y
Landa: “la filosofía se interrogará por el momento presente, mientras se
convierte en una crítica del momento histórico en que vivimos” (2014, p. 4). En
tanto, un ejercicio crítico de pensamiento en torno de nuestro presente, no
remite sólo a indicar la repetición, que significa el ejercicio actual del
poder/gobierno y verdad, sino la diferencia, en tanto singularidad a partir de
lo cual poner a jugar la siguiente pregunta: “¿Qué diferencia introduce el hoy
respecto del ayer?” (Foucault, 1996, p. 99)
Por tanto, la crítica y el presente son dos
nociones inseparables en el pensamiento de Foucault, las cuales emergen de las
reflexiones kantianas. Sin embargo, nos interesa resaltar cómo en sus lecturas
respecto del cuestionamiento crítico sobre el presente en Kant, se traza en
relación con otra noción, la de gobierno.
En la conferencia titulada “¿Qué es la
crítica?” (1978), Foucault se refiere a la Aufklärung en relación al
gobierno. En tanto, la pregunta que atraviesa dicho texto remite a: “¿cómo no
ser gobernados?”, lo cual no significa una negación a ser gobernades
en absoluto, sino más bien cuestionar: “¿cómo no ser gobernado de este modo,
por esas personas, en nombre de estos principios, en vista de determinados
objetivos y por medio de determinados procedimientos, no de esa manera, no para
eso, no por esas personas?” (Foucault, 2018, p. 49). Dicho cuestionamiento por
el modo en que estamos siendo gobernades es
denominado por Foucault “actitud crítica”[5].
En tal sentido, desde el punto de vista de
Foucault (2018), la crítica recuperada de Kant comienza cuestionando la
exigencia de obediencia absoluta y sometiendo a evaluación racional y reflexiva
toda obligación gubernamental impuesta sobre los sujetos. En tal sentido, los
orígenes de la crítica se trazan en relación con las resistencias a la
autoridad eclesiástica (Foucault, 2018).
Aunque Foucault no sigue el camino kantiano en
torno de la razón, preguntará, según lo sugerido por Butler: “no obstante qué
criterios delimitan los tipos de razones que tienen que ver con la puesta en cuestión
de la obediencia” (Butler, 2001, p. s/r) [6].
El interés gira en torno al problema de cómo el campo delimitado forma al
sujeto y cómo, a su vez, tal sujeto viene a formar y reformar esas razones.
Dicha capacidad práctica de formar razones estará ligada de forma a la relación
transformadora de sí.
Por tanto, ejercer la crítica ante una
autoridad, requiere una práctica crítica al modo de actitud que es posible
mediante la transformación de sí. Dicha transformación de sí como veremos, en
relación con la ética, se considera una forma de “arte”, entre estilizaciones y
repeticiones, lo que nos sugiere que la aceptabilidad, el rechazo o la
desobediencia a una regla o un sistema que regula, a un modo de ser gobernades no es posible sin un sí misme
que se forma y transforma, se estiliza para citar a Butler (2001), en respuesta
a la exigencia ética que se le impone.
Este arte crítico se concentra en la
afirmación de Foucault referida a no ser gobernades
así, de estos modos, bajo estos procedimientos, que sin eliminar totalmente del
horizonte la anarquía absoluta, la relega a los bordes, para poder analizar la
actitud crítica dirigida a objetar esa imposición del poder, su precio, el modo
en que se administra y a quienes la administran.
La crítica entonces, opone límites a los
límites del gobierno, a los posibles abusos de la autoridad, al ejercicio de la
misma, puede señalarse como “el límite del límite” hacia “¿cuáles son los
límites del derecho a gobernar?” (Foucault, 2018, p. 51). En tanto, la actitud
crítica se presenta como una “actitud límite”, ni adentro ni afuera, ni a favor
ni en contra, sino en la “frontera”, según Foucault[7].
De lo que se trata, siguiendo a Foucault, es
de identificar y reconstruir cuál es la parte singular, contingente y debido a
coacciones arbitrarias, a partir de lo cual transformar la crítica de la forma
de la limitación necesaria a la crítica práctica, en la que es posible
franquear esas limitaciones. Esto es, en los trazos movedizos de “la inservidumbre voluntaria” y “la indocilidad reflexiva”,
respecto de lo que Foucault llama “la política de la verdad”, en tanto: “la
crítica es el movimiento por medio del cual el sujeto se atribuye el derecho de
interrogar la verdad sobre sus efectos de poder y al poder sobre sus discursos
de verdad” (2018, p. 52).
Ahora bien, dicho ejercicio presupone la
voluntad, el querer hacer y el saber, que según Foucault (2019) es lo que
reafirma al sujeto y lo crea como tal. Pues, el límite marcado a un gobierno
son productos de la voluntad, nos dice Foucault cuando en la entrevista
“Sublevarse” (1979) dialoga respecto de la Revolución-Sublevación Iraní. A
partir de lo cual remite a la afirmación “prefiero
morir” a vivir de este modo, a ser gobernade de
este modo, expresando esa inservidumbre voluntaria y
por ende reflexiva, que pone la vida en el límite de la muerte. Por tanto, el
pensador francés nos dice: “No, yo diría que más allá de todo cálculo de
interés y más allá de la inmediatez del deseo, de eso que hay de inmediato en
el deseo, la voluntad es eso que puede decir ¨prefiero morir¨. Y esto es la
prueba de la muerte” (2019, p. 78).
De este modo, la relación entre voluntad,
racionalidad, deseo y subjetivación remiten a una decisión, que Foucault
expresa en la afirmación “prefiero morir”, y que podemos trasladar a las
prácticas dirigidas a poner límites a los excesos o abusos respecto del
ejercicio del gobierno. Dichas afirmaciones no resultan irracionales, tampoco
se trazan en el vacío del deseo, sino que la subjetividad: “el sujeto, si se
quiere, la voluntad, es lo que fija para un sujeto su propia posición” (2019,
p. 70). La voluntad indica prefiero morir, prefiero vivir, prefiero quedarme
quieto, quiero saber, por tanto “es el acto puro del sujeto” (Foucault, 2019,
p. 79). Y que el sujeto es quien está fijado y determinado por un acto de
voluntad, lo cual hace de las nociones sujeto y voluntad nociones
recíprocas.
Se trata, entonces, de una práctica o un
conjunto de prácticas que Foucault llamará de sublevación, las cuales, situadas
históricamente, se dirigen a modificar los modos en los que estamos siendo gobernades. En tanto, muestran cuáles son los elementos de
la realidad en una sociedad o civilización que se nos proponen como evidentes,
dados, únicos, necesarios e inamovibles, para lo cual es fundamental mostrar su
configuración histórica: “lo históricamente recientes, frágiles que son…y como
son frágiles, son también móviles, y así también sublevables”
(2019, p. 85). A partir de ese momento, en el que queremos cambiar algo, los
modos de ser gobernades, es necesario sublevarse, es
decir ejercer la crítica, lo cual nos invita a pensar los diferentes procesos
de subjetivación (Giavedoni, 2012). En tanto, esto
implica un ejercicio de invención respecto de aquello en contra de lo cual
podemos y queremos sublevarnos y aquello en lo que vamos a transformar nuestras
sublevaciones o aquello hacia lo que vamos a dirigirlas (Foucault, 2019, pp.
85-86).
Por tanto, en esta vinculación entre crítica y
sublevación no hay algo así como un final de la historia. La invención y la
reinvención, respecto de los límites que no pueden franquearse y respecto de si
mismes en esa relación no tienen fin, aunque las
formas de sublevación no sean las mismas, aunque a veces los espacios o
regímenes de poder y de verdad se estabilicen del tal modo que no permitan las
sublevaciones, sigue siendo posible quebrar lo dispuesto. Siempre es deseable
que haya des-subjetivaciones voluntarias, que
conllevan a su vez coraje y riesgo. Esto permite pensar también las
sublevaciones como acontecimientos, de igual modo que las redes de
poder/gobierno, así como el gesto de la sublevación y su dramaturgia, su forma,
su estilo, la expresión visible, de esta decisión que hace o instala una
ruptura con las continuidades de la historia e históricas (Foucault, 2019).
A su vez, lo antedicho una vez más implica
comprender que el poder es una red de relaciones móviles, cambiantes,
modificables y a menudo frágiles. El poder, así como el sujeto no son
sustancias, propiedades, universales: “…el poder es una relación, eso quiere
decir que hay dos términos y que la modificación de uno de los dos términos va
a cambiar la relación” (2019, p. 70). Por tanto, la posición de quienes están implicades en la relación, así como la actitud también
modifica las relaciones de poder, lo cual se recuesta en su fragilidad
histórico efectiva y, en el hecho de que se trata de relaciones estratégicas
que fijan objetivos, que se sostienen mutuamente, que limitan parcialmente la
posibilidad de acción de les implicades, pero siempre
con la cautela de que pueden rehuir y de ahí surgir una nueva táctica en el
juego estratégico, heterogéneo, singular y positivo de las relaciones de poder/gobierno.
Por tanto, el ejercicio de la crítica en
relación con la política de la verdad, tiene una doble tarea, mostrar cómo el
saber y el poder operan para constituir un modo más o menos sistemático de
ordenar el mundo con sus propias condiciones de aceptabilidad[8], lo
que podría caracterizarse como su positividad, pero también: “para seguir los
puntos de ruptura que indican su aparición” (2018, pp. 67-69). El campo de
aceptabilidad, dirá Foucault, puede ser pensado siempre asociado a un dominio
de posibilidad y, por lo tanto, de reversibilidad o inversión. Acorde a este
análisis las positividades resultan, entonces, regularidades, ni encarnaciones
de una esencia ni individualización de una especie, sino “singularidades” (2018,
p. 68). Esto es en el juego de lo acontecimental o el
acontecimiento, de lo emergente y lo frágil, que obliga a tomar distancias de
recursos fundadores y formas puras. Positividades, singularidades y estrategias
en juegos y redes heterogéneas de saber, poder y procesos de subjetivación.
Ahora bien, una decisión, un querer no ser gobernades así, bajo la forma individual o colectiva de la
experiencia, no remite o emana de una libertad innata del alma, sino que se
forma en el crisol de un intercambio particular entre una serie de normas o
preceptos (que ya están ahí) y una estilización de actos (que extiende y
reformula esa serie previa de reglas y preceptos)[9].
Esta estilización de sí en relación con las reglas es lo que viene a ser una
“práctica” (Butler, 2001), que podemos llamar de resistencia o sublevación en
tanto estilización de sí, en los límites del ser establecido.
En este sentido, la constitución de un ethos crítico se entrecruza con el
trabajo de desujeción, que en la conferencia del 78
orientaba la tarea de una actitud crítica. Pues: “la liberación puede ser la
condición política o histórica para una práctica de libertad”, pero “esta
liberación no basta para definir las prácticas de libertad”, sino que: “abre un
campo de nuevas relaciones que es cuestión controlar mediante [dichas]
prácticas” (Foucault, 1994b, pp. 395-396).
Tal como Foucault afirmaba en el “Nacimiento
de la Biopolítica” (1979-2007a), el problema consiste en mostrar cómo lo real
fue posible y no como lo posible puede ser real para así afirmar, exhibiendo la
contingencia histórica de lo que somos, la posibilidad de poder pensarnos y
hacernos de otras maneras. Esto remite, en clave de crítica y resistencia
siguiendo a Butler (2001) y a Giavedoni (2012), a los
procesos y experiencias de desujeción,
desubjetivación y resubjetivación, que emergen en el
momento en el cual la verdad, la relación entre el saber y el poder muestran su
límite. En tal sentido, entonces, la desujeción marca
precisamente la fragilidad y la transformabilidad
epistémica del poder.
La crítica implica, entonces, un movimiento a
través del cual el sujeto problematiza su propia experiencia, constituyendo un
acto ambiguo, complejo y riesgoso. Como un efecto segundo, el sujeto (sea individual
o colectivo) es conducido a construirse a sí mismo en la problematización de
una experiencia en la que, como ya fue enunciado se articulan unes con otres. En este sentido, la desujeción
y desubjetivación siempre son en relación entre les otres
y consigo, en tanto no se trata de una absoluta desujeción
del gobierno, sino de la crítica a cada forma específica que éste, eventualmente,
adopta abriendo espacios libres, de libertad y ampliación de las posibilidades
(de ser, saber y poder).
En tal sentido, es posible hablar del
“gobierno de sí” o lo que podemos llamar autogobierno, lo cual refiere a cómo
gobernar-nos a nosotres mismes
ejerciendo acciones en las que une misme es el objeto
de dichas acciones, el dominio en el cual se aplican, el instrumento al que han
recurrido y el sujeto que actúa, ejerciendo la problematización de los modos en
los cuales estamos siendo gobernades. Esto nos remite
a la injerencia de las técnicas de sí, que Foucault recorre en referencia a la
Antigua Grecia hasta el cristianismo temprano, en los cursos dictados entre
1980 y 1984.
Crítica, autogobierno e invención de sí: entre
ética, estética y política
En “El Sujeto y el Poder” (1982- 2001), y en
el último escrito en el cual Foucault firma bajo el pseudónimo de Maurice
Florence (1984), expresa en relación a su trabajo, que no es el poder, sino el
sujeto, el tema general de su investigación (Foucault, 2008a), señalando que su
proyecto fue realizar la historia de los “diferentes modos de subjetivación”,
es decir, los modos de objetivación a través de los cuales se transforman los
seres humanos en sujetos[10]. Lo
que le ha interesado a Foucault es, entonces, la constitución histórica de
estas diferentes formas del sujeto, en relación con los juegos de verdad.
Debemos aclarar, siguiendo a Torrano, Rodríguez y Landa (2014), que Foucault considera
en dos sentidos la palabra sujeto: sujeto sometido a otre
por el control y la dependencia, y atado a su propia identidad por la
conciencia o por el conocimiento de sí misme. En los
dos casos esta palabra sugiere una forma de poder que subyuga y sujeta. A
partir de lo cual, la vinculación con los procesos de subjetivación, es decir
con cómo el sujeto se constituye a sí misme y en cuanto sí misme, es lo
que guía el último tramo del pensamiento de Foucault y, que consideramos nos
permite pensar las relaciones entre el gobierno, el ejercicio de la libertad y
la crítica.
De tal modo, una ontología crítica del
presente y de nosotres mismes
remite a una analítica de las condiciones de constitución de las
subjetividades, de un sujeto ubicado en el espacio y el tiempo, en relaciones
de índole práctica, discursivas y no discursivas, entre
poder y verdad.
En tal sentido y en los tramos de dicha grilla
analítica, en “La Historia de la sexualidad II. El uso de los placeres” (1976),
Foucault refiere a las “artes de la existencia”, es decir: “las prácticas sensatas
y voluntarias por las que los hombres no sólo se fijan reglas de conducta, sino
que buscan transformarse a sí mismos, modificarse en su ser singular y hacer de
su vida una obra que presenta ciertos valores estéticos y responde a ciertos
criterios de estilo” (Foucault, 2008b, pp. 13-14). Estas prácticas consisten en
una serie de técnicas de sí. Cabe aclarar que el sí misme,
según Foucault, no se considera como substancia oculta a desocultar,
desalinear o develar, sino como: “…el correlato de tecnologías desarrolladas a
lo largo de la historia. El problema, entonces, no es rescatar “liberar” el sí
mismo, sino imaginar cómo sería posible elaborar nuevos tipos, nuevas clases de
relaciones con nosotros mismos” (2018, p. 117).
Por su parte, en “El Origen de la Hermenéutica
de sí” (1980), Foucault nos dice:
“Tal vez el problema del sí mismo no es
descubrir lo que es en su positividad; tal vez el problema no es descubrir un
sí mismo positivo o fundamento positivo de sí mismo. Tal vez nuestro problema
ahora consiste en descubrir que el sí mismo es sólo el correlato histórico de
la tecnología construida en el transcurso de nuestra historia. Tal vez el
problema es cambiar esas tecnologías. Y en ese caso, uno de los principales
problemas políticos sería hoy, en el sentido estricto de la palabra, la
política de nosotros mismos” (2016, pp. 90-94).
En tanto, en los trazos de dicha política de nosotres mismes, Foucault
introduce los términos “modos de subjetivación” o “subjetivación”, lo cual no
refiere sencillamente a la manera en que el sujeto se forma, sino a cómo deviene
formador de sí. Este devenir de un sujeto ético, tal cual lo plantea Foucault a
inicio de los 80, no es mera cuestión de conocimiento o conciencia de sí;
denota una “constitución de sí como “sujeto moral”[11],
en la que el individuo circunscribe la parte de sí misme
que constituye el objeto de esta práctica moral (Butler, 2001). Sin embargo, la
delimitación que el yo ejecuta tiene lugar a través de normas que,
indiscutiblemente, ya están en funcionamiento, a partir de lo cual podemos
señalar que dicho modo estético de hacerse está contextualizado en una práctica
ética.[12]
En tal sentido, las técnicas de sí son las que
el sujeto realiza sobre sí en clave de una estética de la existencia: “El ethos en tanto estética de la existencia
es una actitud crítica sobre lo que somos, sobre nuestros límites, permite
constituirnos sobre la posibilidad de la superación de dichos límites como
posibilidad de (trans) formación del sujeto” (Torrano,
Rodríguez y Landa, 2014, p. 11).
Así, Foucault recorre el comportamiento sexual
como dominio moral en los griegos al modo de una estética de la existencia, en
tanto: “el arte reflexionado de una libertad percibido como juego de poder”
(Foucault, 2008b, p. 271). De tal modo, la ética sexual de los hombres varones
y libres (en una red desigual de poder entre, por ejemplo: los esclavos y las
mujeres): “fue
problematizada en el pensamiento como la relación, para un hombre libre, entre
el ejercicio de su libertad, las formas de su poder y el acceso a la verdad”
(2008b, p. 271).
También, en “El Coraje de la Verdad”
(1983-84), Foucault señala luego de recorrer los diálogos platónicos Laques y
Alcibíades, que ha intentado recuperar de tal modo, al menos en algunos de sus
lineamientos más antiguos y arcaicos, la historia de lo que podríamos llamar,
en pocas palabras, estética de la existencia (Foucault, 2010, p. 173). A lo
cual indica, no solo cómo las diferentes formas que pudieron adoptar las artes
de la existencia, sino que su intención se asentó en comprender cómo, en virtud
del surgimiento y la fundación de la parresía socrática, la existencia (el bío) se constituyó en el pensamiento griego como un objeto
estético, objeto de elaboración y percepción estética: el
bíos como una obra bella (2010)[13].
En tal sentido la ética, como una estética de
la existencia, en cuanto creación de sí al modo de obra de arte, esto es la
afirmación de la existencia y el coraje de reinventarse en el uso reflexivo de
la libertad, es posible en relación consigo misme y
con les otres, ante y con les cuales, podemos decir:
quiénes somos, qué pensamos cuando decimos quiénes somos y cómo llegamos a
serlo. La verdad, el poder y las subjetivaciones están siempre en relación en
los tramos de experiencia de nosotres mismes. En tanto: “¿qué es la ética sino la práctica de la
libertad, la práctica reflexiva de la libertad? (…) La libertad es la condición
ontológica de la ética. Pero la ética es la forma reflexiva que adopta la
libertad” (1994b, p. 396). La ética responde a esa pregunta ¿cómo debemos
actuar? entonces, cual, de ser la forma de nuestra libertad, como nos afirmamos
en el juego frágil estratégico y movedizo de las relaciones de poder, entre
gobierno y crítica.
Por tanto, en los trazos de una ontología
crítica de nuestro presente y de nosotres mismes, la ética como una estética de la existencia
devuelve a la política su impronta poiética, en tanto
creación y en tanto arte, el arte de no ser gobernades
“así”. Pensar el arte implica pensarlo como técnica y también como
racionalidad.
En tal sentido, la apuesta a la libertad
pensada en las relaciones de poder al modo de gobierno tiene como finalidad
minimizar el ejercicio de la dominación y tornarlo poroso (Castro Orellana,
2008). Por tanto, el ejercicio de la política remite a defender, reafirmar y
reinventar el ámbito donde el individuo ejerce transformaciones sobre sí misme y sobre el universo relacional, lo cual presenta una
“ética del cuidado de la libertad” (Foucault, 1994a). En tanto, el individuo
habita una situación estratégica en la que las relaciones de poder y la
rebeldía de la libertad no pueden separarse (Foucault, 2001), lo cual permite
pensar el ejercicio necesario de la lucha y la desindividuación
como acto político. En este juego, entonces, un elemento central es el de la
sublevación y la resistencia que, en el ejercicio ético de dar formas a la
libertad y bajo su efecto obliga a cambiar a las relaciones de poder (Foucault,
1994b, p. 423).
Podemos afirmar, entonces, que las prácticas
de resistencia y de sublevación resultan procesos críticos de desubjetivación y
resubjetivación, en tanto afirmación de la existencia
y recreación de los modos de ejercer la libertad, de crear mundos (otros) y de
reinventar verdades[14].
Puesto, que resistir no es comprendido como una activación de la fuerza
contraria de ese poder ante el cual se lucha, sino como una práctica efectiva
de libertad: “la resistencia no es únicamente una negación: es un proceso de
creación; crear y recrear, transformar la situación, participar en el proceso,
eso es resistir” (Foucault, 1994b, p. 423).
En tanto, dicho proceso dinámico de
subjetivación, desubjetivación y resubjetivación, en
el ejercicio del gobierno de sí como práctica de libertad nos permite afirmar
lo que somos, quienes somos y cómo nos recreamos en nuestro presente para poder
rebasar, transformar o señalar los límites dispuestos. Ejercicio y experiencia,
que también implica identificar dichos límites para que no sean transgredidos
por quienes gobiernan. La actitud crítica en relación con la reinvención
creativa de nuestras libertades, en clave de coraje y decisión (voluntad),
implica la revuelta del orden establecido, es decir de sus reglas,
procedimientos y verdades, puesto que no se trata de “aceptar la vida ante la
muerte y ser esclavos”, sino de voluntaria y reflexivamente sublevarnos.
Por tanto, la formación de sí como
autogobierno o gobierno de sí, cuya experiencia en relación con otres se instala problematizando los modos en los que
estamos siendo gobernades, se hace en desobediencia a
los principios de acuerdo con los cuales nos formamos como sujetos. De tal modo
que la actitud crítica en tanto ethos,
implica una práctica y una experiencia por la cual el yo se forma a sí mismo en
desujeción, lo cual nos permite identificar o pensar
cómo se pone en riesgo su deformación como sujeto, y conlleva a una posición
ontológicamente insegura que necesita replantearse en torno de la relación de
aquí y la vida de dicho sujeto. A su vez, esto implica asumir riesgos, tomar
decisiones y con coraje romper ciertos hábitos de juicio y de ejercicio en
favor de prácticas que conlleven a reinventarnos y, también reinventar los
modos como estamos siendo gobernades.
Pues, la crítica se ejerce en el proceso de
reinvención de sí, en tanto práctica de libertad, en los trazos de una estética
y una erótica, en el atavismo movedizo de las desobediencias.
A
modo de Conclusión
A partir de lo desandado sostenemos que pensar
la libertad y su reinvención, en torno de la ética y la política, implica no
pensar una libertad absoluta y definitiva, sino a partir del resultado de una
crítica a formas determinadas de gobierno. Ni revolución total ni libertad utópica
nos indica Ruidrejo (2006), procesos de lucha, de
subjetivación, desubjetivación y resubjetivación en
torno de transformaciones parciales, que señalan los límites abriendo el campo
de posibilidades, y recreando las relaciones de poder, frente a los cuales el
peligro mantiene una existencia ubicua.
Esto nos permite vincular lo antedicho
respecto de las relaciones entre el gobierno de les otres
y el gobierno de sí teniendo presente que las permanentes reconfiguraciones de
las relaciones de fuerza han sabido trazar en el dorso de la libertad el rostro
de las dominaciones y la opresión. Ante lo cual Foucault nos invita a pensar en
la relación de sí consigo y en el proceso de configuración de nosotres mismes, en tanto
ejercicio reflexivo de la libertad en condiciones concretas de una historia
efectiva, presente y singular.
Por tanto, el ethos crítico permite pensar y ejercer la libertad como una deriva
creadora y de lucha en la afirmación de la existencia; en tanto solo es posible
darle forma a una libertad que se comprenda en el juego de las relaciones de
poder, bajo las formas de gubernamentalidad que fijan
nuestro presente y cuya tarea resulta un incesante juego en relación con nosotres mismes y con les otres.
Por tanto, Foucault nos remarca y recordamos
que no se trata de lograr una sociedad sin relaciones de poder, de alcanzar el
fin de la historia y la lucha de clases, entendiendo las relaciones de poder al
modo de gobierno como estrategias mediante las cuales los individuos tratan de
conducir la conducta de otres, en juegos estratégicos
entre libertades. El problema que hemos intentado desandar, sosteniendo la
cuestión del gobierno como grilla analítica, en relación con la crítica, la
libertad, la ética y la política remite a cómo es posible y lo necesario que
resulta, parafraseando a Foucault, procurarnos las reglas de derecho, las
técnicas de gestión y también la moral, el ethos
o el modo de ser en sentido amplio y vincular, la práctica de sí que
permitirían jugar en el juego del poder con “el mínimo de dominación posible”
(Foucault, 1994a, p. 138-139)
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[1] Identificador persistente ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25250841/z7f3cn4u8
[2] Universidad Nacional de
Salta-ICSOH-CONICET (UNSa-ICSOH-CONICET)
Salta, Argentina
https://orcid.org/0009-0008-7178-2528
corapaulizzi@yahoo.com.ar
[3] En tal sentido y en torno de las discusiones sobre su pensamiento
y la “imposibilidad de salir del poder”, indica que: “si existen relaciones de
poder a través de todo el campo social, es porque por todas partes hay
libertad” (1994b, p. 405). En este juego entre gobernades
y gobernantes, la libertad puede muy bien aparecer como condición de existencia
del poder, al mismo tiempo como su precondición, puesto que debe existir la
libertad para que el poder se ejerza, y también como su soporte permanente,
puesto que, si se sustrajera totalmente del poder que se ejerce sobre ella,
éste desaparecería y debería sustituirse por la coerción pura y simple de la
violencia (Foucault, 2001). Pero, también aparece como aquello que no podrá
sino oponerse a un ejercicio del poder que, en última instancia, tiende a
determinarla completamente.
[4] Comprendemos
las técnicas como esos: “…procedimientos pautados, maneras de obrar que fueron
pensadas y que están destinadas a efectuar unas cuantas transformaciones sobre
un objeto determinado. Esas transformaciones se ajustan a ciertos fines que se
tratan de alcanzar a través de ellas” (Foucault, 2020, p. 265). Mientras que
Foucault reconoce e identifica 3 tipos de tecnologías: de producción, de signos
y las "tecnologías del yo” que refieren a las operaciones que los
individuos realizan consigo mismos para dar forma a su existencia (Foucault,
2014b).
[5] Según Foucault, entonces, en un análisis histórico de nuestro
presente y de nosotres mismes,
la cuestión no es identificar el “núcleo esencial de racionalidad” ni el “argé/origen” de
la historia, sino de orientar la práctica y actitud hacia los “límites actuales de lo necesario”, esto es hacia:
“lo que no es ya o no es indispensable para la constitución de nosotros mismos
como sujetos autónomos” (Foucault, 1996, p.100). En tal sentido, la relación
entre la crítica y el cuestionamiento del presente o lo que podemos llamar una
ontología del presente, en relación o sobre el “nosotres”
y el “ahora”, nos permite pensar que la crítica no sólo implica un ejercicio de
pregunta y límite respecto de los modos en los
cuales estamos siendo gobernades, sino también una reflexión
sobre nuestro presente, en síntesis: una reflexión sobre cómo nosotres somos gobernades ahora.
[6] Ver: Butler, 2001 en:
https://transversal.at/transversal/0806/butler/es
[7] Ser gobernade no implica solo la
imposición de un modo de ser sobre la experiencia de sí misme,
sino que sean dados los términos en los cuales la existencia será y no será
posible. Un sujeto emerge, se instala y llega a ser en relación con un orden de
verdad establecido, pero también puede adoptar un punto de vista sobre ese
orden establecido que suspenda retrospectivamente su propia base ontológica.
[8] En
las relaciones estratégicas de gobierno a veces se producen sistemas de
aceptabilidad, es decir una: “especie de consonancia en la cual el poder se
estabiliza (…) hay también otros momentos en los que la consonancia se produce
en sentido inverso y donde, por el contrario, lo que tambalea es toda la red de
poder” (Foucault 2019, p. 72). Ahora bien, la estabilización y aceptabilidad no
solo se fijan en los Estados y sus diferentes técnicas dirigidas a gobernar a
las poblaciones, si no en la proliferación de esos mecanismos de poder que, en
torno de la multiplicación y refinamiento, generalmente conllevan a un
ejercicio de gobierno dirigido a “gobernar demasiado”.
[9] Esto nos lleva a recordar que Foucault pretende entender la
posibilidad de desujeción dentro de la
racionalización del gobierno, sin asumir que existe algo así como un “suma
cero” de la resistencia/sublevación, o una fuente originaria de la misma en el
sujeto que debe salir por encontrarse velada o constreñida (Giavedoni,
2012).
[10] Al respecto nos dice Foucault:
“Lo que he rechazado era precisamente que se diera una teoría del sujeto
previa -como podía ocurrir, por ejemplo, en la fenomenología o en el
existencialismo- y que, a partir de dicha teoría del sujeto, se llegara a
plantear la cuestión de saber cómo, por ejemplo, tal forma de conocimiento era
posible. Lo que he querido intentar mostrar es cómo el sujeto se constituía a
sí mismo, de tal o cual forma determinada, como sujeto loco o sano, como sujeto
delincuente o no delincuente, a través de un determinado número de prácticas
que eran juegos de verdad, prácticas de poder, etc”
(1994b, p. 2013). Por lo tanto, nos señala el pensador francés, “el sujeto no
es una sustancia. Es una forma, y esta forma no es ni ante todo ni siempre
idéntica a sí misma” (1994b, pp. 203-4).
[11]Señala Foucault en el uso de los placeres: “por Moral entendemos
un conjunto de valores y de reglas de acción que se proponen a los individuos y
a los grupos por medio de aparatos prescriptivos diversos, como pueden serlo la
familia, las instituciones educativas, las iglesias, etc. (…) Pero por moral
entendemos también el comportamiento real de los individuos, en su relación con
las reglas y los valores que se les proponen: designamos así la forma en que se
someten más o menos completamente a un principio de conductas, en que obedecen
una prohibición prescripción o se resisten a ella, en que respetan o dejan de
lado un conjunto de valores” (2008b, p. 31)
[12] Butler nos indica que: “Foucault no solamente realiza una
contribución importante a la teoría normativa, sino que tanto su estética como
sus consideraciones sobre el sujeto están íntimamente relacionadas con su ética
y su política. Mientras otros lo han desestimado por esteta o, más aún, por
nihilista, mi sugerencia es que la incursión que realiza en el tema de la
construcción de sí y de la poiesis es central en la
política de desujeción que propone. Paradójicamente,
la construcción de sí y la desujeción suceden
simultáneamente cuando se aventura un modo de existencia que no se sostiene en
lo que él llama “régimen de verdad” (Butler, J. 2001.
Transversal Texts. Recuperado de: https://transversal.at/transversal/0806/butler/es).
[13] La vida, en los trazos de la historia de la subjetividad, que
Foucault comienza a profundizar desde 1980 como objeto para una forma estética,
estuvo por mucho tiempo encubierta o dominada por la historia de la metafísica
o de la psykhé,
y también por la estética de las cosas y las palabras. Ante esto no hay que
olvidar la estética de la existencia en la historia de la subjetividad, esas
maneras de ser y conducirse, el aspecto de la existencia a los ojos de otres y de sí mismes, las huellas
que su existencia deja. Foucault pretende desandar el interrogante: ¿de qué
manera se combinaron el objetivo de una belleza de la existencia y la tarea de
rendir cuentas de sí mismo en el juego de la verdad?: “El arte de la existencia
y el discurso veraz, la relación entre la existencia bella y la verdadera vida,
la vida en la verdad, la vida para la verdad” (2010, p. 175).
[14] En
1984, Foucault comienza a hablar de la verdad como alteridad y lo hace a
propósito de la vida (el bios).
La "verdadera vida", la vida que se somete a la prueba de la verdad,
no puede dejar de aparecer, a los ojos del común, como una vida otra: en
ruptura y transgresora (2010, p. 366).