La memoria como herramienta: procesos de construcción y usos de memorias al interior de

un grupo de vecinos de Unquillo- Córdoba[1]

Memory as a tool: processes of construction and uses of memories within a group of neighbors of Unquillo- Córdoba

 

Lourdes Luna Rodríguez[2]

 

 

 

Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-No hay restricciones adicionales 4.0 (CC BY-NC 4.0)

 

“El pasaje es de lo siniestro a lo maravilloso”

Enrique Pichón-Rivière[3]

 

Resumen

En este trabajo se recuperarán algunas de las líneas principales de investigación llevada a cabo en el marco de una tesis de Licenciatura en Antropología (FFyH-UNC). En ella, se analizaron etnográficamente las prácticas de elaboración de memorias llevadas a cabo por un grupo de vecinos de la localidad cordobesa de Unquillo, quienes en el año 2015 resultaron afectados por una inundación ocurrida en esa región geográfica. El objetivo central del presente escrito es reponer las prácticas y discursos que surgieron desde esta agrupación vecinal que se conformó para tramitar colectivamente las experiencias traumáticas dejadas por la inundación, para luego, dar cuenta de la centralidad que cobran las memorias comunitarias sobre la inundación en el contexto socio-político local. A partir de articulaciones y usos novedosos, las memorias vecinales sobre la inundación comenzaron a desempeñar un rol clave en procesos sociales emergentes, vinculados a las luchas por la gestión territorial y los modos de habitar las Sierras Chicas.

Palabras clave: Inundación-Memorias- Unquillo

Abstract

This paper will recover some of the main lines of research carried out in the framework of a thesis in Anthropology (FFyH-UNC). In it, the practices of memory carried out by a group of neighbors of Cordoba's town, Unquillo, which in 2015 were affected by a flood that occurred in that geographical region, were ethnographically analyzed. The main objective of this investigation is to recount the practices and discourses that emerged from this neighborhood group that was formed to collectively deal with traumatic experiences left by the flood, and then, to account for the centrality of community memories about the flood in the local socio-political context. Based on novel articulations and uses, neighborhood memories of the flood began to play a key role in emerging social processes linked to the struggles for territorial management and ways of inhabiting the Sierras Chicas.

Keywords: flood-Memories-Unquillo

 

Introducción

En el presente escrito pretendo retomar algunas de las principales líneas de la investigación etnográfica que realicé en los años 2018 y 2019 en el marco de la realización de mi Trabajo Final en Antropología (FFyH-UNC). En dicha investigación, apunté a reponer los procesos de construcción de memorias individuales, pero principalmente comunitarias, por parte de un grupo de vecinos de un barrio de Unquillo (Córdoba) que durante febrero de 2015 habían sido afectados por una inundación. Si bien en la región ya habían tenido sitio otros eventos de ese tipo, la inundación de 2015 fue disruptiva no solo por las consecuencias dejadas por el paso del agua, sino principalmente por los movimientos sociales y las articulaciones que se suscitaron en torno al evento. Fue precisamente pretendiendo dar cuenta de los efectos y significados sociales que la inundación adquirió en el ámbito local, que decidí orientar el interés hacia las trayectorias vitales de vecinos de la localidad de Unquillo, llegando de ese modo a un grupo de residentes que se articuló en función de la experiencia compartida de haber sido inundados. Las dislocaciones de lo cotidiano, la necesidad de tramitar las experiencias traumáticas y dolorosas, así como la búsqueda de explicaciones que permitieran volver inteligible la inundación, fueron capitalizadas por este grupo de vecinos en la creación de un dispositivo de intervención comunitaria al que denominaron Marca(s) de Agua. En función de ello, la pregunta de investigación se orientó a comprender los procesos de evocación y construcción de memorias en relación a la inundación. Así, la realización del trabajo de campo apuntó a etnografiar, describir y analizar las prácticas llevadas a cabo por este grupo de vecinos en torno a la conmemoración y visibilización de la inundación, tanto en el momento actual como en el pasado reciente. Para ello, durante un período de aproximadamente un año, acompañé a los vecinos tanto en las actividades que los reunían como grupo, así como en sus actividades individuales. Se realizaron observaciones participantes en actividades internas del grupo, eventos públicos vinculados a la inundación, instancias gubernamentales vinculadas al resarcimiento de los afectados, entre otras. Producto de ese acompañamiento, la formación de vínculos y mi manifiesto interés en Marca(s) de Agua, es que durante el desarrollo del trabajo de campo, pude acceder al acervo fotográfico y filmográfico que los vecinos habían construido en el marco del dispositivo, por lo cual se realizó también un análisis recuperando herramientas desde la antropología virtual.

En paralelo al desarrollo de ese trabajo de campo junto a los vecinos, se realizó un relevamiento tanto de la información disponible en medios digitales de comunicación, así como de los discursos y prácticas gubernamentales generados a raíz del evento.

Retomando algunos ejes de esta investigación, en el presente artículo pretendo demostrar los devenires diversos que adquirieron las memorias sobre la inundación, surgidas en el marco de un proceso de comunalización y producción vecinal. En primera instancia, daré cuenta de cómo la producción de estas memorias permitió que los vecinos afectados por la inundación comenzaran a tramitar la experiencia traumática atravesada, así como a formular entendimientos sobre qué era lo ocurrido, mediante la organización del proyecto Marca(s) de Agua. Se mostrará también, como estas significaciones y evocaciones de la inundación surgidas en el marco del proyecto, tomaron posición respecto a los pronunciamientos gubernamentales y mediáticos sobre la inundación, a través de un entendimiento antagónico de los causales de la inundación. En un segundo momento, me interesa mostrar cómo las memorias surgidas en relación a la inundación trascendieron el contexto específico de surgimiento para devenir insumos de lucha y resistencia, en el marco de ciertos conflictos sociales de la región de Sierras Chicas, mayormente vinculados a problemáticas ambientales.

 

La inundación como parteaguas

En el año 2015, las ciudades que conforman el corredor de Sierras Chicas[4](Córdoba-Argentina), entre ellas Unquillo[5], se vieron afectadas por una inundación sin precedentes. Si bien, en años anteriores las inundaciones habían constituido una problemática habitual para estos centros urbanos construidos sobre las márgenes de cursos de agua local, el 15 de febrero de 2015 este evento climático adquirió características imprevistas. Hacía la madrugada de aquella jornada, una lluvia incesante se batió sobre el corredor urbano. Para el mediodía el volumen de agua caída provocó el desborde de los cursos de agua locales. Los arroyos y ríos que habitualmente sólo tienen agua ‘para mojar los pies’ desbordaron caudalosamente, y el agua comenzó a copar edificaciones y espacios públicos. A diferencia de otras ocasiones, la inundación llegó intempestivamente y adquirió una magnitud sin precedentes. Se calcula que, en esas jornadas de precipitaciones intensas, la cantidad de agua caída fue de casi un tercio del promedio anual calculado para estas zonas serranas. Llovieron 300 mmen doce horas. Unquillo recibió dos inundaciones casi simultáneas (Deón, 2015) debido a la confluencia de los cauces en la localidad. Primero, llegó la proveniente de los arroyos de Cabana y las Ensenadas, y luego, la procedente de Río Ceballos, confluyendo ambas bruscamente cerca del acceso sur de la ciudad. Las lluvias habían dejado 1,5 mts de volumen de agua por encima del vertedero del dique La Quebrada[6], cuyo nivel a esa altura de febrero ya se encontraba por encima del mismo, generando que grandes masas de agua se abrieran paso incesantemente cuenca abajo.

Durante varias horas los poblados quedaron anegados, y para cuando el agua descendió y se lograron reestablecer los servicios de telecomunicaciones, la cuantificación de los estragos dejados por el agua daba cuenta de la gravedad de las consecuencias: se contabilizaban pérdidas de vidas humanas, cientos de evacuados y cuantiosos daños edilicios y materiales.

Luego de realizar una pormenorizada revisión de las publicaciones digitales realizadas por distintos medios de comunicación locales y nacionales, fue posible ver cómo al anoticiar  lo sucedido en las sierras cordobesas, estos medios asumían lineamientos similares. Pese a que son prolíficas las publicaciones escritas, así como los registros audiovisuales de ese momento, es posible encontrar tópicos en común. Los titulares convergen en mencionar lo ocurrido como una  “tragedia”, un “desastre”, y en detenerse en detalladas descripciones de las consecuencias más tangibles que la inundación había dejado: los inconvenientes en la provisión de servicios, las consecuencias edilicias a grosso modo, las cantidades de personas evacuadas y el número de fallecidos. [7]

En sintonía con estos primeros pronunciamientos que intentaban analizar lo sucedido,  el Gobierno de la Provincia de Córdoba, en ese momento presidido por José Manuel de la Sota, también emitió comunicados oficiales destinados fundamentalmente a transmitir tranquilidad a la población. Uno de estos comunicados es recordado habitualmente por el carácter polémico de las frases pronunciadas por el gobernador. En una conferencia ofrecida a diferentes medios de prensa, De la Sota esbozó explicaciones sobre la inundación y sus características tan colosales, afirmando que lo sucedido había sido “un tsunami que cayó del cielo” donde “cayó agua de una forma totalmente inusual para esta zona, generándonos todos los problemas que hemos tenido”. Reforzaba su representación del evento como un episodio natural afirmando que “la naturaleza no es algo que podamos manejar nosotros”[8], estando a tono con las definiciones mediáticas que se comenzaban a consolidar para tratar de explicar lo ocurrido.

Estos primeros registros y análisis sobre lo acontecido, dan cuenta de algunos abordajes que irían afianzándose en torno al 15F y cómo este evento sería mencionado mediáticamente. En primer lugar, comenzó a instalarse en la esfera pública y gubernamental, un entendimiento de este evento como propiamente natural, casi sorpresivo y único, escindiendo otros causales que eran identificados tanto desde el ámbito científico cómo desde el conocimiento local. La inundación fue entendida y definida entonces como fruto del carácter indómito de la naturaleza, sin considerar la falta de planificación urbana que caracterizaba a las localidades inundadas, donde los poblados se construyeron en algunos casos sobre desplazamientos de los cauces de los ríos[9] o bien donde se desmontaron grandes áreas de monte nativo. En segundo lugar, y en línea con lo dicho, la inundación fue también mediáticamente definida desde sus consecuencias materiales. En relación a ello, con la misma efusividad con la que los medios de comunicación recogieron lo sucedido, dejaron de mencionar a Sierras Chicas y el 15F, pocos días después del acontecimiento, cuando las ciudades del corredor comenzaron a recobrar la normalidad, mediante reparaciones y obras incipientes. Esta asociación reducida entre inundación y pérdidas materiales, también marcó la impronta y el rumbo de las políticas gubernamentales diseñadas para afrontar la situación de “catástrofe”. La principal política establecida desde la provincia de Córdoba, fue el otorgamiento de subsidios económicos a quienes fueron definidos como damnificados[10]. Dichos subsidios eran calculados en función del grado de daño material que hubieran recibido las viviendas de los vecinos inundados de Sierras Chicas: los montos cubrían desde refacciones menores y consideraban hasta la reconstrucción total de una vivienda[11].

Con esos postulados circulando sobre la inundación, como estudiante avanzada de la Licenciatura en Antropología (FFyH-UNC) y como residente de Unquillo, en el año 2018, comencé a interrogarme sobre aquellas aristas de la inundación que no se veían reflejadas por los medios de comunicación, o las acciones gubernamentales. En especial, me interpelaba pensar ¿Qué pasó con las personas inundadas luego de la inundación? ¿Sus vidas cotidianas se vieron transformadas por esa experiencia? ¿Qué clase de rastros deja en lo personal y en lo social el suceso de un evento de esas características?

Desde las primeras indagaciones y charlas de carácter informal que emprendí con vecinos de Unquillo, tratando de encontrar una puerta de acceso para dar cauce a mis interrogantes,  las referencias a Marca(s) de Agua se volvieron frecuentes. Con distintas caracterizaciones, me mencionaban una y otra vez esta muestra fotográfica que había sido íntegramente realizada por un grupo de vecinos inundados de Unquillo.   Con esas inquietudes como motor y ese dato revelador como entrada a la urdimbre, emprendí el trabajo de campo etnográfico en aquel año, acercándome al barrio Progreso, donde Marca(s) de Agua había tenido origen.

 

Hacer con lo que hay. Lo comunitario como emergencia de la inundación

Con inmediatez al 15F, las relaciones vecinales comenzaron a tomar una fuerza no habitual en aquellos barrios inundados.  Barrio Progreso[12], uno de los barrios anegados de Unquillo,  no fue la excepción. Cuando el agua descendió y todo quedó barro, los habitantes del barrio recuerdan como comenzaron a estrechar lazos. Desde el inicio del trabajo de campo, distintas personas del barrio coincidieron en relatarme cómo, si bien en la mayor parte de los casos, se conocían de larga data con sus vecinos, no se vinculaban demasiado, más que para efectuar un sencillo saludo o prestarse una ocasional ayuda. En contraposición, y de modo novedoso, la inundación acarreó nuevos modos de relacionamiento entre ellos. En primera instancia, fue la colaboración mutua para poner en condiciones las viviendas lo que dio ocasión para aproximarse.  En segundo lugar, algunas semanas después de la inundación, los vecinos de Barrio Progreso se vieron congregados por los espacios de reunión que puso en marcha la Municipalidad de Unquillo: se organizaron mesas barriales de trabajo y comenzó a sistematizarse el espacio de la Mesa de Vivienda[13], ambos espacios destinados a que los vecinos pudieran aportar sus puntos de vista para la solución de las problemáticas consecuentes de la inundación. Si bien a medida que se generaban las reuniones, los temarios se iban actualizando, siempre trabajaba sobre qué cosas podían hacer los vecinos para recuperar la normalidad en el espacio que habitaban. En algunos de esos encuentros, los vecinos recibieron la visita de psicólogos, que, enviados por el municipio, buscaron ofrecer atención profesional.

Pero en la evocación de esta transformación de los vínculos vecinales, el momento que es rememorado con mayor fuerza por los vecinos del barrio, se relaciona al momento cuando todo pareció “volver a la normalidad”, algunos meses después de la inundación. Cuando lo ocurrido dejó de ser tópico de las noticias, los funcionarios municipales dejaron de ser presencia asidua en el barrio, y los rastros de destrozo dejados por el agua iban desapareciendo, el encuentro entre vecinos se volvió cabal. Pese al paso del tiempo, persistía la afectación por lo vivido. La inundación había generado transformaciones profundas en las rutinas cotidianas de los vecinos, había instalado nuevos temores entre ellos, y en muchos casos, los había despojado de sus recuerdos más preciados y aquellos elementos materiales que consideraban centrales en la construcción de su vivienda en tanto un espacio que albergaba las historias individuales y familiares. En ese contexto de profunda afectación, el encuentro y la conversación con otros que habían atravesado por la misma experiencia, cobraba una crucial relevancia. Según rememoran los vecinos, ansiaban cruzarse casualmente en la plaza del barrio, o hacían sitio para poder conversar. Poner en palabras lo que pensaban junto a corresidentes que habían atravesado por lo mismo, permitía comenzar a tramitar el trauma y la disrupción dejada por la inundación.

 Prestando atención a lo que estaba ocurriendo, y atendiendo a que los canales oficiales que se habían destinado al acompañamiento de vecinos o bien comenzaban a desaparecer, o bien resultaban ineficaces[14], dos de las vecinas del barrio comenzaron a “hacer con lo que hay”- como ellas mismas lo describen- buscando dar cauce a la necesidad tan notoria de contar con un espacio donde se pudiera tramitar.

Como grupalidad, los vecinos estaban atravesados por una diversidad de adscripciones y trayectorias-distintos grupos etarios, capitales económicos, formaciones y actividades profesionales y laborales, etc.-, que se vieron aunadas por la vivencia compartida de haberse visto inundados. Entre estos vecinos, dos de ellas l eran profesionales de las Ciencias Sociales, y conformaban parte de una organización cultural comunitaria abocada al trabajo en Unquillo y alrededores. Tagua[15]- como dicha organización se denomina- apunta a atender y acompañar situaciones problemáticas emergentes en el contexto local, mediante el diseño y la puesta en marcha de proyectos de intervención cultural. En 2015, algunos meses luego de la inundación, haciendo uso del capital ofrecido por la organización, estas vecinas comenzaron a coordinar reuniones en el barrio, con el primordial objetivo de dar lugar al encuentro y la palabra. Pese al paso del tiempo, intentar olvidar lo vivido no era una opción, y en estos encuentros surgió con fuerza la idea de ‘dar forma’ a los recuerdos y las experiencias de los inundados, a modo de lograr incorporarlas como parte de su trayectoria vital, pues, ahora, además de las múltiples adscripciones que los describían, eran inundados. Como plantea Jelin (2014), la posibilidad de que las narrativas personales emerjan a la luz y abandonen el silencio para ser compartidas con otros, dependen de la existencia de condiciones sociales que lo propicien. Es en este marco, como fruto de estos encuentros casuales, es que nace el proyecto cultural comunitario Marca(s) de Agua.

Nombrado a partir de la analogía con las marcas que usualmente porta el papel moneda de circulación legal en Argentina[16]- una marca que está y no se ve a simple vista a menos que se la busque-, el proyecto constó de diversas etapas de trabajo comunitario. Cómo actividad inicial, y haciendo honor a la denominación del proyecto, el grupo de vecinos puso en marcha la realización de marcas en las casas. Se organizaron visitas a las viviendas de los vecinos participantes, donde se realizaría la mentada Marca de Agua.  Dichas señales fueron realizadas con pintura roja en algún sector de la vivienda anegada para señalar el nivel alcanzado por el agua en ese lugar el día de la inundación, haciendo nuevamente visible la huella dejada por el agua y por el barro, que iba desapareciendo lentamente de las edificaciones. Al mismo tiempo,  y prioritariamente, durante la visita se buscaba generar el momento y el espacio para que cada familia o vecino integrante del proyecto, pudiera rememorar su experiencia en relación a la inundación: cómo había sido aquel día de incertidumbre sin saber hasta dónde llegaría el agua, cómo habían enfrentado los días venideros cuando tocó el momento de evaluar los daños materiales, qué emociones[17]se habían instalado entre ellos, entre otras narrativas. Cada visita fue documentada audiovisual y fotográficamente, instancia de la cual participaron más de 15 vecinos y sus familias, y cuya ejecución estuvo principalmente a cargo de las miembros de Tagua. Como parte de este registro, se estableció que durante cada visita se realizaría un retrato: una fotografía que capturaba a cada vecino participante,  mirando fijamente y de frente al obturador, posando junto a la marca de agua de su casa.

Imagen 1- Stencil utilizado para realizar las marcas de agua, indicando el nivel de anegamiento

 

 

 

 

 

Imagen 2. Vecinas junto a la marca de agua. Fotografía de la serie retratos que fueron realizadas en el marco del proyecto

El acto de marcar las casas albergaba múltiples vinculaciones con el 15F, y los sentidos que sobre la inundación se habían construido. En primer lugar, y en línea con lo que se ha venido mencionando, el inicio del proyecto y la concreción de las visitas, permitió que la incipiente comunalización (Brow, 1990) que se había iniciado entre los vecinos por una vivencia compartida, se fortaleciera. La falta de espacios gestionados oficialmente, que atendieran a las experiencias subjetivas y traumáticas dejadas por la inundación, habían conducido a la emergencia de acciones comunitarias. Así,  el acto de señalar la vivienda, en términos de Brow (1990) combinó “componentes afectivos y cognitivos, sentimientos de solidaridad y entendimiento de identidad compartida” (1990, p.1), que reforzaron el proceso de hacerse grupo. En segundo lugar, esta disposición comunal, de acuerdo a Halbachws (en Pollak, 2006), dio inicio a un proceso de construcción de memorias colectivas sobre la inundación, que permitió comenzar a tramitar el trauma individual, al tiempo que abrió cauce para disputar los sentidos y discursos instalados sobre la inundación. Cada vez que una vivienda era señalada, las memorias colectivas construidas en el seno del proyecto resultaban materializadas (Colosimo, 2015), inscriptas en un espacio concreto, generando oportunidad para que cada casa devenga en “un lugar de memoria” (Nora, 2008). En este sentido, que el emblema central del proyecto fuera la realización de marcas que indican el grado de anegamiento no era inocente, y entraba en estrecho diálogo con las lecturas públicas, pero especialmente gubernamentales que circulaban sobre la inundación. Como bien mencionaba anteriormente, el gobierno municipal así como el provincial, optaron por atender la inundación y sus consecuencias mediante políticas públicas apuntadas a la reconstrucción de lo material, pues si algo había sido enarbolado como diacrítico de la inundación eran las gravísimas consecuencias materiales que el agua había ocasionado. Pero en la trama social local, como bien explicaban los vecinos y la conformación misma del proyecto Marcas de Agua, se ponía en tensión ese sentido, al mencionar una y otra vez el impacto emocional y en las trayectorias vitales que la inundación había ocasionado. Así, marcar las casas, daba cuenta de una posición contestataria de los vecinos a aquellamirada simplista de las consecuencias de la inundación. Si bien la marca realizada en cada vivienda buscaba resaltar los daños materiales ocasionados por el agua, abría el juego a pensar los múltiples sentidos que pueden evocarse en relación a una vivienda: además de ser un espacio material destinado a satisfacer la necesidad de un hábitat, en las narrativas de los vecinos, estas eran definidas como un hogar, donde se albergaban las memorias más valiosas que hacían a la historia familiar. De ese modo, es posible pensar como la dimensión material y tangible del recuerdo- como lo era la contundente cantidad de agua que ingreso a la vivienda- fue retomada para poder instalar otros sentidos sobre lo ocurrido, y así interpelar a la población no inundada (Catela 2006, en Gastaldi, 2014). 

La explicitación de una perspectiva contestataria y diametralmente opuesta a los sentidos instalados en la arena pública sobre el 15F, terminaron de consolidarse con la decisión de los vecinos de transformar parte del material de registro recogido en una muestra fotográfica que se llamó de manera homónima al proyecto, y fue por la cual esta experiencia de organización vecinal trascendió y adquirió relevancia mediática. El material para la muestra fue escogido colectivamente, y al igual que había ocurrido durante las visitas, los retratos fueron nuevamente puestos en orden de prioridad. Se estableció como condiciones sine qua non que cada toma de los vecinos junto a la marca debía estar presentes en la muestra. Si bien había diversos argumentos entre los vecinos sobre por qué querían exhibir públicamente la experiencia del proyecto, una razón común para la inclusión de estas fotografías fue la de “ponerle cara, nombre y apellido” a las subjetividades que tanto los medios de comunicación como las políticas públicas se habían olvidado de hacerle sitio.  La presencia de los retratos en la muestra permitiría entonces a los potenciales visitantes, ubicarse frente a una materialización y humanización del pasado asociado a la inundación, en contraposición a los relatos amarillistas que se extendieron durante la posterioridad inmediata al hecho. Que el pasado vinculado al 15F fuera referido a partir de trayectorias personales concretas, habilitaba una nueva construcción de memorias en el ámbito local

 

La memoria como insumo

Si bien es posible pensar que el dispositivo de intervención comunitaria Marca(s) de Agua cobró relevancia por hacer lugar a un grupo social desatendido en el contexto de la inundación, poniendo en marcha una serie de acciones que visibilizaron y recogieron las memorias comunitarias y subjetivas de los vecinos inundados de Unquillo, perspectivas que hasta ese momento habían permanecido por fuera de la arena pública, es también importante convocar otros usos de las memorias que se articularon a raíz del proyecto, y que extendieron las influencias del proyecto más allá de su ejecución.

En primera instancia, las memorias sobre la inundación construidas en el marco del proyecto, devinieron como “memorias ejemplares” (Jelin, 2004), en relación a problemáticas ambientales que atraviesan Sierras Chicas. La autora retoma esta conceptualización para hacer referencia a aquellas prácticas de memoria que, superando la rememoración en sí misma y trascendiendo los planos personales y privados, logran instalarse en la esfera pública, adquiriendo la impronta de lección que puede derivar en principio de acción para el presente. Bajo esa clave, es posible entonces pensar al menos en dos eventos. Desde comienzos del siglo XXI, Sierras Chicas ha sido escenario de un crecimiento demográfico constante[18], proceso que ha traído aparejado el aumento de proyectos inmobiliarios de envergadura en la región. Las condiciones en las que se desarrollaron estos proyectos de loteo y construcción no siempre respetaron criterios de protección y cuidado del territorio, por lo que, en torno a este desarrollo inmobiliario, comenzó a articularse en la región,  un movimiento vecinal autoconvocado, aunado por la defensa del entorno ambiental serrano. Durante los años subsiguientes a la inundación, y en paralelo a la circulación de la muestra por distintos espacios[19], donde o bien eventos o instituciones convocaban a la reflexión en torno a las inundaciones, o bien se buscaba dar cuenta de la importancia de procesos de trabajo comunitario,  los miembros de Marca(s) de Agua fueron convocados a participar de eventos avocados a la visibilización y reclamo sobre conflictos producidos por la mala administración del territorio en el ámbito local. En el año 2016, la muestra fue montada en las puertas de Tribunales Federales I, de la capital cordobesa, en el marco de la presentación de un recurso de amparo contra el proyecto inmobiliario “El Terrón”, que planificaba la construcción de cinco barrios cerrados y el campo de golf más grande de Latinoamérica en la localidad de Mendiolaza, contigua a Unquillo. El amparo fue presentado por un grupo reducido de vecinos autoconvocados bajo el nombre de “Salvemos al Terrón”, como parte de las acciones que desarrollaban buscando proteger las 280 hectáreas de bosque nativo que implicaba el mentado proyecto inmobiliarios, declaradas “zona roja” según la vigente Ley de Bosques. Como parte de estas acciones de visibilización, los vecinos de Mendiolaza vistiendo remeras verdes que rezaban “Desmonte=inundación”, colgaron carteles contra el desmonte y repartieron folletos donde se explicita que las inundaciones son una consecuencia directa del desmonte, y ya que “el bosque actúa como esponja reteniendo las lluvias”. Junto a la intervención, las fotos de Marca(s) de Agua fueron dispuestas como telón de fondo.

De modo análogo, en septiembre de 2018, la muestra fue montada en el marco de la audiencia pública que debatía sobre la construcción del proyecto inmobiliario “El Montecito”, en la localidad de Unquillo. Este proyecto era repudiado por la ciudadanía autoconvocada ya que implicaba el desmonte de una de las pocas áreas de bosque nativo que quedan en dicha localidad. Además de la participación en la audiencia pública, quienes se autoconvocaron para visibilizar la problemática de degradación ambiental que acarreaba el loteo organizaron múltiples actividades-junta de firmas, mesas informativas en distintos puntos de la localidad-, así como hicieron activo uso de las redes sociales. Es especialmente por ese medio virtual, donde se establecía y reforzaba una relación directa entre el desarrollo de este potencial proyecto inmobiliario y las graves consecuencias que implicaba, consecuencias de las cuales ya había sido víctima durante el 15F. En esa línea, definían el loteo “El Montecito” como la pesadilla de los inundados.

Es en estos contextos de organización y movilización social en torno a problemáticas ambientales, que las historias particulares de cada vecino, capturadas y plasmadas en la muestra fotográfica, eras investidas de este mencionado “carácter ejemplar” (Jelin, 2002). Tomando la muestra como referencia, el 15F era rememorado y actualizado por los movimientos autoconvocados en miras del presente, asociándolo a las luchas ambientales vigentes. Desde la mención del evento y la utilización de las memorias subjetivas y comunitarias que se habían articulado gracias a Marca(s) de Agua, la inundación del 15 de febrero era definida como una de las más claras y contundentes consecuencias del deterioro ambiental que estaba atravesando la región, al tiempo que dichas memorias eran también constituidas como un urgente llamado a la acción para aquellos habitantes que aún no se encontraban involucrados en estas movilizaciones.  De este modo, la muestra fotográfica en el marco de estas acciones particulares, comenzó a circular con cierta independencia de los significantes y propósitos que inicialmente poseía.

En segundo lugar, y varios años después del comienzo de Marca(s) de Agua, las memorias comunitarias tejidas sobre la inundación, así como el rol central que le otorgó el conjunto de vecinos a visibilizar las trayectorias subjetivas afectadas por la inundación, fueron tomadas como referencia en relación al reclamo por la entrega de viviendas a aquellos inundados a los que se les había conferido dicho beneficio. Como se mencionó anteriormente, desde las instituciones gubernamentales, la principal política de atención a quienes resultaron damnificados por la inundación fue el otorgamiento de un resarcimiento económico acorde al grado de daño material que hubiera sufrido su inmueble. Dentro de esa categorización, más de 60 familias de la localidad de Unquillo fueron beneficiadas con el otorgamiento de una vivienda nueva, que sería subsidiada por el gobierno provincial, y emplazada en algún sector de la ciudad lejano a cualquier zona que pudiera futuramente anegarse[20]. Esta política se replicó también en las localidades de Villa Allende y Río Ceballos. Así, durante 2016 se entregaron las primeras 18 viviendas a algunas de las familias unquillenses, al tiempo que se hizo lo mismo en las localidades vecinas. El resto de los beneficiarios de Unquillo tuvieron que esperar hasta principios del año 2020 para recibir su vivienda, ya que el proceso de construcción de las 51 faltantes se vería dilatado por los continuos cambios de empresas contratistas para la construcción.

En el año 2018, momento en que inicié la realización sistemática de trabajo de campo junto a los vecinos de barrio Progreso, parte de este conjunto vecinal se encontraba participando de la Mesa de Viviendas. Este espacio era coordinado por funcionarios municipales de Unquillo, y estaba abocado a atender las dudas e inquietudes de los vecinos que se encontraban esperando sus viviendas, así como informar las novedades que se suscitaban en torno a la construcción, aunque para quienes esperaban su vivienda, se presentaba más como un espacio al que asistir obligatoriamente. Ser beneficiarios implicaba para los vecinos cumplimentar una serie de requisitos burocráticos, desde una posición pasiva, caracterizada por la imposibilidad de tomar decisiones sustanciales sobre lo que sería su nueva vivienda[21]. Con el paso del tiempo, aquella espera que en principio se presentó como razonable para los inundados, comenzó a devenir conflictiva: las familias continuaban viviendo en las viviendas inundadas que se encontraban en precarias condiciones edilicias, algunos vecinos habían comenzado a padecer problemas de salud, otros ya no contaban con los fondos necesarios para costear el alquiler de viviendas que estuvieran en condiciones dignas. En esa coyuntura, fue nuevamente lo comunitario lo que se presentó como salida para afrontar la espera y las trabas burocráticas. Si bien Marca(s) de Agua había perdido hacía ya tiempo la capacidad de congregación frecuente de los vecinos en torno a actividades puntuales, continuaba siendo una experiencia suscitada como potente en lo local, y especialmente en relación a cualquier problemática o evento vinculado con la inundación, aun cuando ya hubiesen pasado varios años. Es así que quienes se encontraban a la espera de las viviendas, y organizados en una incipiente acción de reclamo que apuntaba a conseguir celeridad en la entrega de las casas, adoptaron algunas de las pautas que el proyecto había trazado en relación a la visibilización de las situaciones problemáticas devenidas de la espera.

En primer lugar, y de modo análogo a lo sucedido con Marca(s) de Agua, los vecinos buscaron revertir aquella posición pacífica a la que habían sido relegados en tanto “beneficiarios”. En las reuniones que se organizaron para canalizar el enojo y la impaciencia en acciones de visibilización y protesta, coincidían en la necesidad de “hacerse notar”, que otros supieran lo que les tocaba vivenciar en relación a la espera-interminable- por una vivienda ubicada por fuera de cualquier zona inundable. En línea con esa voluntad, una de las decisiones que se tomó al interior de este grupo, fue realizar campañas de información para visibilizar algunos de los padecimientos que atravesaban como conjunto. Allí, el recurso audiovisual-retomado de la experiencia exitosa de Marca(s) de Agua- fue utilizado como insumo clave para interpelar a la audiencia destinataria del mensaje. una de las acciones concretadas consistió en la realización de un video de algunos segundos de duración que circuló rápidamente por distintas redes sociales, donde se combinaban textos e imágenes que mostraban viviendas precarias y llenas de humedad, a la vez que mostraban a algunos niños internados o utilizando asistencia respiratoria, pues los padecimientos físicos eran identificados como una de las principales secuelas de vivir en casas que estuvieron anegadas. Las mismas imágenes utilizadas para el video, fueron también empleadas para la confección de panfletos que circularon por la ciudad.  De este modo, las experiencias subjetivas y colectivas de padecimiento, vinculadas a la espera de la vivienda, fueron enarboladas como argumento urgente para instar al gobierno municipal y provincial a apremiar la finalización de la obra. Pese a la lógica asistencialista (Villa Gómez, 2017) que subyace a la política de resarcimientos que se había configurado desde 2015 en torno a la inundación, agravada por la  burocratización que caracterizaba el cumplimiento efectivo de la política pública, los vecinos mostraron nuevamente-como supieron hacer con relación a Marca(s) de Agua- una clara determinación para cuestionar las identificaciones que les eran asignadas externamente, mediante actividades comunitarias donde sus propias trayectorias personales eran puestas como protagonistas. De manera análoga a la propuesta de Fassin(2005) , quien problematiza casos donde poblaciones se ven atravesadas por diversas problemáticas, recurren a la exposición del cuerpo como herramienta para la obtención de respuestas y soluciones a sus demandas- por ejemplo, por parte del estado-, los vecinos inundados, decidieron exponer sus trayectorias de desamparo. El proceso de espera por la vivienda había plagado de condiciones adversas sus historias de vida, y eran esos eventos los que decidieron exponer para reafirmar su derecho de acceso a una nueva vivienda, alejada de la zona inundable de Unquillo. .

 

Reflexiones finales

A lo largo de este escrito he intentado de manera sucinta presentar una experiencia de producción colectiva de memorias, ocurrida en la localidad de Unquillo, en relación a un suceso disruptivo e inesperado, como lo fue la inundación acontecida en el año 2015.  Me interesó mostrar el modo en que los tratamientos públicos y mediáticos que se fueron constituyendo sobre el evento, y que definieron a la inundación como un acto estrictamente natural que podía ser cuantificado a partir de las pérdidas materiales que ocasionó, no fueron representativos de lo que aconteció en contextos sociales específicos. Es precisamente en función de estos emergentes desatendidos, que se articularon nuevas configuraciones de vida comunitaria- que priorizaron la cercanía y el acompañamiento mutuo- para trabajar sobre aquellas dimensiones no atendidas, aunque existentes, ocasionadas por la inundación, como lo eran las trayectorias subjetivas impactadas por un evento traumático. Así, repasé las prácticas que constituyeron el proyecto Marca(s) de Agua, así como los diálogos que se establecieron entre estas acciones diseñadas y emprendidas por un conjunto de vecinos de Unquillo y los significados públicos que se fueron extendiendo sobre la inundación. Como se ha desarrollado en los distintos apartados, el proyecto de intervención Marca(s) de Agua se construyó desde una perspectiva contestataria a las lecturas más habituales, al priorizar y trabajar sobre las trayectorias subjetivas, las emociones y las experiencias traumáticas ocasionadas por la inundación. Esta modalidad de trabajo no solo albergó y dio espacio para la tramitación personal del trauma, sino que también comenzó a generar interpelaciones en el contexto local a partir de la circulación de la muestra fotográfica por distintos espacios y eventos públicos.

Es así que, en la arena pública, la muestra comenzó a ser apropiada y articulada a movimientos locales de resistencia y protesta que sin estar directamente relacionados al 15F,  utilizaron el dispositivo y su discurso para fortalecer su causa. Estas articulaciones han permitido que las memorias comunitarias y las trayectorias subjetivas surgidas a raíz de la inundación adquieran un carácter de “memoria ejemplar”, en términos de Jelin (año), trascendiendo el contexto social que permitió su emergencia para inscribirse en las discusiones que se despliegan en torno a los modos en que el territorio puede ser ocupado.

Bibliografía

-Brow, J. (1990). “Notas sobre comunidad, hegemonía y usos del pasado”. En Anthropological Quarterly (Publicación Trimestral). Núm. (1). Vol. (63), (Pp. 1-6) “Revisiones Tendenciosas del pasado en la Construcción de Comunidad”

-Colosimo, A. (2015). “Patrimonio y territorialización de la memoria: Espacios de memoria y representación material en la posdictadura argentina”.  Ponencia presentada en el VIII  Seminario Internacional Políticas de la Memoria. Centro cultural de la memoria Haroldo Conti.

-Deón, J. (2015) “Aporte para el entendimiento de las inundaciones recientes en Sierras Chicas”. Recorte del trabajo de investigación: Conflictos por el agua y el uso del suelo en las Sierras Chicas. El caso de la cuenca del río Chavascate. Joaquín Deon. FfyH-UNC”.

-Gastaldi, M. (2014). “Materialidades que importan: Visibilización y apropiación de los centros clandestinos de detención en Argentina. El caso del ex CCD Puesto Caminero del Pilar (Córdoba, Argentina). En Memorias Sujetadas: hacia una lectura crítica y situada de los procesos de memorialización. (Pp. 167-195.)

-Jelin, E. (2004) “Fechas en la memoria social. Las conmemoraciones en perspectiva comparada”. Iconos, revista de Ciencias Sociales. Nº (18).- (Pp 141-151.)

 (2014) “Las múltiples temporalidades del testimonio: el pasado vivido y sus legados presentes”. En Clepsidra. Revista interdisciplinaria de Estudios sobre la Memoria. Núm. (1), Marzo. (Pp. 140-163)

-Nora, P. (2008). “Les lieux de mémoire”. Ed. Trilces

-Pollak, M.  (2006). “Memoria, olvido y silencio. La producción social de identidades frente a situaciones límite”. Ed. Al margen.

-Villa Gómez, J. et. Al. (2017) “Acción con daño: del asistencialismo a la construcción social de la víctima. Mirada a procesos de reparación e intervención psicosocial en Colombia”. En Universitas Psychologica. Núm (3). Vol. (16)

 

 

 



[1] Fecha de recepción: 28/09/2023. Fecha de aceptación: 15/05/2024

Identificador persistente ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25250841/xrpyltr9r

[2] Instituto de Antropología de Córdoba - CONICET

Córdoba, Argentina

https://orcid.org/0009-0003-5306-5879
lourdes.luna.rodriguez@mi.unc.edu.ar

[3] Dedico este escrito a la memoria de uno de los vecinos con los que compartí muchas tardes, en la calidez de su hogar, y quien lamentablemente, este año falleció. El gordo, como todos le decían, es recordado por haber instalado un mensaje de esperanza y proyección a futuro después de la inundación. “Planten flores, críen perritos” les decía a sus vecinos, como camino para superar el trauma, como camino para pasar de lo siniestro a lo maravilloso.

[4] El corredor Sierras Chicas se ubica al este del cordón montañoso homónimo, y estácompuesto –de sur a norte- por las localidades de La CaleraSaldánVilla AllendeMendiolazaUnquilloRío CeballosSalsipuedesEl ManzanoAgua de OroLa GranjaAscochingaJesús María

[5] Se trata de una localidad serrana ubicada a 24 km de la capital provincial.

[6] El dique “La Quebrada” es un embalse construido en la localidad aledaña de Unquillo, Río Ceballos. Este embalse provee de agua potable a localidades vecinas.

[7] Ver por ejemplo:https://www.infobae.com/2015/02/15/1626978-siete-muertos-y-mil-evacuados-el-fuerte-temporal-cordoba/; https://www.bomberosra.org.ar/2015/02/18/cordoba-vivio-una-verdadera-tragedia-por-la-inundacion.html.

[8] Ver por ejemplo https://www.youtube.com/watch?v=scnr1wr1kJY

[9]  Durante el trabajo de campo, los vecinos de Unquillo me explicaron en varias oportunidades que más allá de los desplazamientos que se hubieran realizado por la diagramación urbana de cada poblado, el río siempre quiere volver a su lugar, y por eso ocurren las inundaciones.

[10] Dicho programa fue llevado adelante por el Ministerio de Desarrollo Social y la Dirección de Hábitat Municipal de la provincia de Córdoba.

[11] El programa estableció 5 escalafones (C1, C2, C3, C4 Y C5), que, de acuerdo al daño sufrido, definían montos de dinero para las necesarias acciones reparatorias. De acuerdo a estos escalafones corresponden los siguientes resarcimientos: C1-vivienda con daños que no comprometen la habitabilidad, donde el agua ingresó sin superarlos 30cm-; C2-viviendas con daños leves en interior o exterior; C3-vivendas que registren daños graves, sin afectación estructural; C4-viviendas afectadas con destrucción total o daños estructurales; C5-viviendas asentadas en lotes con riesgo de desmoronamiento.

 

[12] Se trata de uno de los barrios próximos al centro de Unquillo. Desde una caracterización sociológica, se trata de un barrio de personas de clase media y media-baja, en su mayoría empleados de comercios locales o, en el menor de los casos, profesionales.

[13] Se denominó Mesa de Viviendas al espacio institucional creado por la Municipalidad de Unquillo para comenzar a atender las derivas burocráticas del Programa de Resarcimientos creado por el Gobierno Provincial. En esta mesa, fueron nucleados todos aquellos vecinos inundados que resultaron beneficiados con una nueva casa.

[14] Por ejemplo, respecto a la visita de profesionales de la psicología al barrio, los vecinos manifestaban que muchas veces el tiempo y el espacio con el que contaban no era de lo más propicio para poder conversar sobre lo que estaban vivenciando.

[15] La organización Tagua se encuentra radicada en Unquillo hace más de 20 años, Durante este tiempo, ha desarrollado proyectos de distinta índole, vinculados a problemáticas de género, experiencias de carnaval, cuestiones educativas, entre otras. Para más

información se puede consultar por ejemplo http://taguaps.blogspot.com/

[16] En Argentina, los billetes poseen una marca de agua que garantiza la autenticidad del billete.

[17] Un relato usual entre los vecinos, refiere a un nuevo miedo que se instaló luego de la inundación: existía una preocupación excesiva a la lluvia y las tormentas, suponiendo que cualquier evento climático podría ocasionar un nuevo episodio de anegamiento

[18] De acuerdo a los datos de los últimos censos, la población de Sierras Chicas se ha incrementado alrededor de un 170% CITAR CENSOS

[19] La muestra fue exhibida en espacios públicos locales tales como el Parque Integrador de Unquillo, las instalaciones del edificio municipal o algunos edificios escolares-, así como en instituciones diversas- Centro cultural del Colegio de Psicólogos de Córdoba, instalaciones de ADIUC, encuentros del movimiento de Cultura Viva Comunitaria en la provincia de Buenos Aires-, entre otros)

[20]En principio, la condición básica para el emplazamiento de las nuevas viviendas, fue su ubicación en lejanías de los cursos de agua que recorren la ciudad. A modo de garantizar la seguridad tanto de quienes resultaron beneficiarios de una nueva casa como de otros futuros habitantes, las casas anegadas serían destruidas para evitar su reocupación

[21] Una de las principales preocupaciones que suscitó entre los vecinos esta reducción a una posición pasiva, se vinculaba a la imposibilidad de elección de los terrenos donde se emplazarían las nuevas viviendas, y las consecuencias que dicho factor provocaría en su vida cotidiana. Era habitual escuchar la incertidumbre que generó en los vecinos no saber quiénes serían los futuros vecinos, o si sería posible articular redes de cuidado y ayuda vecinal donde les fuera asignada la nueva vivienda.