Constellations of the Puna:
memories, drifts, and images of the future
Débora Cerutti[3], Sofía Bensadon[4] y Guadalupe Anahí Scotta[5]
Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-No hay restricciones adicionales 4.0 (CC BY-NC 4.0)
Resumen
Este ensayo aborda la intersección de las memorias el agua y el conflicto en la región de la Puna, específicamente en el departamento de Antofagasta de la Sierra, Argentina. A través de las memorias de Felipa, una niña que pastoreaba llamas y transportaba hielo en maletas en su infancia, se pone de manifiesto la importancia crítica del agua en la vida de las comunidades de esta árida región. La escasez de agua en el altiplano de la Puna se ha convertido en el centro de la lucha de estas comunidades, ya que el agua es esencial para su supervivencia. Sin embargo, este territorio ha atraído el interés de empresas transnacionales debido a la extracción de litio, un mineral clave para la transición energética. Esto ha generado preocupaciones sobre la posible contaminación del agua en estas tierras, sin tener en cuenta a las comunidades originarias arraigadas en la región desde tiempos ancestrales. El ensayo se basa en testimonios y memorias recopilados en el campo, que revelan la resistencia de las comunidades locales ante el avance del extractivismo y las diversas formas de violencia que han enfrentado. El objetivo principal es destacar la importancia de estas memorias en la lucha actual contra la extracción de litio en la provincia de Catamarca, Argentina. Además, el ensayo explora la metodología utilizada para recopilar y analizar estas memorias, enfocándose en el uso de imágenes como herramienta crucial en el proceso. Se subraya la relevancia de estas memorias locales en la construcción de narrativas de resistencia y en la preservación de la memoria de las comunidades afectadas.
Palabras clave: litio, memoria, conflicto, agua, fotografía.
Abstract
This essay addresses the intersection of memories, water and conflict in the Puna region, specifically in the department of Antofagasta de la Sierra, Argentina. Through the memories of Felipa, a girl who herded llamas and carried ice in suitcases as a child, the critical importance of water in the lives of communities in this arid region is revealed. Water scarcity in the Puna altiplano has become the focus of the struggle of these communities, as water is essential for their survival. However, this territory has attracted the interest of transnational companies due to the extraction of lithium, a key mineral for the energy transition. This has raised concerns about the possible contamination of the water in these lands, without taking into account the indigenous communities that have been rooted in the region since ancestral times. The essay is based on testimonies and memories collected in the field, which reveal the resistance of local communities to the advance of extractivism and the various forms of violence they have faced. The main objective is to highlight the importance of these memories in the current struggle against lithium extraction in the province of Catamarca, Argentina. In addition, the essay explores the methodology used to collect and analyse these memories, focusing on the use of images as a crucial tool in the process. It underlines the relevance of these local memories in the construction of narratives of resistance and the preservation of the nemories of the affected communities.
Keywords: lithium, memory, conflict, water, photography.
Introducción
Una historia se narra una y otra vez y sin embargo cada narración es un nuevo acontecimiento (Le Guin, 2004, p. 189)
Por cada tonelada de litio extraída de manera industrial, se evaporan alrededor de dos millones de litros de agua, clara evidencia de que la minería del litio en salares, es una minería del agua (Puente y Argento, 2015, p. 131).
En el ventoso y frío invierno en la Puna, una niña pastorea sus llamas en un puesto cerca de la vertiente y sube al cerro a acarrear hielo en maletas. Esa niña es hoy una delegada de una comunidad del departamento de Antofagasta de la Sierra, Argentina, llamada Felipa y que comparte las memorias de su infancia tejidas con un presente donde sabe que el agua, es de suma relevancia donde vive. Maletas, así nombra a los cestos que utilizaba y que hacían antiguas pobladoras de la zona con hilo de oveja o de llama. Esas bolsas tejidas, permitían trasladar hielo de un lugar a otro. Felipa nos cuenta que con mucho trabajo lo quebraban con barretas, picos o piedras y que lo echaban ahí para llevarlo hasta el rancho que no estaba tan cerca de los sitios de agua y así tener el sagrado líquido en la casa, para tomar, para cocinar, para bañarse.
Escuchando este relato, planteamos la relación entre Puna, identidad y agua, como eje fundamental a la hora de comprender la defensa de este último elemento como bien común. El agua en el altiplano es escasa. Y como motor de vida, es el motor de la lucha que hoy en día llevan adelante las comunidades del altiplano: todos los seres mantienen sus vidas en los pliegues de esos “chorritos” que viborean en la aridez. El agua está siendo el elemento principal en juego en la disputa del territorio, donde una nueva zona de sacrificio, a modo de enclave, está creciendo en el Salar del Hombre Muerto, departamento de Antofagasta de la Sierra, en la provincia de Catamarca. Allí, las precipitaciones son inferiores a los 200 mm anuales y las aguas están ligadas a las nacientes de los ríos y los salares, ecosistemas de gran fragilidad que se conforman como humedales andinos. Estos territorios emplazados entre volcanes, lagunas y lomas, a más de cuatro mil metros de altura, están hoy en el foco de empresas transnacionales a nivel mundial, por ser uno de los lugares donde se extrae un mineral considerado estratégico para la transición energética: el litio.
Hoy, las aguas que dan vida a los pueblos de la región, las aguas de la Puna, corren el riesgo de estar sujetas a crecientes niveles de toxicidad en las tierras adquiridas por las empresas mineras sin tener en cuenta que allí habitan comunidades originarias desde tiempos ancestrales. Existen en estas regiones áridas, corporalidades[6] que resisten al avance del extractivismo y que se han visto expuestas a distintas formas de violencias[7]. Así como las memorias de Felipa, existen muchos otros testimonios que hemos recogido en estos dos últimos años de sumergirnos en Antofagasta de la Sierra.
Este ensayo que busca dar cuenta de ese caminar colectivo y del escuchar relatos vinculados a la historia, el presente y el futuro de un territorio hidrosocial[8] afectado por los tiempos y formas del extractivismo en los últimos cinco años, de manera exponencial. Queremos poner en relevancia el tejido de las memorias locales para un presente de lucha y conflicto ante el avance del litio en la provincia de Catamarca[9].
Nos proponemos abrir fisuras, alumbrar algunas de las complejidades de la construcción de la memoria en este presente de conflicto, hurgar en los intersticios de interpretación de la conflictividad desde un pensamiento en construcción permanente. También deseamos narrar los aspectos metodológicos del trabajo de campo y en segundo lugar describir y analizar los dispositivos metodológicos que hemos desarrollado. Realizamos un pequeño desglose de la importancia de trabajar con imágenes, así como algunas conclusiones vinculadas al trabajo en torno a las memorias en conflicto en escenarios extractivistas.
Este ensayo no busca ser un recetario metodológico, sino un acercamiento a “abrir la cocina” de nuestras investigaciones, contar el proceso, sus aciertos y desaciertos junto a una serie de preguntas vinculadas a nuestro rol en dicho territorio: ¿qué pasa con nuestra presencia?, ¿qué se activa? ¿Qué silencios y qué palabras ebullen? Estas preguntas no encontraron respuesta inmediata, sino que son parte del continuo proceso reflexivo que aquí intenta compartirse.
La metodología está en un momento de prueba, de ejercicio práctico que contempla dos dispositivos metodológicos: las activaciones de memoria y las cajas de memoria[10]. En cuanto a las cajas de memoria, podemos decir que son a su vez “producto” en el sentido que buscan contener las constelaciones que se plasmarán como narrativas visuales, cuestión que será abordada en los apartados siguientes. Comprender los conflictos actuales, atender al pasado y mirar hacia el futuro mediante estas dos herramientas, nos ha permitido, en un incipiente desarrollo, dar cuenta de las violencias políticas, las injusticias hidrosociales y culturales en la Puna. Nuestra propuesta de caja de memoria y las activaciones de memoria, se plantean como herramientas que intervienen en el conflicto actual en torno a la minería de litio, dando especial relevancia al testimonio a nivel comunitario y prestando atención a aquellas discursividades solapadas, a registros sutiles que abordan desde un murmullo la exposición a profundas transformaciones territoriales. Trabajamos desde una ética del cuidado, situándonos en las corrientes feministas que nos permiten poner énfasis en los aspectos afectivos y relacionales que se dan en los cuidados (Giligan, 1985) y comprender los escenarios actuales de los cuidados teniendo en cuenta varios ejes interseccionales como la clase social, la edad, la raza y los contextos geopolíticos (Federici, 2015) y poniendo al cuidado en un lugar central en la construcción de modos de relacionarnos (Federici, 2018; 2013).
Las entrevistas en profundidad con miembros de la comunidad, aparecen como una fuente primaria que forma parte de esta propuesta consteladora: instrumento de recolección de datos de máxima relevancia, cuyas voces adquieren un valor testimonial, un acervo documental muy valioso (Cerutti, 2017). Nos planteamos el testimonio en el sentido otorgado por Memoria Abierta, basándonos en dos principios: la experiencia de puntos de vista diferentes sobre el pasado reciente y su carácter de “asunto público” (Memoria Abierta, 2011, p. 10).
Trabajamos en la generación de constelaciones: así proponemos en nuestro hacer metodológico el establecimiento de relaciones, la agrupación de elementos que parecieran dispares entre sí pero que vinculan experiencias del pasado y del presente, que permiten comprender la conflictividad en torno a las memorias territoriales.
Un conjunto de modos intuitivos de actuar junto a técnicas de descripción y análisis constituyen nuestro bagaje metodológico y que, en su conjunto, permiten trabajar por capas. El material con el que trabajamos son fragmentos de historias, de cosas, murmullos, mapas, indicaciones de cómo llegar a un lugar, la descripción hecha por un arqueólogo de una pintura rupestre, un dibujo reciente sobre la piedra, los caminos, la formas de cuidar y recolectar, el fragmento de memoria de una niña que dialoga con una fotografía antigua. Las constelaciones contemplan un aspecto que consiste en desarchivar el archivo: sacar del sitio asignado, archivos que permanecían guardados para así poder resignificarlos, desarmar lo establecido como relato y rearmarlo para poder ver nuevas figuras, nuevas narrativas.
Moverse en los pliegues
“Toda apuesta política ha de tener una forma de ser nombrada y transmitida y todo lo conocido ha de suponer una intervención política. Para poder actuar sobre el mundo necesitamos pensarlo. Y esto requiere conocer y nombrar las cosas; crear categorías y relatos que permitan una ruptura con la hegemonía discursiva que impone un único mundo posible y una sola forma de leerlo” (Pérez Orozco, 2014, p. 43).
En los pliegues (Deleuze, 1989; 2020) podemos vivir, respirar, movernos. El pliegue aparece como la condición para que la vida rompa con la muerte, una potente imagen disparadora. La Puna nos conmueve. El conflicto en torno al litio nos posiciona como investigadoras, fotógrafas y periodistas antiextractivistas, porque sabemos que la biodiversidad del planeta está en jaque, porque comprendemos que la llamada transición energética no sólo está planteada en términos corporativos y jerárquicos (Svampa y Bertinat, 2022; Fernández Durán y González Reyes, 2014) sigue basándose en los principios del capitalismo verde y de la devastación de bio socio ecosistemas, en este caso, de los humedales altoandinos, de los pueblos atacameños, de los tiempos andinos.
Desde una ética del cuidado, con la intención de ponernos a disposición y acompañar, realizamos un primer viaje al departamento de Antofagasta de la Sierra (Catamarca) entre octubre y noviembre de 2021. Allí estuvimos un amplio tiempo compartiendo con la comunidad Atacameños del Altiplano y con compañeres de la asamblea Pueblos Catamarqueños en Resistencia y Autodeterminación (Pucará). Recorrimos el Salar del Hombre Muerto junto al cacique de la comunidad, Román Guitián, pudiendo acompañarlo en el registro de la mortandad de peces en el río Aguas Calientes por accionar de una empresa contratista de la minera Galaxy Resources[11].
Comenzamos haciendo entrevistas: a partir de entablar comunicación con algunos contactos antes de viajar, pudimos recorrer el territorio a partir de sus derivas, entendiendo la “deriva” como recorridos de la mano de la percepción, donde el andar es un movimiento vital. Al decir de Debord, la deriva aparece como “una técnica de paso ininterrumpido a través de ambientes diversos. El concepto de deriva está ligado indisolublemente al reconocimiento de efectos de naturaleza psicogeográfica, y a la afirmación de un comportamiento lúdico‐constructivo, lo que la opone en todos los aspectos a las nociones clásicas de viaje y de paseo” (Debord, 1958). Si bien Debord explícitamente refiere a derivas citadinas, creemos pertinente la utilización de este concepto para nombrar algunas de las prácticas que hemos realizado. Las derivas en el sentido entendido por Debord, nos permitieron recuperar gestos y expandir y entrelazar el conocimiento entre las formas de vida y los ambientes. Las derivas se presentan como una herramienta exploratoria y técnica de investigación que nos permitió recolectar narrativas y tejer relaciones, entramarlas para generar una historia de la vida en ese territorio[12].
En ese primer viaje, fuimos con el objetivo de rastrear archivos y producir imágenes: armamos una primera aproximación a las “cajas de memoria” y realizamos un amplio registro fotográfico y audiovisual. Entre tanta muerte y violencia, surgió como objetivo específico el registro de la vida y el acervo cultural y memorial de Antofagasta de la Sierra.
Nuestro segundo viaje en conjunto, lo realizamos entre fines de mayo y principios de junio de 2022, a San Fernando del Valle de Catamarca, capital de la provincia homónima. En esa fecha se realizó en Catamarca el onceavo Seminario Internacional Litio en la región de Sudamérica, evento que es definido por sus realizadores como uno de los encuentros preferidos por la industria minera. Allí participan industrias relacionadas al litio y actores considerados “estratégicos” por el sector minero. En simultáneo, comunidades originarias y rurales provenientes de distintos puntos del llamado “triángulo del litio” se reunieron para levantar sus voces y expresar que la explotación minera, no tiene licencia social: el Contra Seminario del litio: el Seminario de los Pueblos, fue organizado por la Pucará, el Observatorio Plurinacional de Salares Alto Andinos, Be. Pe., Fundación Yuchan, Pañuelos en Rebeldía y Atizar como respuesta al XI seminario internacional Litio. Allí nos encontramos también con algunas personas de la comunidad Atacameños del Altiplano, y en el marco de dicho evento se realizó la audiencia local del Juicio ético a las transnacionales del litio, en el cual participamos representando a la fiscalía[13]. Este viaje, a nivel respuesta a las preguntas que veníamos planteándonos, fue importante para afirmarnos en el involucramiento en las prácticas de memoria en situaciones de conflicto y de justicia socioambiental que se despliegan en contraposición a las prácticas empresariales y estatales.
Nuestro tercer viaje, lo realizamos entre el 14 y el 24 de febrero de 2023. Estuvimos en Antofagasta de la Sierra nuevamente. Los primeros días del viaje, nos hicimos presentes en la Feria de Puna, evento que va por su 32° edición y reúne personas de todos los poblados cercanos a Antofagasta que se dedican a la ganadería de llamas y pastoreo de ovejas, así como al hilado, el tejido, que cantan coplas y realizan la recolección de plantas. Es una feria de los pueblos que rodean el Salar y que hoy son nombrados como “zonas de influencia” de las empresas mineras[14]. Este tercer viaje fue importante para profundizar y fortalecer nuestra metodología de trabajo en torno a la memoria, las derivas y las imágenes de futuro.
El trabajo con archivos fotográficos
Imagen 1: Silveria y Valentina, 1923
El disparador fue una fotografía. La imagen de Silveria y Valentina, colgada en el living de la casa de Elizabeth Mamani y Alfredo Morales, parte de la comunidad Atacameños del Altiplano. La única referencia, es que esa fotografía había sido tomada en 1923: dos señoras en la puerta de su casa en Peña Colorada, el lugar donde Alfredo se crió junto con sus hermanas y hermanos. Nos compartió lo que sabía: que eran la madre y la abuela de su padre y que la fotografía había sido tomada por una expedición, que un grupo de antropólogos le habían traído una copia bastante pixelada hace un par de años. Es una foto bella: las antiguas, las llamamos a esas dos mujeres con polleras largas que posan frente a la cámara con la mirada segura, sus manos juntas, su pelo oscuro y su casa atrás, de piedras encimadas. Esa foto, que hoy Alfredo lleva como foto de perfil/avatar de Whatsapp, es la fiel testiga de la posesión lejana y certera de esos territorios que hoy son disputados por las mineras para el paso de camiones que llevan y traen el litio.
El deseo de encontrarnos con ese archivo que el 2023 cumple 100 años, nos movió a averiguar de qué se trataba. Una de nosotras le preguntó a Alfredo qué sentía con esas fotografías y él dijo que le gustaba conocer la memoria e historia de su territorio. Que los arqueólogos venían y le contaban cómo había sido la vida en ese lugar. Pero que tenía recuerdos en su memoria de lo que le había contado su padre. Que le gustaba registrar.
A partir de ese primer gesto, empezamos un camino sinuoso para obtener los permisos para utilizar dichas fotografías, hasta que el Archivo de la División Arqueología del Museo de La Plata, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata, nos permitió utilizar una selección imágenes y documentos de viaje de Vladimir Weiser, de la Colección B Muñiz Barreto. Esto incluye además de un conjunto enorme de fotografías, una libreta de campo, un diario de V. Weiser de la 5ta expedición, con fecha del 6 enero - 20 abril, 1923. Además de ser insumos claves para nuestra investigación se vuelven de vital importancia para la memoria de las comunidades y es por eso que nuestro primer objetivo fue hacer llegar a las manos de pobladores de Antofagasta de la Sierra y alrededores las imágenes y documentos, para que sean parte de sus historias.
También, nos topamos con el enorme archivo de Crisanto Vázquez, fotógrafo del pueblo, recolector de imágenes que se convirtió en puente para que pudiéramos trabajar las memorias en las activaciones de la Feria de la Puna. Sus fotografías se convirtieron en una herramienta metodológica para el diálogo con la gente sin caer directamente en una conversación sobre la conflictividad en torno a la minería de litio, que nos permitió una red de contactos y vínculos con diversidad de habitantes de la Puna catamarqueña. Lo conocimos en el primer viaje. Allí apareció la primera posibilidad de trabajar con las activaciones de memorias, a partir de su archivo fotográfico, el cual estaba enrollado dentro de una bolsita de farmacia, en un pequeño taller del pueblo de Antofagasta de la Sierra: una misa, un niño andando en bicicleta, un avión aterrizando, un auto con un vidrio roto, un grupo de escaladores, un hombre con una escopeta, un volcán, un búho. Todo forma parte del enorme acervo fotográfico de Crisanto que falleció en noviembre del 2022 a los 78 años[15] y que durante más de la mitad de su vida, durante más de 40 años, los ojos de Crisanto se posaron en un pequeño visor, mientras sus manos sostenían aquella caja oscura que permite dejar impresa la luz.
Con ese espíritu comenzó el proceso de trabajar en “activaciones de memoria”, y empezamos a andar un camino de lectura de diarios y fotografías antiguas, de contacto con escuelas para obtener también avales e intenciones de desarrollar a futuro talleres con jóvenes a partir de este archivo. En el siguiente apartado, describimos el proceso de activaciones de memoria.
Activaciones de memoria
Las activaciones de memoria, no sólo producen nuevas remembranzas, sino la posibilidad de cruces intergeneracionales, el potencial de leer la emocionalidad del pasado a partir de un encuentro genealógico de seres que se ven reflejados en sus parientes, sus vecines, sus familiares. Y todo un conjunto de cuestiones vinculadas a pensar cómo los saberes siguen en las formas de relación con el territorio, en el hilado, en los usos humanos de las plantas.
Las activaciones de memoria nos colocan en una diáspora y nos permiten cruzar imágenes del pasado con aquellas que son producidas en un presente minero, en un intento de aportar herramientas al arraigo territorial, al decir de Segato (2022), en el marco de configuraciones violentas: ¿Qué pasa si ponemos en juego las fotos de las vicuñas comiendo la basura de la minera Livent junto a una foto del Salar del Hombre Muerto de principios del siglo XX? ¿O si contrastamos los empapelados de folletería de las mineras, que rezan palabras claves como medio ambiente, sustentabilidad, conciencia y comunidad; “¿Aprovechamos la tecnología del litio para impulsar vidas y lograr un mundo más limpio, sano y sostenible”, junto a la casa y el rostro de les habitantes del Salar del Hombre Muerto que fueron forzades a migrar de su territorio?
Las activaciones de memoria, son también parte de un proceso etnográfico. El derrame de fotos en una mesa, donde cientos de personas del pueblo de Antofagasta y de los alrededores se acercaron, nos permitió intuir que estamos avistando una primera capa de memoria, que es la identificación, los procesos identitarios de esas memorias en conflicto en las que se encuentran hilos y conexiones territoriales-temporales de décadas. En el despliegue del dispositivo metodológico, llegamos a la Feria de la Puna con todo ordenado, agarramos tres mesas. Separamos por temas y las fotografías tomadas por la expedición de 1923, las de Crisanto Vázquez y nuestra producción fotográfica realizada por nosotras entre octubre y noviembre de 2021. A pesar de la separación, las fotos se mezclaron en el manoseo. Se encimaron, mutaron de lugar en la mesa. De repente, todo cruzado y mezclado en la memoria, ¿dónde está la foto del casamiento? Gente que volvió a buscarse. La gente encontraba a su mamá, a su hermana. Se veía a sí misma años antes. Muchos jóvenes se acercaron indagando en los rostros familiares. Pusimos en juego las imágenes con los relatos de la gente que se acercaba a verlas. Anotamos nuestra sensación de ella pudiendo reconocer la importancia de que la gente vea ese archivo de lo que era el pueblo antes de las mineras: “La mesa se vio desbordada por emociones familiares, estamos un poco abatatadas que no se escape nada. Bajaron doñas de distintos puntos, sus manos agarraron las imágenes y se fueron enredando las familias, los casamientos y las abuelitas. Grabamos, anotamos, preguntamos.” (Notas de Campo, 2023)
En uno de los días en que realizamos las activaciones de memoria, propusimos un juego a algunes niñes que se acercaron: elegir una foto y contar por qué la elegían. Una niña dijo “yo siempre intenté imaginarme cómo era esto antes y ahora lo puedo ver”, mientras que otro niño dice “estas casas son de los indios”. Algunas de las cosas que salieron mirando el archivo de 1923 y de Crisanto Vázquez, fueron:
“No sé si era militar. Arqueólogo. O algún minero. Tiene corbata. El comisario también” (Mesa de activaciones de memoria, 2023)
“El torreón es donde estuvieron los indios. Donde los indios hicieron figuras, pero ahora la peña se cayó. Y quedó casi en medio de la ruta. Yo vivo cerca de ahí. Jugábamos ahí, jugamos todavía” (Mesa de activaciones de memoria, 2023).
“Ahí vive una señora. Sigue viviendo, doña M. Es amiga de mi mamá. Usan estas piedras para separar los terrenos, hay una casa que ya no la usan, pero hicieron un camino y bajan por acá” (Mesa de activaciones de memoria, 2023)
“Qué están haciendo ahí. - Ahí están llevando la virgencita, parece que en el cerro porque siempre cuando llevan a la virgencita la llevan al cerro. - Una vez yo fui ahí, con mi mamá caminando al cerro y me cansé…. estos son los cerros de Catamarca, para ir al camino de Catamarca, son corrales abiertos. - Acá hay corrales, lo habrán hecho capaz los indios” (Mesa de activaciones de memoria, 2023).
Animamos a buscar, revisar y tocar las fotografías en papel dispuestas en la mesa. A encontrarse con las abuelas, reconocer quienes todavía están vivas. Una mujer le indica a una joven que ahí está su tatarabuela. Otra mujer cuenta de la peregrinación del patrono del pueblo, Santo Domingo. Otra marca “Nuestra señora de Loreto” y la fiesta del 10 de diciembre. En la Mesa de Activaciones de Memoria también surgieron diálogos relacionados con las cantoras copleras, y distintos oficios de mujeres en el pueblo, como las parteras, las trabajadoras del hogar, entre otras cosas.
¿Quiénes están presentes en la Feria de la Puna? Mientras juntamos las cosas de la mesa para dirigirnos a la actividad final, escuchamos por el altoparlante las empresas presentes: Livent, Santa Rita SRL, Huasi construcciones, AMSA Minerals, Galaxy, Sal de vida Allkem, Galán Lithium entre otras. El gobernador Raúl Jalil y el intendente Julio Taritolay también están presentes y son los encargados de entregar los galardones a les productores ganadores de los concursos de llamas y ovejas.
Las empresas mineras, en simultáneo a que nosotras llevábamos adelante las mesas de activaciones de memoria, ocuparon mucho tiempo y espacio en el establecimiento de lo que llaman relaciones comunitarias: en mirar el territorio viendo la manera de controlarlo, de tener un diagnóstico de actores claves, ver qué hace falta, de qué manera intervenir. La estrategia es meterse: en la construcción de memorias, en la construcción de imágenes de futuro, mediante estrategias comunicacionales y de vinculación, de participación comunitaria, las empresas llevan adelante intervenciones directas sobre la memoria de los pueblos que denominan zonas de influencia minera. Existe una producción de un discurso tecno-científico a nivel empresarial y estatal que busca una relación con la producción de memorias locales y saberes locales o menores (Foucault, 2008).
La imposición de conductas y el sometimiento de los cuerpos y la memoria (Lazzarato, 2010, p. 83) en el marco de la consolidación del modelo minero, implica modulaciones que buscan capturar las memorias y su potencia virtual, y que Lazzarato agrupa bajo el conjunto de técnicas de control que se ejercen sobre el cerebro con el nombre de noo-política: “las nuevas relaciones de poder que toman como objeto la memoria y su conatus (la atención)” (Lazzarato, 2010, p. 100); allí lo que prima como mecanismo de control es la modulación del cerebro y la constitución de hábitos en la memoria espiritual (Lazzarato, 2010, p. 100), dirigiendo y organizando las demás relaciones de poder.
“Aprendieron lo que tenían que hacer, y lo hicieron bien, lo hicieron súper bien” decíamos en nuestras notas de campo, y continúan nuestros registros diciendo “flamean las fotos de ganadería para venderlo como folclore y la capa del gobierno nacional que en lo discursivo directamente niega la presencia de vida ahí, retoma esto de lo desértico sin vida” (Notas de campo, 2023). Esta descripción la conectamos con lo que Antonelli nombra como el “puro mapa cantera” que trae consigo “la desacralización de culturas y la mineralización de etnias y poblaciones, la denegación de patrimonios tangibles e intangibles -naturales, arqueológicos, culturales y económicos-, en un proceso de desterritorialización del Estado” (2011, p. 7).
En relación a esto, afirmamos que en el vínculo con el territorio construido desde quienes forman parte de la comunidad Atacameños del Altiplano, la valoración de los cerros, de la Puna y del agua que se busca “defender” del avance de la minería litífera, exceden el valor de cambio y se alejan de la idea de “desierto” o la consideración de zonas de sacrificio o zonas sacrificables (Svampa y Viaje, 2014; Olmedo y Ceberio de León, 2021) puesto que allí se tejen experiencias sociales desde el lenguaje y desde la vivencia afectiva y emotiva. “Vivenciar” el territorio habla de una forma de relacionamiento que excede y trasciende la racionalidad económica, donde el territorio aparece como un lugar a proteger, a cuidar: este modo de interpretar y vivir la territorialidad orienta la acción de los sujetos hacia prácticas armónicas y no destructivas del territorio, desde el arraigo al paisaje que nombrábamos al comienzo de este apartado.
Vale nombrar que esos primeros días del viaje en 2023 en los que realizamos las activaciones de memoria, sentimos el hostigamiento, la presencia burda de las mineras. Oímos la actualización del conflicto del bypass minero: en las tierras de la familia Morales, el paso de vehículos de gran porte que van y vienen del Salar del Hombre Muerto es ininterrumpido con materiales para la construcción del proyecto “Sal de Vida” (Allkem). Meses antes de que se declarase una pandemia a nivel global, el gobierno intentó quitar un alambrado de las tierras de la familia Morales para que pasen los camiones. Golpearon a Leonor, empujaron a Luisa y tres hermanes (Hortensia, Evelia y Santiago) fueron apresadas y trasladadas a Belén. La decisión de que la minería fuese incluida como una de las actividades esenciales durante la cuarentena por su “contribución al desarrollo económico de Argentina” a través de la decisión administrativa 450/2020, con la imposibilidad marcada por el decreto 297/2020 de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) de salir a protestar o llevar adelante acciones directas para visibilizar el no de las comunidades, marcó la continuidad del conflicto (Cerutti y Bensadon, 2021).
Nuestra presencia en el territorio, en estos momentos de fuertes transformaciones territoriales, nos derivó en una conversación sobre las memorias en conflicto y nuestro rol de estar registrando en este momento histórico, en el marco de la Mesa de activaciones de memorias en la Feria de la Puna. Aquí transcribimos parte de nuestros diálogos:
“S: lo que nos decía una mujer es que acá, lo primero que van a ver es si sos minero-antiminero y nadie nos preguntó qué opinábamos de eso, que era un poco lo que decíamos por dónde entrar, cómo hacer para que las personas se abran a contarnos sus historias.
D: No importaba quién apareciera, si la doña que vivía a 90 kilómetros con sus llamas hasta el ministro, contábamos lo que estábamos haciendo. Y eso fue el gran desafío en estar habitando este lugar donde el conflicto no está explícito, pero sí latente, tratando de generar otro tipo de registro, otro tipo de acercamiento ¿cómo aparece?
S: Que todo eso aparezca ordenado desde otros lugares y que la gente lo traiga. El desafío ahora es ir profundizando, salir de la capa.
G: para mí también es la dureza de tener un registro histórico de cómo lo están haciendo.
D: Recién están llegando. Nosotras podemos hacer un registro para la memoria del conflicto en este territorio.
G: Estamos habitando tanto la grieta en este momento histórico que hay que tratar de encontrarle fisuras a esta (Notas de campo, 2023)”[16]
Activaciones, imágenes disparadoras, catalizadores de memoria y recuerdos: la fuerza de las narrativas visuales. ¿cómo mostrar la superposición de tiempos? Desde un presente insurgente, un montaje visual (Rivera Cusicanqui, 2012) puede ser subversivo de un orden. La configuración de imágenes desde el territorio específico de Antofagasta de la Sierra junto a miembros de la comunidad se vuelve relevante para imaginar y articular colectivamente los desafíos de la emergencia del litio y la transición energética en territorios locales que se ven afectados por la presencia de proyectos extractivos.
El trabajo con imágenes también nos llevó a reflexionar sobre la cámara fotográfica como herramienta de obtención de fotografías, a la vez que la sociología de la imagen práctica cognitiva y expresiva (Rivera Cusicanqui, 2015) nos brinda herramientas para el análisis, uso y montaje de las imágenes. Aquí tomamos los aportes de Haraway para pensar la cámara como mediadora de campos de fuerza, como artefactos proteicos donde construimos maneras específicas de ver, es decir, formas de vida (2016) y a la vez, recuperamos algunos aspectos sociales y culturales de la imagen desde la antropología de la mirada Ardévol (1998), para la imagen como portadora de información por sí misma; como documento etnográfico, para así comprender sus usos sociales y su aportación a la formación y transformación de identidades colectivas.
La Rolleiflex con la que trabajamos para las cajas de memoria, es una cámara de formato medio, que contiene un visor cuadrado. Esta cámara permite algo muy importante que las cámaras de 35mm vuelven más complicadas de ejecutar, que es poder mirar de manera conjunta a través del visor de 6x6 aquello que se va a fotografiar.
El visor de esta herramienta-cámara deja de estar a la altura de la cabeza y sobre el ojo. Y pasa a estar a la altura del chuyma (Rivera Cusicanqui, 2018), de las entrañas. Para encuadrar y enfocar se hace necesario agachar la cabeza, se deja de mirar de frente. Al hacer este ejercicio de fotografiar entre dos, el punto de la cámara pasa a estar entre medio de las dos personas se elige que se desea fotografiar para guardar en la caja, enfocamos.
Otras reflexiones en torno a la construcción de memorias en conflicto, sucede cuando vemos el accionar de Román en su registro de toda acción-huella minera sobre su territorio con la cámara de su celular. La fotografía como una herramienta para generar un registro, una evidencia de lo acontecido, para luego efectuar una denuncia de violencia sobre su territorio. La fotografía se vuelve una herramienta política de lucha. La cámara como testigo, el dejarse guiar, acompañar lo que las personas que allí habitan crean relevante documentar y recuperar el sentido del movimiento vital del andar.
Cajas de memoria
“Cada caja tiene su memoria interna. Cada instrumento suena en relación con el lugar, por los materiales que se utilizan para fabricarlos” (Entrevista a Víctor, luthier amigo de cajas y tambores, Londres, Catamarca, 2021).
Las cajas aparecen metodológicamente como contenedores, como vasijas para nuestras constelaciones, como una práctica reflexiva y acumulativa, como trabajo a largo plazo en un registro de lo que está desapareciendo, las cosas preciosas y frágiles que corren el riesgo de perderse por el avance del extractivismo de litio. Hay un texto clave que nos acompaña: el de Úrsula k Le Guin, sobre la “Teoría de la bolsa como origen de la ficción” ([1989] 2021), que nos permite pensarnos como recolectoras en un proceso personal, un dispositivo para contar y llevar historias. Esta herramienta es un trabajo en proceso que surge también de la dificultad para generar instancias colectivas de trabajo en Antofagasta junto a la comunidad: un giro metodológico y de acercamiento al territorio. Las cajas de memoria buscan guardar amuletos, fotografías, escritos, sueños, entrevistas. Tiene una materialidad, que busca preservar elementos de la memoria colectiva que se vean amenazas por el avance de la minería de litio. La caja como recipiente de guardado de alimentos, de energía vital, de memorias.
Le comentamos a Alfredo la idea de trabajar en conjunto el armado de unas cajas a las cuales le habíamos puesto “Cajas de memorias, sueños y derivas.” El armado de estas cajas implicó en nuestro primer viaje, salir a caminar y charlar lo que querían atesorar de su territorio, en una primera instancia, las personas que son parte de la comunidad Atacameños del Altiplano. Así salimos a retratar los espacios donde se guardaban recuerdos y a escribir lo que significaban para elles. Así comenzamos con un objeto concreto: una caja con fichas adentro que completamos junto a tres personas de la comunidad Atacameños del Altiplano. El ejercicio que propusimos a cada una de ellas, fue el de relatarnos lugares u objetos que fueran significativos y luego ir hacia ellos y retratarlos. En ese ejercicio, encontramos una fuerte vinculación con el agua, con sitios de cultivo y sitios de la infancia donde se hallan también elementos culturales y patrimoniales de muy larga data como, por ejemplo, Peñas Coloradas, donde nacieron Silveria y Valentina (familiares de Alfredo Morales que nombramos en un apartado anterior). Los cursos de agua, desearon ser fotografiados por Alfredo. Cuando le preguntamos por qué, nos respondió “No va a haber agua, no va a haber pasto, no va a haber nada. Contaminación y chau termina ahí. En 40 años ¿cuántos millones de toneladas se van a sacar de litio? ¿Y de agua?”. Las cajas también están en un proceso de configuración a partir de ejes temáticos, que presentaremos en futuros trabajos.
Si bien el proceso de las cajas es incipiente, hemos comenzado el ejercicio de conectar fragmentos, y allí nos encontramos con imágenes-postales que se ponen en diálogo permitiéndonos ver elementos de la vida de un pueblo con personas que están involucradas, directa o indirectamente en la disputa socioterritorial en torno a los proyectos extractivistas de litio en la región. Este ejercicio, que por momentos parece caótico, nos permite a la vez anticiparnos a una forma narrativa que es parte de nuestras búsquedas estéticas y políticas: conectar lo que parece disperso, darle a quien lee o se acerca a querer entender lo que allí sucede, un cotidiano, un anclaje con elementos de la realidad de las personas que habitan y construyen resistencia en aquellos territorios de la Puna, compartir nuestra afectación y afectividad eco socio territorial, a su vez de cómo se tejen las memorias territoriales de aquellos sitios donde se anclan conflictos en torno a la transición energética actual.
La configuración de las cajas de memoria requiere socializar la herramienta a la que vez que compartir el material, relevar los conocimientos, los pareceres, los datos. Trabajar con cajas de memoria, permite generar narrativas visuales que dan cuenta de nuevos relatos, promoviendo la participación e incentivar la rememoración, cuestión que posee una dimensión estética y simbólica muy fuerte y nos permite hablar de una ampliación de las metodologías de investigación participativa.
Un intento de cierre que es una apertura: el pasado por delante, el futuro en nuestras espaldas
“Vivimos en una época en que el poder de las palabras es importante para presentar, justificar y explicar las ideas, y ese poder es tangible en los cambios mientras se producen. Olvidar es un problema: las palabras son importantes, en parte como medio para ayudarnos a recordar” (Solnit, 2023, p. 13).
“La imaginación no es una forma de hacer dinero. No tiene cabida en el léxico del lucro. No es un arma, aunque todas las armas se originan en ella y de ella depende el uso o no de las armas: como todas las herramientas y sus usos. La imaginación es un modo fundamental de pensar, un medio esencial de convertirse en humano y seguir siéndolo. Es una herramienta mental” (Le Guin, 2004, p. 195).
La fotografía no puede restituir la integridad al cuerpo que registra (…) La fotografía, mostrada y puesta en circulación, se convierte en la condición pública que nos hace sentir indignación y construir visiones políticas para incorporar y articular esa indignación. (Butler, 2010, p. 120).
En este territorio no sólo se depositan sales y minerales de gran valor para el mercado capitalista mundial sino también imágenes políticas de futuro, que se tejen en los diálogos entre los miembros de la comunidad. Junto con Cusicanqui, estamos convencidas que tenemos que producir pensamiento desde el cotidiano (en Barber, 2019). Creemos en un modo de habitar los territorios a los que viajamos, de hacer territorialidad, basado en la escucha y en la conexión como modo de trabajo y como potencia creativa, donde las ideas, al decir de Le Guin provienen de la experiencia (2004, p. 253). Debajo de esta, hay ritmos que “rigen el movimiento de la memoria y la imaginación y las palabras” (2004, p. 266). Creemos que trabajar con activaciones de memorias y cajas de memoria en un proceso reflexivo desde el presente, nos permite también visualizar posibles escenarios, y también seleccionar el deseable para diseñar las estrategias y las acciones que nos lleven a realizarlo. “Es un paso fundamental que va del “Esto no puede pasarnos” una vez que examinamos el presente, al “qué vamos a hacer si pasa” cuando miremos hacia el futuro” (Baena Paz, 2016). Así, los ejercicios de memoria y de imaginación, nos permiten clarificar deseos y construir escenarios, generar situaciones preventivas de cara al futuro, junto a la construcción de apreciaciones del pasado y el presente.
Trabajar con imágenes, nos permite habitar y recorrer el pasado. Y a su vez, construir y pensar con la comunidad posibles imágenes del presente y del futuro en un escenario de expansión extractiva minera. Al decir de Huberman (2011) las imágenes nos sobreviven, son un elemento de duración, que contiene memoria y claves para pensar el porvenir. Desde ese pensamiento, las imágenes nos permiten realizar un ejercicio que entrama el recuerdo y la imaginación, desde un presente situado con los pies en la tierra donde se configuran miradas inacabadas de lugares, tiempos, materias, significados (Haraway, 2019).
Decidimos usar fotografías también para disparar la imaginación para el trabajo en torno a imaginarios de futuro en un escenario de creciente conflictividad socioambiental en el Salar del Hombre Muerto y el departamento de Antofagasta de la Sierra. Estos, no están determinados, son contingentes e inciertos, dependen de una improvisación/innovación cotidiana en el presente, dan lugar al potencial de la creatividad humana (entender y pensar desde ahí) teniendo en cuenta que existen imaginarios vinculados a lo que el litio puede generar: así surge como pregunta ¿cuáles son los conceptos anticipatorios que muestran estos discursos?
Postulamos que mirar al futuro es cargarlo de deseos y esperanzas, por un lado, pero también de miedos colectivos vinculados con la desaparición del agua como bien común, de los vínculos sociales que sostienen la comunidad, así como su historia cultural. Los futuros posibles, deseables e indeseables se constelan afectando la manera en que tomamos decisiones en nuestro presente.
Así, la construcción de escenarios posibles en situaciones donde las memorias están en conflicto, permite tener información del pasado y del presente, ensayar situaciones con la información presente y las señales del pasado para construir diversas imágenes de futuros (Baena, 2016). La mirada multiescalar y constelada del conflicto, desde el ecofeminismo y el feminismo comunitario nos permiten hablar de nuestros cuerpos como el primer territorio de defensa (Cabnal, 2018), el agua como uno de los ejes articuladores y conectores de las luchas y los territorios por venir.
Queríamos afirmar también que el acervo de Crisanto, así como las fotografías de 1923, son parte de la magia de un pueblo que hoy está siendo acechado por el extractivismo minero, a un ritmo cada vez más acelerado, por lo que las fotografías se convierten en parte de una narrativa memoriosa de aquellos tiempos en que minería de litio, era una frase y un hacer desconocido.
Queríamos cerrar este ensayo reflexionando sobre lo que implica nuestra presencia desde esta propuesta metodológica: en “tierra de antropólogos y arqueólogos” (mucha presencia de masculinidades hetero cis en los relatos narrados por pobladores), trabajar con memorias en conflicto también es un permanente reflexionar sobre nuestro hacer, sobre nuestros prejuicios, nuestras maneras de intervenir. Sobre las sensaciones vinculadas a la temporalidad socio espacial, el trabajar en territorios alejados de nuestros cotidianos, con mujeres, sobre los silencios, sobre lo que no se está diciendo, sobre las presencias de las masculinidades.
Queríamos cerrar afirmando junto a Solnit que “la historia y la memoria intergeneracional nos aportan puntos de referencia sociales y políticos, la amnesia nos vuelve proclives a sentir el presente como inevitable, inalterable o inexplicable” (2023). Las activaciones de memoria, las derivas y las cajas de memoria que se constelan en nuestro hacer, buscan justamente, evitar procesos de amnesia colectiva en un escenario donde las mineras y el Estado buscan borrar, deslegitimar o tergiversar las memorias comunitarias y construir herramientas para que las futuras generaciones sepan que en medio de conflictos por el agua a nivel mundial, hubo personas y comunidades que resistieron e hicieron lo posible para que las memorias del buen vivir persistan en el tiempo.
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[1] Identificador persistente ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25250841/slcax8dst
Fecha de Recepción: 26/09/2023 Fecha de Aceptación: 07/12/2023
[2] Las autoras agradecen la lectura atenta y amorosa de Elizabeth Mamaní y Lucrecia Wagner.
[3] Universidad Nacional de Catamarca, Instituto Regional de Estudios Socio-Culturales.
[4] Universidad Nacional de San Martín, Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (IDAES).
[5] Universidad Nacional de Córdoba
[6] Este ensayo utiliza lenguaje no binario con usos alternantes del femenino.
[7] Si bien no desarrollaremos en este artículo, se pueden encontrar algunas referencias vinculadas a violencias y daños en torno al extractivismo de minería metalífera y litífera en Cerutti (2023); Cerutti (2022), Cerutti (2021).
[8] Por territorio hidrosocial entendemos las “configuraciones espaciales de personas, instituciones, flujos de agua, tecnología hidráulica y el entorno biofísico que giran en torno al control del agua” (Boelens, 2016). Así, la configuración hidrosocial del espacio se entiende como “el proceso de apropiación, usufructo y transformación del agua que lleva a cabo la sociedad en diferentes momentos históricos en los que deja su respectiva estructura espacial. Dicho proceso está condicionado por tendencias políticas, económicas y sociales; así, la integración social del agua produce espacio” (Rodríguez Sánchez, 2018, p. 171).
[9] Este trabajo, que hace foco en lo metodológico de la construcción de memorias en conflicto, entra en diálogo con trabajos anteriores (Cerutti, 2022; 2022a) que dan cuenta de una cartografía crítica de las transformaciones en el territorio, poniendo atención a las implicaciones sociales, económicas y socioambientales que sobre la vida y los cuerpos-territorios de las mujeres está ocasionan, desde una perspectiva de (in)justicia ambiental y conflictividad socioterritorial.
[10] Con esto nos referimos a herramientas para la generación de narrativas visuales que dan cuenta de nuevos relatos, promoviendo la participación e incentivar la rememoración. En los apartados siguientes desarrollaremos con mayor profundidad dichos dispositivos que hemos creado.
[11] Galaxy Resources, quien en ese viaje se encontraba en tareas de exploración para el proyecto Sal de Vida se fusionó con Orocobre, convirtiéndose así Allkem Lithium. En la fecha en que registramos la mortandad de peces, la empresa se encontraba construyendo un puente para el paso de los vehículos mineros que transitan por el salar, mediante la contratista Huasi Construcciones en el río Aguas Calientes, en la juntura con el Río de los Patos. En la denuncia que presentó la comunidad ante autoridades policiales, dan cuenta de la muerte de truchas, vegetación que fue removida de la vega y movimientos de tierra del cauce del río, alteración del paisaje andino y ruidos de maquinarias que afectan la biodiversidad que allí se desarrolla. Ver: https://latinta.com.ar/2021/10/25/mortandad-peces-salar/
[13] Los juicios éticos y populares, los planteamos como espacios particulares de condensación de la enunciación y (d)enuncia de las violencias (en)tramadas del modelo (Cerutti, 2018). Se trata de una práctica socio-jurídica particular (Antonelli, 2017) con una dimensión performativa y denunciativa de gran alcance para América Latina que reclaman por la justicia ambiental. Los juicios a las transnacionales se convierten, tal como ha anunciado Antonelli en “escenas de veridicción” en el escenario de la megaminería transnacional. Se trata de tribunales éticos que condenaron a varias empresas en el orden de la opinión pública” y que buscan constatar el daño producido por las corporaciones (Antonelli, 2017).
[14] La feria estuvo divida en tres sectores: un galpón donde estuvieron artesanes, los corrales donde se desarrolló la exposición de ganado y una carpa blanca donde pusieron sus estands las mineras Allken, Livent, Galan Lithium, el Ministerio de Minería de Catamarca, y algunos emprendimientos productivos que son “apoyados” por las mineras.
[15] En el primer viaje que hicimos a la Puna catamarqueña, digitalizamos parte de esos negativos y en el siguiente viaje, cuando Crisanto ya había fallecido, llevamos impresas las fotografías y se las dimos a Antonia Gutiérrez, compañera de gran parte de la vida del fotógrafo. Teníamos las fotos de él impresas y fuimos a buscar su permiso para llevarlas a la mesa que colocamos en la 32° Feria de la Puna, cuestión que narraremos en el siguiente apartado.
[16] [16] En las notas de campo, “S” refiere a Sofía, “D” a Débora y “G” a Guadalupe, las autoras de este artículo.