Crítica y Resistencias. Revista de conflictos sociales latinoamericanos.

N° 5. Año 2017. ISSN: 2525-0841. Págs. 53-75.

http://criticayresistencias.com.ar

Edita: Colectivo de Investigación El Llano en Llamas. Ciudad de Córdoba


La fracción desocupada de la clase trabajadora en la Argentina. Cuestión social y luchas sociales desde la crisis del 2001 a la actualidad.

The unoccupied sector of the working class in Argentina. Social Question and social struggles from 2001's crisis until now

Gonzalo Martin Peruzzaro, Paloma Pelussa y Luisa San Martin[1]

Resumen

El artículo pretende indagar desde la perspectiva marxista los siguientes interrogantes: ¿es la fracción desocupada de la clase trabajadora, quien protagonizó la resistencia a los embates del capital en Argentina desde la crisis del 2001 a la actualidad? ¿De qué manera los desocupados se enfrentan políticamente a la agudización de sus condiciones de vida? ¿Cómo interviene el Estado sobre las demandas de este segmento de la población? Para ello, se parte de desentrañar las raíces objetivas de la cuestión social en el modo de producción capitalista y sus principales determinantes en el desarrollo de las luchas de los desocupados en Argentina.

Palabras claves: Cuestión Social; Trabajadores Desocupados;  Estado;  Políticas Sociales.

Abstract

This article pretends to answer, from a marxist perspective, the following questions: Is the unoccupied sector of the working class the protagonist of the resistance in Argentina to the onslaughts of the capital since 2001 until now? In which way the unoccupied sector politically confront the aggravation of their life conditions? How is the State interfering on the demands of this sector? To this end, this article takes as a working basis, the analysis of the objective origins of the Social Question in the capitalist mode of production and its main determinants in the development of the unoccupied fights in Argentina.

Keywords: Social Question;  Unoccupied workers;  State;  Social Politics.

Introducción

Junto con los planteos de distintos teóricos sociales y economistas a nivel mundial (Beinstein, 2008; Chesnais, 2014; Harvey, 2012; Smith, 2016; Roberts, 2016), sostenemos que las principales manifestaciones de la cuestión social desde la década del setenta hasta la actualidad, se cristalizan con la devastación de los bienes comunes en función del aumento de la productividad de las grandes empresas transnacionales, la militarización como industria, como forma de controlar y eliminar a la población obrero sobrante mundial, y como medio de destrucción de fuerzas productivas y grandes conglomerados urbanos, y la desocupación estructural de amplias masas de la población. Todo ello, acrecienta los grados de pauperización de la clase obrera, ya no en territorios delimitados a nivel mundial, sino a escala global.

La Ley General de acumulación capitalista (Marx, 2003) se constituye en la determinación material por la cual es posible comprender, desde una perspectiva ontológica de totalidad, el desarrollo y avance de la contradicción principal entre capital y trabajo y sus refracciones. De este modo, a los fenómenos sociales y políticos no se los disocia de su naturaleza económica e histórica, como así lo pretende la teoría científica, concretizada en el campo posmoderno y el funcionalismo (Gianna, 2015)

A su vez, desde el periodo apuntado, el sistema capitalista mundial ingresa en una de las crisis estructurales más relevantes de su historia, debido a la incapacidad de sostener la tasa de ganancia por parte de la clase capitalista, más allá de los diversos mecanismos empleados. Tal es así, que Beinstein (2008) enfatiza en el carácter hipertrófico del capital, que lo lleva a una fase de senilidad y decadencia, en donde se transforma el modo de acumulación, siendo la clase trabajadora, quien experimenta las consecuencias principales.

Según Smith (2016) la sobre explotación de los trabajadores en el sur global en particular y en el mundo en general, se constituye en el elemento central, que dentro de lo definido por Marx en El Capital, garantiza el mantenimiento de las ganancias en el ciclo del desarrollo capitalista actual. Es decir, a diferencia de autores como Harvey (2012) y Chesnais (2014), que observan en alguna forma de despojo de capital y riqueza, y la financierización de la economía, respectivamente, el fundamento ultimo para conservar el beneficio de la clase ociosa, el autor argumenta que la retribución salarial por debajo del valor de la fuerza de trabajo explica las ganancias de las operaciones imperialistas (Smith, 2016).

Este señalamiento nos parece central a los fines de los problemas trazados para el presente trabajo, a saber, ¿es la fracción desocupada de la clase trabajadora, quien protagoniza la resistencia a los embates del capital en Argentina desde la crisis del 2001 a la actualidad? ¿De qué manera los desocupados se enfrentan políticamente a la agudización de sus condiciones de vida? ¿Cómo interviene el Estado sobre las demandas de este segmento de la población?

En esta perspectiva, advertimos que:

“si la “cuestión social” originalmente se expresa en el empobrecimiento del trabajador teniendo sus bases reales en la economía capitalista, políticamente pasa a ser reconocida como problema en la medida en que los individuos empobrecidos se organizan ofreciendo resistencia a las malas condiciones de existencia como consecuencia de su condición de trabajadores explotados. La lucha de los trabajadores configura la amenaza a la “paz social” necesaria para la reproducción del capital y solo entonces los males sociales adquieren el carácter de “cuestión”, manifestaciones políticas de resistencia a las condiciones impuestas a los trabajadores y a sus familias.” (Pimentel, 2014: 167)

De esta manera, la dimensión política de la cuestión social en Argentina, cobra sentido si se observa de manera crítica bajo que programa y reivindicaciones la fracción de desocupados de la clase trabajadora, se posiciono como vanguardia de los principales enfrentamientos con el Estado. Desde la perspectiva teórica marxista, la institución Estatal representa los intereses del capital, por lo cual:

“La intervención del Estado se hace, entonces, imprescindible como forma de atenuar el estancamiento económico. En el conjunto de las transformaciones de ahí derivadas, el Estado pasa a intervenir directamente en las expresiones de la cuestión social como árbitro en el conflicto entre capital y trabajo, asegurando la reproducción capitalista en su proceso de expansión y acumulación mientras que asegura el pleno desarrollo del capital monopolista” (Pimentel, 2014: 167). 

Base material de la Cuestión Social

Si bien se cometería un error al escindir de forma aislada la categoría de cuestión social en las tres dimensiones que construye Pimentel: económica, política y Estado (Pimentel, 2014) (ver también Montaño, 2002; Mallardi, 2012, Netto, 2001; Santos, 1997), a los fines de reconocer los determinantes objetivos por los cuales la misma encuentra relevancia para comprender los fenómenos que pretende el presente trabajo, se realiza un breve esbozo acerca de las raíces materiales que explican el pauperismo. Desde una perspectiva marxista, es la ley general de acumulación capitalista la que da cuenta de los procesos contradictorios que caracterizan al modo de explotación capitalista:

“en los primordios del capitalismo, la producción del pauperismo conforme vio Marx en el capítulo XXIII de El Capital, resulta de la creación de una sobrepoblación relativa, en otras palabras, de un ejército industrial de reserva como condición de existencia de la producción capitalista y del propio desarrollo de la riqueza. Con el avance de la acumulación, la producción de la sobrepoblación relativa crece más rápidamente que la revolución técnica del proceso de producción. Esto porque, de una manera inversa, el sobretrabajo de una determinada parte ocupada posibilitará el aumento de su ejército de reserva, pues la presión ejercida por parte de ese ejército industrial de reserva (también llamada por Marx de sobrepoblación superflua, o sea, desempleados) obliga a la clase trabajadora al sobre trabajo y a la sumisión ante los imperativos del capital.” (Pimentel, 2014: 164)

La ley general de acumulación capitalista esbozada por Marx (2003), caracteriza un punto de inflexión por el cual el pauperismo en el modo de producción actual se intensifica en tanto se engrosa la acumulación de ganancias de la porción minoritaria de la población. Es decir, la fuerza de trabajo, formando parte del valor como capital variable que crece más rápidamente que el capital constante, origina una tendencia hacia el sobre trabajo de la porción ocupada de la masa trabajadora, posibilitando el ensanchamiento del ejército industrial de reserva:

“Esa sobrepoblación relativa forma parte del ejército activo de trabajadores. Ella entrega al capital una reserva de fuerza de trabajo disponible que no se agota. Esto porque su condición de vida y existencia se sitúa abajo del nivel normal medio de la clase trabajadora y, por esta razón, se convierte en una base ampliada para determinados ramos de la explotación del capital. Tiene como característica que el trabajador reciba un mínimo de salario por el máximo de tiempo de trabajo. De este modo, la producción del pauperismo está incluida en la producción de la sobrepoblación relativa, así como su necesidad; ambos constituyen la condición de existencia de la producción capitalista y del propio desarrollo de la riqueza.” (Pimentel, 2014: 164)

Cuando un conjunto de propuestas teóricas, tanto desde la economía como desde la sociología, cimentadas en la razón formal abstracta, sostienen la categoría de “nueva cuestión social”, aludiendo a que en el desarrollo capitalista del siglo XXI, las razones de la pobreza estructural y el deterioro de las condiciones de reproducción de la clase trabajadora estarían en el debilitamiento del Estado de Bienestar o el Estado Providencia consolidado luego de la segunda postguerra, desconocen los fundamentos materiales de la desigualdad social inherente al sistema de producción dominante (Castel, 1998; Pastorini, 2004; Rosanvallon, 1988). La ley general de acumulación capitalista explica la base objetiva del crecimiento exponencial del pauperismo, del cual la desocupación y el ensanchamiento de la población obrero sobrante se constituyen en el fenómeno actual más destacado.

De manera dialéctica, el sobre trabajo y la sobre explotación explican el sostenimiento relativo de las ganancias por parte del capital, en un contexto donde no se visualiza a mediano plazo, mecanismos que den salida a la crisis estructural, si no es por la eliminación de amplias capas de la población global (Beinstein, 2008). Las transformaciones en el mundo del trabajo, expresadas en las distintas formas de empleo precario, en negro, terciarizado, cuenta propia, etc., denotan las contradicciones del trabajo bajo la órbita del capital, es decir, del trabajo abstracto (Antunes, 2009).

Por lo tanto, a diferencia de los planteos conservadores que abogan por la reforma de alguna de las dimensiones de la totalidad del ser, este análisis recupera sus múltiples determinaciones indicando que:

“Es en el proceso de producción capitalista que Marx va a identificar las determinaciones más decisivas, el sistema de causalidades de la pauperización del trabajador y sus familias. Para nuestro autor, el propio proceso de acumulación multiplica, con el capital, la “masa de los pobres laboriosos” esto es, de los asalariados que transforman su fuerza de trabajo en fuerza de valorización del capital creciente, estableciendo siempre una relación de dependencia con su propio producto a través de la personificación del capital” (Pimentel, 2012: 32).        

Las formas políticas de la Cuestión Social

Si bien las experiencias de organización y resistencia, el fenómeno de la violencia y la alienación no son exclusivas del modo de explotación capitalista, con el desarrollo del mismo adquieren particularidades que es preciso delimitar con el objeto de incorporar a las bases materiales de la cuestión social, su elemento más dinámico. Ante el avance desmedido de la apropiación de riqueza en detrimento de la existencia misma de la clase trabajadora, es esta quien coloca las demandas más sentidas en el plano de la disputa irreconciliable de intereses.  

La cuestión social en tanto expresión de las contradicciones principales del capital, cobra relevancia al momento en que es incorporada por quienes se ven afectados directamente por la misma. En este sentido, se observa que:

“La “cuestión social” originalmente expresada en el empobrecimiento del trabajador tiene sus bases reales en la economía capitalista. Políticamente, pasa a ser reconocida como problema en la medida en que los individuos empobrecidos se organizan, ofreciendo resistencia a las condiciones de existencia resultantes de su condición de trabajadores. En ese escenario, el movimiento socialista marca un carácter reivindicatorio en el proletariado Europeo, que emprende la lucha contra las condiciones opresivas de vida y de trabajo, teniendo por soporte la demanda por la satisfacción de carencias, considerada sobre los aspectos de naturaleza material y moral. En el curso del desenvolvimiento del capitalismo atravesado por luchas sociales entre capital y trabajo, se constituyen respuestas sociales mediadas ya sea por determinadas organizaciones sociales, o por el Estado, en un proceso impulsado por el movimiento de reproducción del capital.” (Pimentel, 2012: 154)

Es decir, en tanto la clase trabajadora se organiza en función de obtener mejoras respecto a las condiciones de su existencia, se cristaliza el sentido de la historia de un modelo de dominación compuesto por dos clases antagónicas, y por lo tanto, de dos proyectos de sociedad contrapuestos. Esta afirmación no quiere decir que en un momento determinado del desarrollo las mayorías adquieren conciencia acerca de su situación de explotación y resuelven una línea de acción común tendiente a abolir la lógica del sistema, por el contrario, se presentan una serie de procesos por los cuales, los grados de comprensión acerca de los fundamentos centrales de las múltiples determinaciones de la totalidad social, no son incorporados de manera lineal.

En este punto se reconoce que la reflexión de los individuos respecto al lugar que ocupan en la producción, es construida por medio de la experiencia que alcanzan de las luchas colectivas tendientes a confrontar finalidades incompatibles con los objetivos de la clase dominante. Las herramientas creadas a partir del análisis concreto de la realidad, se valen de la relación que se erige entre tácticas y estrategias como elementos que se fusionan manteniendo autonomía relativa por los alcances que cada una de ellas fija.        

De esta manera, se destaca que en los momentos de auge de los conflictos sociales:  

“Los trabajadores desarrollan la conciencia de que a medida que trabajan más producen cada vez más riqueza para la clase capitalista, y conforme la fuerza productiva de su trabajo aumenta, su función como forma de valorización del capital se manifiesta de modo cada vez más precario para ellos; descubren también que el elevado grado de competencia entre ellos depende totalmente de la presión de la sobrepoblación relativa. En consecuencia, se organizan particularmente a través de la Trade’s Unions, etc., con vistas a planear y a organizar una acción conjunta de los empleados con los desempleados con la intención de eliminar o debilitar los efectos de aquella ley natural de la producción capitalista que incide sobre su clase. Esa forma de solidaridad entre empleados y desempleados incomoda la defensa del capital por la acción libre de la ley de la oferta y la demanda.” (Pimentel, 2014: 46)

Aquí interesa remarcar que la unidad entre trabajadores empleados y desempleados se instaura en el mismo proceso por el cual la sobre explotación de la fuerza del trabajo y por lo tanto, el incremento del ejercito industrial de reserva, se presentan como una exigencia para la clase capitalista. No es un fenómeno propio de un país o región determinado, ni de un periodo histórico específico, más bien se agudiza en tanto la fase Imperialista desde la década del setenta a nivel global prescinde de la contratación de la fuerza de trabajo de amplias masas de obreros, pasando a ensanchar las filas de la población sobrante.

En este marco, Argentina adquiere una forma particular de expresarse en términos históricos que se encuentra reflejada en la disminución del salario promedio desde mediados de la década del setenta hasta la actualidad y aumentando el gasto social que realiza el Estado para garantizar la reproducción de la fracción desocupada de la clase trabajadora. A su vez, los niveles crecientes de informalidad y pobreza que alcanzan su punto culmine a fines de la década del noventa y principios del nuevo milenio, dan cuenta de la conformación de la fracción desocupada  como sujeto colectivo que enfrenta las políticas neoliberales como la forma que asume el capital para mantener su reproducción. (ver gráficos 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7)  

Grafico 1.[2]

Fuente: Seiffer, Tamara (2017). Gasto social total por habitante y salario promedio total de la economía.
Argentina, 1950-2016. En $ 2005.

Grafico 2.

Fuente: Seiffer, Tamara (2017). Argentina. Salario real en relación al de EEUU en PPP y TCP (1940-2014)

Grafico 3.

Fuente: Seiffer, Tamara (2017) a partir de: 1) Argentina: en base a Kennedy (2012) y el Indice de Variación Salarial (IVS) publicado por el INDEC (2010-2014). 2) Brasil: en base a Graña y Kennedy (2010). 3) Chile: en base a CENDA-MD. 4) Venezuela: en base a BCV y Baptista (2006). Salario promedio para el total de la economía en América del Sur, países seleccionados (1940-2013). PPA 2005.

 

Grafico 4.

Fuente: Seiffer, Tamara (2016). El grafico da cuenta de que los niveles de cuentapropismo e informalidad laboral se mantienen o aumentan según el periodo entre 1980 y 2009.

Grafico 5.

Fuente: Seiffer, Tamara (2016). El desempleo en Argentina, a pesar de tener momentos de expansión exponencial, crece de manera constante desde 1974.

Grafico 6.

Fuente: Seiffer, Tamara (2016). Mientras la parte del consumo de la clase obrera argentina correspondiente al salario disminuye drásticamente desde 1940 a la actualidad, la porción correspondiente al gasto social aumenta.

Grafico 7.

Fuente: Seiffer, Tamara (2016). La tasa de empleo no registrado en Argentina desde 2003 hasta el 2014 no desciende del 30%.

A pesar de que la lucha conjunta se vuelve estratégica para los intereses de la clase desposeída, el capital diseña mecanismos de coerción y fragmentación aplicados desde las Instituciones del Estado, con el objeto de volver extraño para las masas su condición de explotados. De esta forma, la escisión entre los objetivos históricos de los trabajadores y sus reivindicaciones inmediatas, se convierte en un obstáculo que ha sido abordado de manera disímil según cada experiencia particular a lo largo del tiempo.  

La fracción desocupada de la clase trabajadora en Argentina como protagonista de los enfrentamientos de clase.

Es basto el material que sistematiza y profundiza acerca del fenómeno de los desocupados en Argentina, como respuesta organizativa desde mediados de la década de los noventa, a los embates de la crisis económica, política y social que atravesó el país (De Sousa Santos, 2001; Svampa, 2005, 2006 y 2007; Ansaldi, 2005; Katz, 2004; Marro, 2007 y 2013; Retamozo, 2009; Mamblona, 2012; Parra, 2005; Touraine, 1997; Vilas, 1995; Zibechi, 2003). Como consecuencia de la decadencia del modelo neoliberal ortodoxo y las subsiguientes medidas de ajuste estructural, como la mega devaluación, las privatizaciones masivas y los despidos en las principales industrias y sectores del Estado, los trabajadores desempleados encabezaron los procesos de resistencia más importantes que agudizaron la declinación institucional del sistema de dominación.[3]

La fracción desocupada de la clase trabajadora en Argentina se caracterizó por su heterogeneidad respecto a las líneas políticas y a las organizaciones que sustentaban su praxis, pero logro concretar tácticas de confrontación unitaria que pusieron en jaque al poder económico. El corte de las principales rutas del territorio argentino, logró obstaculizar la circulación normal de mercancías, supliendo la herramienta del paro de actividades en el puesto de trabajo y materializando espacios para la construcción de conciencia colectiva respecto a la nueva situación de pauperismo.

Con esto, es imprescindible señalar que, si bien el movimiento de desocupados protagonizó la disputa con su clase antagónica en este periodo, fue con la solidaridad y unidad de sectores empleados, que se presentó el debate ideológico respecto a la pertenencia de clase más allá de estar circunstancialmente vendiendo la fuerza de trabajo. En este plano, las condiciones laborales en general se vieron deterioradas, siendo la población superflua el elemento de coerción para las negociaciones salariales y los derechos del trabajo.

Los datos estadísticos que se encuentran disponibles desde 2002 hasta finales del 2009 tienen sesgos importantes respecto a las fuentes en las que se sustentan para lograr la sistematización del conflicto social en Argentina. Los hechos que se contabilizan provienen de periódicos llamados “nacionales” que no se encuentran exentos de posiciones políticas ante cada coyuntura particular, y a su vez, no reflejan acciones que se realizan en planos locales o regionales salvo contadas excepciones en las que la medida cobra repercusión (ver cuadros 1, 2, 3 y 4)  

Cuadro 1.[4]

Fuente: PIMSA “hechos de rebelión (2002-2007)”. En base a cuatro diarios comerciales, generalmente llamados “nacionales”: Clarín, Crónica, Pagina 12 y La Nación.

* Incluye Jubilados, Profesionales asalariados, Asalariados y otros proletarios, Asalariados y trabajadores de fábricas recuperadas; Changarines.

** Incluye Jóvenes, Indígenas, Consumidores, Presos, Policías, Veteranos de Malvinas, Murgueros, Ciclistas, Prostitutas y travestis, Homosexuales, Residentes extranjeros, Enfermos, Madres y padres, Clientes, Mujeres, Protectores de animales, Niños, Discapacitados, Familiares y amigos de ladrones o presos, Cartoneros y cirujas, Hinchas, Motoqueros, Turistas, Familiares de policías, Campesinos, Judíos, Asambleístas y caceroleros, ecologistas, Automovilistas, peatones, pasajeros, público en un espectáculo, Católicos, Amas de casa, Evangelistas, Inquilinos, Sionistas, Árabes e islámicos, Ecologistas y pobladores, Amigos y familiares de militares y militares retirados, Bomberos voluntarios, Mutualistas, Integrantes de clubes de trueque, Católicos, judíos y evangelistas, Indígenas extranjeros, Integrantes de sectas, Artistas y militantes, Descendientes de españoles, Delincuentes, Judíos y árabes, Ecologistas y cartoneros, Católicos y familiares de víctimas, Artesanos, Ecologistas y estudiantes, Pasajeros y militantes, Ex soldados del Operativo Independencia, Pacientes, Alfabetizadores de una ONG, Refugiados, Consumidores de marihuana, Negros.

Cuadro 2.

Fuente: PIMSA “hechos de rebelión (2002-2007)”. En base a cuatro diarios comerciales, generalmente llamados “nacionales”: Clarín, Crónica, Pagina 12 y La Nación.

*Ocupados incluye 77 hechos realizados por trabajadores de empresas recuperadas.

**Ocupados y desocupados incluye 10 realizados por trabajadores de empresas recuperadas.

 *** Jubilados

Cuadro 3.

Fuente: PIMSA “hechos de rebelión (2008-2009)”. En base a cuatro diarios comerciales, generalmente llamados “nacionales”: Clarín, Crónica, Pagina 12 y La Nación.

Cuadro 4.

Fuente: PIMSA “hechos de rebelión (2008-2009)”. En base a cuatro diarios comerciales, generalmente llamados “nacionales”: Clarín, Crónica, Pagina 12 y La Nación. Composición por sujetos de los principales hechos de rebelión.

Con la restauración política producto del acuerdo de gobernabilidad entre la clase capitalista en el año 2003, se abre una fase de reorganización y definición por parte de las organizaciones sociales que actúan sobre la fracción desocupada de la clase trabajadora, que tuvo como eje central la intervención del Estado por medio de la política social. El mismo, logró mediante la institucionalización de referentes y de estructuras organizativas en estamentos gubernamentales, descomponer el bloque de poder que sentó las bases para instalar en la agenda, el deterioro de las condiciones de existencia de la clase obrera, como cuestión social a la que se debía dar respuesta.  

Desde este espectro:

“Netto nos dice que el Estado funcional al capitalismo monopolista es, en el nivel de sus finalidades económicas, el “comité ejecutivo” de la burguesía monopolista –opera para propiciar el conjunto de condiciones necesarias a la acumulación y valorización del capital monopolista. Se trata de un proceso bastante tenso, no solamente por las exigencias del orden monopólico, sino por los conflictos que éste hace emerger en toda la sociedad.” (Pimentel, 2014: 170).

Es de esta manera, que en la aplicación de un conjunto de políticas sociales, específicamente de transferencia monetaria condicionada (plan jefes y jefas de familia), se observa la respuesta principal del Estado Argentino sobre las manifestaciones de la cuestión social.  

Es menester alertar acerca de que:

“La intervención del Estado sobre el pauperismo y sus desdoblamientos, en otros términos, sobre las expresiones de la “cuestión social”, estuvo permeada por la expansión del propio capitalismo y de la reproducción del capital. La responsabilización/desresponsabilización del Estado por el problema ha seguido las exigencias de esa expansión y acumulación.” (Pimentel, 2014: 172).

Para el caso que nos ocupa, la estrategia económica de transferir recursos a las masas subalternas con el objetivo de favorecer el consumo interno y, de esta forma, dar aire al mercado y la circulación de divisas, se constituyó como la salvaguarda impuesto desde la economía y desde lo social, la política pública logro fragmentar y desmovilizar parcialmente a parte de la fracción desocupada de Argentina.

A pesar de ello, si bien el auge de la crisis se contuvo, no fue mediante la reincorporación a puestos de trabajo perdidos o favoreciendo la creación de nuevo empleo, más bien la ley tendencial del capital que engrosa las filas de la población obrera sobrante, obligó a la imposibilidad de prescindir de los planes o programas aplicados a este segmento de la sociedad. De esta manera, el Estado Argentino mantiene una porción de la clase trabajadora bajo políticas sociales que reemplazan el empleo formal, sumado a las variantes de trabajo precario, tercerizado, en negro y cuentapropista. En este sentido, Neffa (2012) se refiere a los números del Plan Argentina Trabaja (2009) de la siguiente forma: “en octubre de 2009, ya se habían constituido 230 cooperativas, su número creció rápidamente hasta comienzos de 2011 y en junio de ese año llegaron a ser 2022. En lo que atañe a la cantidad de beneficiarios, se expandió de 7.373 en octubre de 2009 a 189.319 en junio de 2011” (Neffa, 2012: 63) (Ver gráficos 1, 4, 5 y 7).

Desde esta perspectiva, parte de la fracción desempleada de la clase trabajadora, organizada en movimientos de desocupados, se mantuvo impulsando medidas de fuerza en reclamo de puestos de trabajo en condiciones de formalidad. Si bien con menor fortaleza, producto del desgranamiento que propició la clase capitalista mediante mecanismos de institucionalización bajo la órbita estatal, es posible afirmar que este sector mantuvo un gran dinamismo y enfrentamiento a los intereses de las empresas y gobiernos (ver cuadro 4).  

Afirmar que los desocupados se constituyen como la fracción de la clase obrera que conduce los principales conflictos que ponen en jaque al sistema de dominación vigente en Argentina, se vuelve un tanto forzado si se considera que en todo el territorio existen disputas con las más variadas reivindicaciones y reclamos. No solo las luchas de los trabajadores ocupados, sino movimientos de género, ambientalistas, indígenas, derechos humanos, etc., han logrado plasmar en la agenda púbica el carácter devastador del modelo de acumulación, y se han posicionado como alternativa en el segmento de intervención en el que se desarrollan.

La particularidad de los desocupados y sus organizaciones como herramientas dinamizadoras, radica en que han perdurado a lo largo del tiempo, que su praxis sigue desestabilizando las estructuras vigentes y que, en muchos casos, su programa trascendió la cuestión del empleo, incorporando los derechos a la alimentación saludable, la vivienda, la educación y salud pública, entre otros. Es decir, la esfera de acción se amplió permitiendo lograr unidad con distintas formas organizativas y en muchos casos, la vinculación directa a formaciones de tipo partidario, lo que constituyó un salto ontológico respecto a consolidar programas políticos.

A su vez, el movimiento de desocupados construyó una identidad y pertenencia para la población vinculada al mismo, su modo de funcionamiento basado en la democracia interna materializado en asambleas, la legitimidad en el territorio producto de la intervención en la vida cotidiana de las barriadas y el trabajo de forma cooperativa, sentaron las bases de nuevas formas de relacionarse socialmente. Este aspecto se vuelve central para comprender la trascendencia de esta fracción y sus organizaciones, que en muchos casos, resistieron a innumerables intentos de desbaratamiento mediante mecanismos coercitivos y persecutorios, y a intentos de incorporarlos a la esfera estatal en función de contener y fragmentar sus reclamos (Mamblona, 2012).      

Por último, el Estado Argentino sostiene y profundiza los programas asistenciales pretendiendo palear la situación social de grandes capas de la población aunque:

“el ejemplo del movimiento de desocupados en Argentina es claro en ese sentido, donde a partir de la lucha es posible reconstruir no sólo una crítica al patrón de intervención social del Estado que emerge a lo largo de la década del 90 en torno a las demandas legítimas de esa población “superflua”, sino también el componente de contra-insurgencia en la política social que se delinea para enfrentar la situación de explotación y desempleo de esas masas, desnudada por la práctica histórica de organización de los trabajadores desocupados. Los desocupados nos muestran a partir de su proceso de auto organización cómo expresiones de la lucha de clases – sus reivindicaciones y luchas – se tornan objeto de programas asistenciales orientados a la eliminación de cualquier componente de resistencia en las expresiones de la “cuestión social”. (Marro, 2007: 15)

En este sentido, la doble determinación de coerción y consenso entre el Estado y los desocupados se vuelve objeto de estudio, ya que concretiza uno de los modos en que la burguesía da respuesta a las manifestaciones de la cuestión social. Ello teniendo en cuenta que en los últimos dos años con el cambio de gestión estatal y bajo el discurso de abolir los “planes clientelares” el aumento de la desocupación y la pobreza (en base a datos del INDEC) se paliaron con la ampliación de las políticas sociales sobre la fracción desempleada de la clase trabajadora:

“durante el último año de la gestión kirchnerista se había dado de alta a 7345 personas en los programas “Argentina Trabaja” y “Ellas Hacen”. En 2016 esa cifra trepó a 27.204 y si se suman las altas en “Desde el barrio”, programa que pasó de la Provincia de Buenos Aires a la Nación, llegaron a 39.164. Entre enero y agosto de este año (2017) las altas en los tres programas mencionados siguieron aumentando y sumaron 44.882 personas. A diferencia de lo ocurrido en 2015, la mayoría del dinero se canaliza a través de los programas que son controlados por municipios y organizaciones sociales, dándole mayor margen a los manejos clientelares.” (Pagina 12, 23 de septiembre de 2017)

En este sentido y atendiendo a las particularidades del contexto actual, es posible inferir que las luchas en general y en particular la de los desocupados y sus organizaciones sociales, cobrarán mayores niveles de confrontación y dinamismo frente a la avanzada por parte del Estado en materia de derechos elementales. Sobre todo si se tiene en cuenta que se abre una nueva fase de despidos en el sector público y privado, bajo la argumentación de bajar el gasto público en el primer caso, y de abaratar los costos laborales de las empresas en el segundo.  

Palabras finales

Comprender a la luz de la teoría marxista, las raíces materiales y objetivas de la contradicción entre capital y trabajo, permite explicar fenómenos como el de los desocupados y sus organizaciones sociales, desde sus múltiples determinaciones. A diferencia de las teorías que interpretan en las distintas transformaciones del Estado, la clave para la constitución de una “nueva cuestión social”, en este trabajo abordamos el carácter de clase de dicha Institución y su papel trascendental para profundizar la acumulación capitalista.

Se intento demostrar en el artículo que los fenómenos de la desocupación, sub ocupación, empleo en negro y pobreza no responden a coyunturas particulares o a “malas gestiones de gobierno” sino que se explican por el lugar especifico que ocupa Argentina en la reproducción del capital a nivel mundial. A su vez, la tendencia desde la década del setenta al pago de los salarios por debajo de su valor exige que el Estado aumente los niveles del gasto social en función de garantizar la reproducción de la clase trabajadora.

En este marco, los desocupados representan a la fracción más dinámica de los trabajadores, que junto a los movimientos de trabajadores desocupados y organizaciones partidarias encabezaron los principales enfrentamientos de clase desde fines de la década del noventa, hasta el año 2004 inclusive en Argentina. Luego, producto de las diversas estrategias de fragmentación e institucionalización por parte de los representantes políticos del Estado, este sujeto colectivo se vio en la encrucijada de mantener su programa vigente, a pesar de la desarticulación entre distintas líneas políticas existentes al interior de los movimientos y las organizaciones que lo conducen, pero sin dejar de ser protagonista de las luchas sociales hasta la actualidad.

En Argentina la fracción desocupada de la clase trabajadora paso a ocupar un lugar central en los procesos de lucha de clases, con las experiencias históricas de confrontación de norte a sur del país y logrando reivindicaciones que se mantienen vigentes hasta la actualidad. La identidad de piqueteros basada en métodos de lucha innovadores como los cortes de ruta, la toma de edificios públicos y la auto organización como modo de subsistencia, concretaron experiencias únicas a nivel mundial.  

Se entiende que con la baja en los precios de los commodities, el crecimiento de la deuda externa y los niveles de inflación que mantiene hace años Argentina, el ascenso de los niveles de pobreza y pauperismo será cada vez más rápido. El principal ataque, ante esta situación, lo sufre el empleo formal, por lo que, desde la perspectiva planteada, la fracción desocupada de la clase trabajadora seguirá protagonizando en los años subsiguientes, las principales batallas frente a la clase capitalista y el Estado, en el marco de un sistema político y social que ha ingresado en una crisis sin precedentes y sin expectativas de recuperación más que llevar a un grado barbarizante la vida de las mayorías.

Resta aun construir las herramientas pertinentes para sistematizar y registrar los hechos de rebelión y las diversas luchas que se despliegan a lo largo del territorio Argentino de forma más contundente. De esta forma se podrá dar visibilidad a los procesos de organización y resistencia que la fracción de desocupados de la clase trabajadora desarrolla en la actualidad como respuesta a la crisis económica abierta.

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[1] Universidad Nacional de Mar del Plata, Facultad de Ciencias de la Salud y Servicio Social.

[2] Los gráficos son de elaboración propia de Seiffer, Tamara y han sido expuestos en el curso “A 150 años de El Capital: usar el capital para conocer el capital” Mar del Plata, octubre de 2017. La autora ha otorgado a los autores el permiso para hacer uso de los mismos en el presente artículo.

[3] “Sólo en capital federal, durante el 19 de diciembre (2001) se registran un total de 66 acciones, de la cuales 62 son directas, es decir el 94%. De ellas, la mayoría fueron cortes de calle (26%) y movilizaciones (28%). El jueves 20 (2001), de las 45 acciones totales, 42 corresponden a acciones directas, es decir también un 94 %. Entre ellas se destacan los ataques a la propiedad privada (más del 35%), las concentraciones (27%) y los ataques a edificios públicos (16%), cfr. VVAA, 2011.” (Seiffer, 2011)

“En tanto medida que logró un alcance nacional, la participación de varias fracciones de clase y la importancia del movimiento piquetero como organizador y aglutinante, es posible afirmar que en el Piquetazo, ya está presente en potencia, tanto en su contenido como en su dirección moral, el Argentinazo. El movimiento piquetero, que se convertiría en la dirección moral del Argentinazo, da sus primeros pasos a fines de 1994 en la provincia de Neuquén. Sus antecedentes, sin embargo, pueden encontrarse en las provincias de Jujuy y Santiago del Estero, en los años previos (Oviedo, op. cit.). Jujuy fue el escenario de una crisis fiscal y política muy importante entre los años ´90 y ´94, cuya lucha fue encabezada por los trabajadores estatales que debieron movilizarse para cobrar sus salarios. En este lapso, la provincia contó con el paso de 5 gobernadores (hecho sólo superado por los 5 presidentes que tuvo la Argentina en menos de 2 semanas a fines de 2001 y principios de 2002). Santiago del Estero, por su parte, protagonizó lo que se dio a conocer como “el Santiagueñazo” el 16 y 17 de diciembre de 1993 (Dargoltz, 2011). Éste se representa como un punto de inflexión en el movimiento de protesta en Argentina, abriendo una fase ascendente de la lucha de clases. En un contexto de aumento del desempleo y de la pobreza, la sanción de una ley que implicaba la cesantía de 10 mil empleados estatales y la reducción salarial del resto, dio lugar al desarrollo de un movimiento de protesta que incluyó a trabajadores estatales de la administración, docentes, de salud, de obras sanitarias, estudiantes, jubilados y comerciantes (Cotarelo, 1999).” (Seiffer, 2011: 53)

“Es en la provincia de Neuquén entre fines de 1994 e inicios de 1995 donde se hacen las primeras manifestaciones de trabajadores desocupados. Desocupados que vienen de una experiencia del movimiento sindical, convocan asambleas y arman comisiones que empadronan desocupados y presionan a las centrales sindicales a convocar una marcha con la reivindicación de un subsidio de $500 para todos los desocupados mayores de 16 años. Bajo esta amenaza, el entonces gobernador de la provincia, Sobish, sanciona la ley 2128, un subsidio de $200 para jefes de familia desocupados. Con la sanción de esta ley el movimiento pega un salto al organizarse para exigir su efectiva implementación.” (Seiffer, 2011: 54)

“En la misma provincia, en el año 1996, se encuentra el antecedente más importante de los cortes de ruta: el conflicto de Cutral Có y Plaza Huincul. Este conflicto “tendría la particularidad de ser un hecho a partir del cual un instrumento, el corte de ruta, que fue utilizado frecuentemente con anterioridad, adquiere una significación distinta y se instala como principal modalidad de protesta. Al igual que la personificación social del “piquetero”, que se expandirá luego por casi todo el territorio nacional” (Klachtko, 1999: 121 citado en Seiffer, 2011).

“Al año siguiente, en Salta, se realiza un levantamiento que se extiende a todo el norte de la provincia estableciendo una lucha política mucho más abierta y aguda. Desde comienzos de 1997 la movilización venía en ascenso, el 7 de mayo en Tartagal se convocó a Asamblea Popular y se realizó el corte de ruta con aproximadamente 100 piquetes.” (Seiffer, 2011: 55)

“En Gran Buenos Aires, es en el partido de La Matanza donde se dan los primeros pasos de organización de los trabajadores desocupados. En 1996 se hacen los primeros reclamos ante la intendencia y se organizan ollas populares. La primera conquista fueron bolsas de alimentos. En junio del año 2000, se realiza un corte en la ruta 3 que se levanta con el compromiso del gobierno provincial de otorgar 9 mil Planes Trabajar, 65 mil kilos de comida fresca, 70 mil kilos de alimentos secos y tres unidades sanitarias. Dado su incumplimiento, se vuelve a cortar y el nuevo pliego de reivindicaciones incluía “10.000 ‘planes Trabajar’, que se agregaban a los ya reclamados; plan alimentario para no menos de 30.000 familias […] un plan de obras públicas para enfrentar la desocupación (hospitales, salitas de salud, escuelas) y un ‘seguro de empleo y formación de 380 pesos por jefe de familia y la asignación de 60 pesos por hijo’” (Oviedo, op. cit.: 143). Se lograron 16 mil planes con la garantía de mantenerlos hasta que bajara la desocupación, el compromiso de la realización de obras públicas, la atención alimentaria de 45 mil familias, becas y zapatillas.” (Seiffer, 2011: 56)

[4] Los cuadros de los hechos de rebelión se pueden encontrar en: http://www.pimsa.secyt.gov.ar/informes.html