Crítica y Resistencias. Revista de conflictos sociales latinoamericanos
N° 4. Año 2017. ISSN: 2525-0841. Págs. 96-114
http://criticayresistencias.comunis.com.ar
Edita: Colectivo de Investigación El Llano en Llamas
Territorio, movimientos campesinos y paisajes de resistencia. Breve ensayo desde una lectura de Milton Santos[1]
Territory, peasant movements and landscapes of resistance. A brief essay from a Milton Santos’ reading
Oscar Soto[2]
Resumen
Los años 80 y 90 marcan el ritmo de profundización de la fase neoliberal del capitalismo global, al tiempo que atestiguan los mecanismos de subjetivación política en procesos de resistencias; en particular el surgimiento de identidades sociopolíticas ligadas a la ruralidad latinoamericana. Consecuencia de ello es el requerimiento de pensar los territorios en disputa y la conflictividad sociopolítica creciente a partir de ese periodo histórico. En la actualidad del continente, al igual que en el último tramo del siglo pasado, se torna imprescindible la reflexión respecto de las formas que ha ido adquiriendo el ejercicio de la política y los movimientos sociales en tanto movimientos socioespaciales y socioterritoriales sobre todo en relación a los procesos de acumulación política, de las poblaciones locales. Las presentes líneas intentan ser un aporte a la reflexión crítica desde una epistemología contextualizada en el Sur global, respecto de las resistencias rurales y el fenómeno de territorialización entorno de la figura del campesino y el espacio vital en disputa. Pretendemos aquí, sumar una perspectiva a las luchas locales -luchas campesinas e indígenas en Mendoza, Argentina- a partir de una mirada situada desde el sur, como la del intelectual brasilero Milton Santos.
Palabras claves: Movimiento Campesino, Territorio, UST/MNCI, Milton Santos, Epistemologías del Sur
Abstract
The 1980s and 1990s mark the deepening pace of the neoliberal phase of global capitalism, at the same time attesting to the mechanisms of political subjectification in resistance processes; In particular the emergence of socio-political identities linked to Latin American rurality. As a consequence of this is the requirement to think the territories in dispute and the growing sociopolitical conflict from that historical time. Today, as in the last part of the last century, it becomes essential to reflect on the forms that the exercise of politics and social movements have acquired in socio-spatial and socio-territorial movements, especially in relation to the processes of political accumulation, of local populations. The present lines try to be a contribution to the critical reflection from a contextualized epistemology in the global South, with respect to the rural resistances and the phenomenon of territorialization around the figure of the farmer and the living space in dispute. We intend here to add a perspective to the local struggles - farmer and indigenous struggles in Mendoza, Argentina - from a look from the south, such as the intellectual Milton Santos.
Keywords: Peasant movement, Territory, UST / MNCI, Milton Santos, Epistemologies of the South
“…La deconstrucción que el pensamiento crítico latinoamericano,
enmarcado en un contexto más amplio de pensamiento social crítico
mundial, viene produciendo sobre el par conceptual espacio-tiempo…
En relación a esta última, y en oposición crítica a la cosmovisión
cronocéntrica, procuramos pensar en clave espacial la resistencia a los
“diseños globales” actualmente hegemónicos vinculados
al neoliberalismo y al posfordismo. La perspectiva en la que nos
situamos considera que el espacio geográfico, producto social ligado
a la economía y a la política, puede ser concebido como ‘territorio’”
Rosales, Garay y Pedrazzani, 2016.
Introducción
Los años de 1980 puntualizaron, a escala general, el ritmo de nuevas dinámicas y conflictos sociales que marcarían, con el tiempo, un inusitado pulso de sistemáticas protestas contra los centros de poder global (Houtart 2006, p. 435). Tanto en Europa como en Estados Unidos surgen fenómenos políticos novedosos, algunos de los cuales serán identificados con la denominación de Nuevos Movimientos Sociales (NMS), cuya principal característica política estará ligada a una cierta relativización de la referencia explícita a las identidades rígidas históricas, como lo son las del movimiento obrero de corte sindical o partidario (Seoane, Taddei y Algranati, 2009).
En años recientes desde el Sur global[3], en particular desde América Latina, como consecuencia de la proyección constitutiva de la dominación colonial y la resistencia a la violencia epistémica, política y cultural eurocéntrica, se produce un punto de vinculación histórica entre la disputa social emergente y los sujetos sociales excluidos de la economía neoliberal. Particularmente se da en la región el cruce de las tramas políticas, sociales y religiosas que, ya desde los años 60 (Ferrara, 2007), conforman el imaginario y la subjetividad de la resistencia latinoamericana. Algunas de las expresiones de esta nueva politicidad latente vendrán del ámbito de la ruralidad; entre otros serán el MST en Brasil, las Ligas Agrarias en Argentina y los movimientos campesinos en general en la región, quienes perfilen los contornos de la cartografía latinoamericana en lucha.
Las presentes líneas intentan ser un aporte a la reflexión crítica desde una epistemología contextualizada en el Sur global, respecto de las resistencias rurales y el fenómeno de territorialización entorno de la figura del campesino y el espacio vital en disputa. Pretendemos aquí, aportar al análisis de las luchas locales -luchas campesinas e indígenas en Mendoza, Argentina- a partir de una mirada situada desde el sur, como la del intelectual brasilero Milton Santos.
Ofensiva neoliberal en América Latina
El surgimiento en las últimas décadas de movimientos de resistencia al modelo neoliberal en América Latina y la asunción de gobiernos que plantearon rupturas con los principales lineamientos de la nueva lógica financiera, suscitó fuertes debates frente a la realidad política y social del continente. Las distintas corrientes del pensamiento crítico latinoamericano han intentado interpretar y acompañar los sucesos sociopolíticos de la región (Rauber, 2012), muchas veces con posterioridad a la sucesión de hechos relevantes que han acontecido en las últimas décadas.
Una de las razones por las cuales América Latina ha despertado un interés urgente de tipo académico, institucional y también militante, se debe en primer lugar a que es una de las regiones, -surgida y concebida desde una tradición de resistencia y combate a las formas de control y explotación dominantes[4]-, en la que la emergencia de movimientos sociales disruptivos y críticos del orden de cosas vigente, reactualiza las luchas sociopolíticas constantemente, en tanto las articula a un conjunto de demandas populares y, en el periodo reciente, a una clara oposición frente a la hegemonía neoliberal (Seoane, Algranati y Taddei, 2009).
Esta articulación ha contribuido, por un lado, a un proceso de cambios importantes en el orden económico, social y cultural en los últimos años; mientras que por otro, explica la necesidad de discernir la intensidad política que vive el continente por estos días (López Segrera, 2016). La consolidación efectiva del neoliberalismo en América Latina implicó una serie rupturas en el orden de estructuración de las relaciones sociales, ya sea por vía de la violencia institucional ejercida desde arriba o por intermedio de la asimilación cultural de la hegemonía del mercado -y la consabida mercantilización del entramado societal, que éste trajo aparejado- (Zibechi, 2000, pp. 46-73).
Uno de los elementos centrales de esta etapa de reconfiguración y fragmentación de los imaginarios sociales, fue precisamente el que refiere a la mutación de los ámbitos de disputa sociopolítica y las formulaciones identitarias que cohesionaban a las clases subalternas latinoamericanas. Los espacios de labor fabril (Zibechi, 2000, p. 46), el activismo sindical y la preponderancia de los partidos políticos como aglutinadores de las reivindicaciones anti-imperiales y anti-dictatoriales, se vieron agotados en el panorama de recolonización de las clases dominantes en el continente.
Durante los años 70, la aplicación de la estrategia militar, destinada a desgastar y aniquilar todo posicionamiento político crítico en América Latina, junto con la ofensiva imperial norteamericana, estuvieron dirigidas a promover un entramado político-institucional-económico que diera sustento a la lógica de acumulación del capital, en la fase neoliberal que se inauguraba en la región (Boron, 2003, p. 227).
Casi como una prefiguración espacial, en la medida que se consolidaba el sistema de explotación económica, los trabajadores desposeídos y mujeres explotadas comenzaban la larga marcha de la resistencia en el campo, las villas miserias, la expulsión de los grandes latifundios y el destino de los márgenes urbanos y la exclusión social (Ouviña, 2004). Paralelamente, el proceso de transición de las democracias latinoamericanas consagraba gobiernos liberales con propuestas de productividad y mejores salarios en la gestión de la gobernanza neoliberal. Los años 90 significaron la aplicación de un feroz plan de privatización de la economía, desregulación del aparato estatal y la consagración de la hegemonía neoliberal (Sader y Gentili, 2003).
En dirección al proceso de saqueo que implicaba el recetario neoliberal para América Latina, el espacio vital de las comunidades, y con ello el hábitat de los sectores populares, se presentaba como el principal damnificado. Es posible destacar dos aspectos centrales de la ofensiva neoliberal en la región: por un lado, la fuerte hegemonía ideológica que logra el “modelo” dando sustento a su permanencia; por otro lado, la exacerbación de mecanismos de explotación y control en dimensiones impensables (Seoane y Taddei, 2009a).
Todo tipo de acción social que surgiera en oposición a esta explotación de espacialidades y territorios nuevos, se constituiría luego en germen de resistencias políticas y culturales a la dominación neoliberal. Tales iniciativas encontraron su correlato en el ámbito de las luchas sociales específicamente, y en la conformaciones de nuevos sujetos políticos, los movimientos populares (Korol, 2007). En efecto, como anticipábamos, las antiguas formas de articulación política del conflicto social que -por medio de gremios, sindicatos, partidos políticos y movimientos de masas organizados en torno a la figura central del Estado Nación- habían mantenido la preeminencia como instancias de representación política, vieron declinar su influencia. En consonancia, emergieron formas de lucha y tipos de subjetividades políticas novedosas, aunque se tratara, en principio, de un carácter disperso y fragmentario, sostenidas en la afirmación de identidades particulares (Zibechi, 2007).
En definitiva, para los años 80 y 90 cobró relevancia la dimensión cultural de la dominación y los mecanismos de subjetivación política en procesos de resistencias; consecuencia de ello es el requerimiento de pensar los territorios en disputa y la conflictividad sociopolítica creciente. En la actualidad del continente, al igual que en el último tramo del siglo pasado, se torna imprescindible la reflexión respecto de las formas que ha ido adquiriendo el ejercicio de la política y los movimientos sociales en tanto movimientos socioespaciales y socioterritoriales (Fernandes, 2005, p. 278), sobre todo en relación a los procesos de acumulación política de las poblaciones locales, como formatos de reproducción de vida por fuera de la institucionalidad establecida; a su vez también, como ejercicio de la política por los canales no institucionales en el actual contexto de restauración neoliberal.
Movimientos campesinos
Desde fines del siglo XX, han surgido en América Latina fenómenos de resistencia rural frente al proceso político neocolonial (Giarraca, 2002). Las prácticas y articulaciones de resistencia que implican dichos fenómenos, han marcado las pautas para el surgimiento de movimientos sociales campesinos con masividad y novedosas formas de organización política (Michi, 2010, pp. 29-44).
Lo trascendente de las luchas campesinas en los años duros aquí enunciados, se visibiliza principalmente en las críticas a la globalización neoliberal y el cuestionamiento a los procesos productivos que arrinconan y excluyen al sujeto campesino, desde fines de siglo pasado a principios del siglo XXI. La vida rural en América Latina ha experimentado en este periodo cambios significativos, visibles en su configuración geográfica y sociopolítica.
A grandes rasgos, se pueden destacar algunas de las transformaciones más relevantes en torno a la cuestión rural latinoamericana, entre las que cuentan los aspectos de tipo demográficos -como resultado del éxodo masivo en los años sesenta y setenta en América, y el fenómeno de la “contra urbanización“ en algunos países europeos en los años setenta, con su respectiva influencia en el continente-, los aspectos económicos -que se originan por el declive de la agricultura y, en algunos países, por la nueva visión que el mundo urbano tiene del medio rural, dando lugar a una mayor diversificación-. Por último lo referente a la cuestiones de índole institucional -debido a la descentralización política que pretende dar mayor poder a lo local y lo regional, con desarrollos desiguales en los distintos países y continentes, y a la supra-nacionalización de la política agraria- (Pérez, 2001, pp. 19-20).
Los estudios sobre la conflictividad rural en América Latina dan cuenta de las resistencias originarias y campesinas a los criterios capitalistas y la imposición de las formas de producción y organización del trabajo y los alimentos en la fase neoliberal (Giarraca y Teubal, 2009). En línea con esas intuiciones, huelga el interrogante respecto de, en qué términos se habla de la ruralidad y los movimientos de resistencia en plena colonización neoliberal del continente.
Siguiendo a Ramos y Romero, el medio rural es una entidad socioeconómica en un espacio geográfico:
“...Un territorio que funciona como fuente de recursos naturales y materias primas, receptor de residuos y soporte de actividades económicas. Una población que, con base en un cierto modelo cultural, practica actividades muy diversas de producción, consumo y relación social, formando un entramado socioeconómico complejo. Un conjunto de asentamientos que se relacionan entre sí y con el exterior mediante el intercambio de personas, mercancías e información, a través de canales de relación. Un conjunto de instituciones públicas y privadas que vertebran y articulan el funcionamiento del sistema, operando dentro de un marco jurídico determinado...” (Ramos y Romero, 1993, p. 17).
La conformación de lo rural en América, es parte de un debate ideológico-político permanente respecto de las formas de organización de las luchas sociales en el continente y los interrogantes en relación a la ubicación del campesinado como clase (Shanin, 1978). En las discusiones tradicionales sobre el sector campesino ha sido recurrente la confrontación entre campesinistas versus descampesinistas, y también entre quienes sostienen que los campesinos siguen una trayectoria político-clasista fija hacia una existencia asalariada, y aquellos que plantean que se puede seguir siendo agricultores campesinos mientras prosigue el desarrollo del capitalismo, como quienes, por otro lado, intentan eludir el reduccionismo clasista (Otero, 2004).
De cualquier manera, los debates que atraviesan los estudios rurales luego de la oleada neoliberal en la región, se encuentran orientados a dirimir las nuevas formas de apropiación y uso de la tierra. No obstante la discusión económica que adopta la ruralidad y vivencia campesina, existe un elemento que interpela a las ciencias sociales, en especial a la teoría política latinoamericana y de la cual intentamos marcar unos puntos aquí, esto es la cuestión del espacio y la lucha territorial.
Ciencias sociales y territorio latinoamericano en disputa
La clausura del siglo XX y el inicio de los años 2000 han redundado en un nuevo periodo de descubrimiento de las resistencias rurales y profundización del encubrimiento de los pueblos que habitan Abya Yala, tal como Enrique Dussel califica a la colonización de Nuestra América (Dussel, 1993). Esa doble configuración simbólica y material del despojo y entramado sociopolítico en resistencia, aporta elementos para la construcción teórica de América Latina (Osorio, 2008).
Una mirada geográfica desde el Sur: Milton Santos
Milton Santos (1926-2001) es uno de los responsables de la renovación de los estudios geográficos a nivel latinoamericano en los años 70 del siglo pasado, con marcada incidencia a escala mundial. Su propuesta apunta a una relectura en torno de una teoría geográfica de la sociedad, por un lado; al tiempo que propone una reflexión geográfica desde la periferia, el Tercer Mundo.
Santos, como intelectual brasilero ha realizado un aporte sustancial al estudio geográfico y a las ciencias sociales latinoamericanas, en tanto ha logrado vincular la teoría geográfica con la teoría social. Esto ha sido posible, en gran medida, gracias a descubrir la intencionalidad del servicio que la geografía le ofrece -desde 1945 en adelante, dirá- al proyecto imperial del norte global: la concepción geográfica tradicional ha optado históricamente por ser descifrada en clave de un idealismo abstracto que ha propuesto hegemónicamente al tiempo y al espacio como formas de percibir las cosas, y no tanto como una existencia real en sí misma (Santos, 2002, p 110). Abocado a detectar las falencias epistemológicas, en perspectiva crítica, de los abordajes geoespaciales, Milton Santos discute la legitimación científico natural que se suele asignar a la disciplina geográfica, y su consiguiente deshistorización y deshumanización (Santos, 2002a).
Para los fines de lo que aquí nos ocupa, sostenemos que la conceptualización de la producción social del espacio en Santos, es elemento sustancial para una aproximación pertinente a las luchas del mundo rural en América Latina. Una eficaz lectura de la territorialidad global, en tanto escenario de la producción y reproducción del capital, requiere además de comprender al espacio como un conjunto de flujos y movimientos de lo social que modifican su significación a la vez que son modificados los sujetos. El espacio solo se define en relación a su papel con la sociedad. Lo que sigue en el análisis de Santos es casi una deducción lógica: sobre un espacio que no es real, probablemente se asentarán teorías falsas. En ese sentido al “enviudar” la teoría geográfica del espacio (Santos, 2000), la operación de la disciplina se orienta con mayor vehemencia desde finales de la II Guerra Mundial, a ocultar antes que descubrir lo real.
La geografía humana es, para Santos, una expresión de las múltiples dimensiones de lo social. Así es como se puede pensar en una inercia dinámica contrapuesta al “práctico inerte” de Sartre, dirá nuestro autor (Santos, 2002, p. 167). Es entonces, la dinámica de la acción social y política la que estructura la espacialidad, o dicho de otra forma: el espacio construido y el tiempo histórico se transforman en paisaje, dando cuenta de un modo de producción específico y concreto expresado en tal materialidad denominada, nuevamente: espacio[5].
Espacio y Paisaje en la propuesta de lectura de Milton Santos no son sinónimos, antes bien el primero de éstos es siempre coyuntura histórica y forma social. La prepotencia de los hechos sociopolíticos y territoriales en América Latina conduce a una necesidad teórico-política que el geógrafo brasilero adelantaba en sus reflexiones: “el espacio social no pueda prescindir del tiempo social” (Santos, 2000, p. 166). Algo que para la mirada positivista hegemónica y el pensamiento colonial de la teoría geográfica, al que también interpela Santos, le es difícil inteligir; es el espacio una acumulación desigual de tiempos. Cada lugar debe ser comprendido desde una temporalidad y espacialidad específica, es decir desde la configuración de elementos múltiples con diferentes edades y trayectos variados. En fin, cada lugar es a cada momento un sistema espacial, acciones diversas en tiempos desiguales.
Globalización económica y espacial
Pensar el proceso de globalización y el periodo histórico de conflictividad social producido por la hegemonía neoliberal -desde los años 80, 90 hasta la actualidad- como una “internacionalización del mundo capitalista” (Santos, 2000, p.15) permite explicitar la modalidad que asume dicho fenómeno socio-económico desde la óptica del sur global. Entre otras cosas, se trata del camino sinuoso hacia la obtención de plusvalía, ahora globalizada. Por tanto, es necesario llevar a cabo el cruce de tiempo y espacio con la configuración del mercado mundial para discernir la actual globalización de las relaciones sociales.
Si bien Santos se encarga de aclarar que no hay un mercado global como tal, resalta por otro lado la unidad política de comando que representa la economía de las corporaciones transnacionales. Por ello, quizás lo distintivo del proceso actual es que estamos frente a un sistema de evolución de la técnica que modifica el medio natural, pero cuya hegemonía en tiempo real está en manos de actores dominantes. ¿Quién estructura el discurso ideológico respecto del espacio y el campesinado hoy en nuestro Cono Sur latinoamericano, sino los grandes medios de comunicación oligopolizados por grupos económicos dominantes? ¿Acaso no basta con dar una mirada a las luchas sociales y políticas en la actual coyuntura de restauración conservadora (García linera, 2016), para comprender parte de esa hegemonía de tiempo, espacios y sentidos?
No se trata de otra cosa que de un 1% que comanda el tiempo real que vivimos en esta globalización capitalista[6]. Entonces, estamos en presencia de una causa unitaria que moviliza la construcción del espacio social urbano/rural subalterno, hoy por hoy: la búsqueda de la plusvalía universal -ya no de los imperialismos parciales- mediante la mundialización de la técnica (Santos, 2000). Se trata justamente, de un proceso de justificación ideológica de cualquier crisis, menos de la crisis financiera capitalista. Eso es la actual globalización, según Santos: tiranía del dinero y tiranía de la información.
Ahora bien, el relacionamiento e imbricación del capital constante frente al capital financiero explican parte de la fase neoliberal en la cual estamos inmersos. Santos dirá que los paisajes adoptan un aire familiar y se estandariza así una “civilización técnica” (Santos, 2002a). El imperio de las corporaciones transnacionales estructura el espacio, por el cual llegamos entonces a ser parte de un medio-técnico–científico-informacional que no es otra cosa que el medio geográfico actual. Digámoslo así: el proceso actual de la tecnociencia como forma de avance de la mercantilización de la vida, donde la información constituye un vector central del relacionamiento social y económico, articula la hegemonía de los actores económicos dominantes. Ese es pues el medio actual y la globalización tan mentada en la que somos sometidos[7].
Resistencia social y sujeto campesino
En la última década del siglo pasado, los movimientos campesinos adquieren una centralidad mayor de cara a las nuevas configuraciones que se producían al interior de los movimientos sociales en la región (Algranati, Seoane y Taddei, 2006). Acompañado al proceso de despojo y exclusión que el neoliberalismo ha significado para América Latina en los últimos 40 años, se ha dado en la región un suceso de coordinación colectiva de movimientos sociales ligados a las luchas campesinas, entre otros el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra en Brasil, los levantamientos campesinos e indígenas en Ecuador, Bolivia y México; expresiones como el Movimiento Campesino de Santiago del Estero en la Argentina o las luchas agrarias en Paraguay, por solo mencionar algunas conformaciones sociopolíticas, han dado centralidad a la resistencia rural y la organización campesina en el proceso político reciente.
En Argentina[8], surge desde los años ´90 y con más fuerza a principio de 2000, el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI):
“el espacio rural más novedoso de las últimas décadas en Argentina, no solo por su masividad -sin duda es de las organizaciones del campo más grande del país- sino también por unir dos actores, campesinos e indígenas que comparten muchas problemáticas pero que suelen ir por separado” (Aranda, 2010, p. 137).
El MNCI está compuesto por más de 20.000 familias y tiene presencia en unas 10 provincias de la Argentina (Santiago del Estero, Córdoba, Mendoza, Salta, Jujuy, Buenos Aires, Misiones y Neuquén, entre otras), es miembro de una articulación continental que es la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y a su vez de la Vía Campesina a nivel internacional. La estructura y el trabajo del MNCI es parte del mismo funcionamiento y las mismas premisas de lo comunitario y la lucha por la tierra que caracteriza a un movimiento hermano, como es el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil.
Imagen 1 MNCI. Foto: http://fmriachuelo.com.ar/blog/2015/08/01/mnci-apoyo-al-ministerio-de-la-economia-popular/
Trabajadores rurales sin tierra en Mendoza
Imagen 2: Familias campesinas de la UST resistiendo desalojo. Mayo/2017. Foto: https://campesinasdecuyo.wordpress.com/
Dentro de los grupos de base del Movimiento, se encuentra la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra (UST) de la región de Cuyo -Mendoza- (UST, 2012). Las principales banderas rectoras del camino que ha emprendido el MNCI y la UST se han constituido en la lucha por la Reforma Agraria Integral, como camino posible para resolver la pobreza de la ciudad y el campo, el reclamo de la soberanía alimentaria, esto es el derecho a la cultura de producción no extractiva que provea alimentos sanos al pueblo y se lleve a cabo mediante una comercialización justa, la defensa del territorio, el sujeto social campesino y los derechos humanos; la lucha irrestricta por la salud y la educación popular (Ferrara, 2007).
Mendoza es un territorio marcado por el despojo y la apropiación histórica de la tierra indígena, típicamente extendida por toda la Patagonia y el Norte Argentino desde el Siglo XVI en adelante (Brachetta, 2011). Hasta hace no muchos años –llamativamente- los abordajes científicos en la región, consideraban a algunos pueblos originarios como una pieza ya extinguida desde los primeros años de la conquista española[9]. Sin embargo esos pueblos, en su doble condición de testigos y víctimas del proceso colonizador, han sido emergentes territoriales inagotables de la construcción social del espacio a través del tiempo (Santos, 2000). La configuración desigual de la estructura agraria mendocina y el reparto de su espacialidad desde la conquista hasta la constitución del Estado-Nación y su política de blanqueamiento e invisibilización del sujeto indígena (Saldi, 2016, p.193), han fundado una contraposición geográfica e histórica: el oasis y el desierto (Liceaga, 2012, p. 119).
El oasis de la provincia de Mendoza -sinónimo de civilización y modernidad-, frente al desierto rural -arquetipo de la barbarie y la pobreza-, responden de manera proporcional a la conflictividad sociopolítica de la lucha por la apropiación del agua y el territorio. Es precisamente la dinámica de la exclusión territorial, que se ejerce desde las zonas irrigadas a la aridez de las tierras desoladas, lo que delimita el imaginario y la discursividad dominantes que encarna el modelo vitivinícola hegemónico de la provincia (Liceaga, 2012, p. 120).
Los trabajadores sin tierra, “puesteros” y “crianceros”, abocados a la labor de la ganadería extensiva de tipo caprina o vacuna en las zonas áridas del territorio, por un lado; aquellos que trabajan en zonas de regadío sin acceso a la propiedad de la tierra, por otro, y de manera más general, los sujetos de la resistencia originaria, cuyas tramas de identidad campesino-indígena pueblan la geografía provincial, han venido a dar cuerpo a la movilización rural de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra, en tanto expresión de un sujeto político invisibilizado, pero en constante puja y emergencia socioterritorial (Fernandes, 2005).
La configuración del capital y su sedimentación en la densidad del territorio local a partir de siglo XX, profundiza la desposesión en Mendoza, a la vez que acelera “el proceso de reconversión de la agricultura y la ganadería hacia la vitivinicultura, empujando a los chacareros pobres hacia la zona del secano, en la que apenas pueden subsistir con la cría de cabras…” (Ferrara, 2007, p. 367). En términos generales, desde el proceso de transnacionalización de las actividades productivas, la privatización de empresas estatales encargadas de la actividad vitivinícola y su redireccionamiento al mercado externo -que acompaña la metamorfosis neoliberal de la economía argentina desde 1976 en adelante-; el proceso de apertura importadora consuma el quiebre de sectores de mediana y pequeña industria local, dando como resultado la expulsión de cantidades importantes de trabajadores rurales al desempleo, el abandono de las fincas, la sustitución obrera por la tecnificación de la actividad agraria, el desplazamiento a las periferias urbanas, la precarización de la subsistencia y la irregularidad de tenencias de tierra como fundamento del litigio permanente.
El inicio de los años 2000 acelera la dinámica social de pauperización agraria, en la medida en que el desalojo de comunidades campesinas y la amputación de las prácticas rurales de autoconsumo, adquieren mayor virulencia. En ese contexto, la UST se consolida como oposición societal al proceso de recolonización de los bienes comunes y como expresión del sujeto campesino organizado en clave de re-existencia. De esta manera en su conjunto el Movimiento Nacional Campesino Indígena, como espacio orgánico, se afianza en una actitud de autonomía, de plena resistencia al modelo extractivista, al avance del agronegocio y la sojización del campo que se ha profundizado en la región y en especial en Argentina (Troncoso Muñoz, 2012).
Las condiciones sociales de la acumulación capitalista aquí descriptas, operaron como aliciente al proceso de organización campesina en la provincia de Mendoza. Desde el influjo del surgimiento del Movimiento Campesino de Santiago de Estero en los años 1990, pasando la conformación de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo y luego la Vía Campesina a nivel mundial, hasta llegar a la primer marcha campesina bajo la identificación de UST en el departamento de Lavalle -Mendoza- en el año 2002, (Liceaga, 2012, p.1221) el proceso creciente de subjetivación y conciencia subalterna de los habitantes de la ruralidad local, configuró la emergencia organizada de sujetos campesinos, atravesados por la disputa territorial permanente y la defensa de sus campos para el trabajo comunitario.
Desde sus orígenes la UST-MNCI enfrenta procesos de acaparamiento de tierras, matanza de animales, litigios judiciales y ocupaciones violentas de sus territorios de trabajo agrarios. En los años recientes las dinámicas de desposesión, antes referidas, cobraron intensidad:
-En 2013, territorios de la Comunidad Huarpe Clara Rosa Guakinchay -Punta del Médano, Encón, Departamento 25 de Mayo, San Juan- fueron usurpados, aduciéndose títulos de propiedad para ello[10]. En noviembre de ese mismo año, luego de meses de amenazas, Esteban Rivas, ex subcomisario de la Policía de Mendoza vinculado a empresas extranjeras, introdujo dos casillas, de manera clandestina, destruyendo alambrados de noche en terrenos comunitarios de familias campesinas.
-En setiembre de 2015 el empresario de San Martín Andrés Gavlovsky con dos empleados ingresó a campos comunitarios de la UST, armado con una escopeta calibre 22, en una máquina topadora abriendo una picada, desmontando, con la clara intención de usurpar el territorio.[11]
-El Fiscal Juan Manuel Bancalari, de la Fiscalía de Instrucción 16, unidad fiscal especial, pide -en 2016- la elevación a juicio Oral a 9 campesinos y 1 campesina de Jocolí, Lavalle[12] dedicados a la defensa y trabajo de sus tierras, acusándolos de turbación de la posesión. La comunidad, que vive y pastorea animales en el lugar desde hace más de dos generaciones, y su zona de pastoreo y posesión fue determinada por una pericia judicial en el marco de un litigio judicial con la empresa española Argenceres S.A y ELAIA S.A., debe resistir a ambas empresas, sumadas ahora a la internacional TEXONE que intenta apropiarse del mismo campo.[13]
Imagen 3 Ocupación de territorio campesino. Foto: https://campesinasdecuyo.wordpress.com/2016/11/24/mendoza-10-campesinos-a-juicio-por-defender-sus-tierras-en-un-marco-de-criminalizacion-y-persecucion-de-la-lucha-social/
-En junio de 2016, la abogada Eliana Olguín, representante legal de la empresa Laguna Blue-Agua Segura, vinculada al grupo del empresario italiano Vittorio Della Toffola, acompañada por un grupo de personas ingresaron a territorios campesinos, golpeando a miembros de la organización bajo el amparo de títulos de posesión de parte de la empresa transnacional[14]
-Ya a comienzos de 2016 en Lavalle -Mendoza-, la empresa trasnacional Argenceres S.A -de capital español- comenzó a alambrar tierras de la comunidad campesina de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra en Jocolí Norte, casi en el límite con la provincia de San Juan. El alambrado avanzó bajo la custodia de guardias armados que vestían uniformes camuflados y decían ser policías contratados por la empresa. En febrero de ese año, Pablo Sarmiento, campesino miembro de Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI), fue baleado por personal de la policía de Mendoza por intentar frenar la construcción de un alambrado en sus tierras (SOTO, 2016).
-Recientemente, el 30 de mayo de 2017 un grupo armado de personas con camionetas irrumpen en el interior del campo comunitario "La Estación" en Jocolí, donde trabajan y viven 30 familias campesinas organizadas en la Asociación Campesina de Cuyo -UST-[15], casi como una constatación del agravamiento acelerado de las luchas por la tierra en la región, la conflictividad se prolonga por estos días.
Imagen 3: Pablo Sarmiento. Foto: http://www.unidiversidad.com.ar/campesino-de-la-ust-baleado-por-la-policia-de-jocoli
Santos al hablar del paso del medio natural al medio técnico retoma a Pierre Veltz y dice: “la globalización es una gestión global de las múltiples diferenciaciones territoriales” (Veltz, 1994). Esta idea, que bien puede aplicarse a nuestra realidad local, necesariamente implica a Estado y sociedad civil, gobierno y movimientos sociales. El neoliberalismo en América Latina en contextos pos-autoritarios, lejos de promover la ausencia del aparato del Estado, constituye una garantía para la gestión externa de los territorios. En parte es esto último así, porque son las normas del Mercado las que configuran las normas públicas de producción y desarrollo de los espacios.
La potencialidad del mercado supera toda capacidad de control de los ámbitos estatales locales y deja librados los territorios campesinos para el saqueo y el despojo externo (Bautista Duran, 2017), con o sin el Estado mismo. Esto también explica nítidamente la crisis ambiental de la que habla Milton Santos, al igual que la contradicción entre los flujos de inversión pública y los flujos de plusvalía hacia las corporaciones multinacionales (capitalización de las transnacionales vs descapitalización de las sociedades). La devastación del monte y la concentración de la tierra dan cuenta del estado del vínculo entre capitalismo y colonialismo en la actualidad.
Imagen 4: Territorio campesino-UST. Foto: http://www.diariouno.com.ar/mendoza/investigan-la-usurpacion-138000-hectareas-lavalle-20140403-n166019.html#fotogaleria-id-312415
La racionalidad del capital y los dispositivos a través de los cuales se sustituye el medio natural o el medio técnico que lo precedió, es una forma de controlar el territorio y el imaginario a su vez. El mundo de los objetos -tecnosfera- y el mundo de las acciones –psicosfera- constituyen, siguiendo a nuestro autor, un proceso unitario (Santos, 2002a, p. 174).
Milton Santos sostiene que las normas horizontales pueden ser ampliadas mediante nuevas formas propias de producción y consumo, de alguna manera en una búsqueda de autonomía y consumo político localmente definido. El lugar, dice el geógrafo brasilero, es sede de resistencias y el territorio es arena de oposición entre mercado y sociedad civil. Allí se producen las batallas entre verticalidad (utilidades de los sectores hegemónicos) y la horizontalidad de la resistencia que intenta no ser hegemonizada. Parte de esta lucha sociales vivenciada en nuestros espacios/territorios del sur, como por ejemplo lo es en el movimiento campesino en Mendoza, en la economía popular como forma de anticipación y lucha en un contexto sumamente adverso, espacios de producción, ocupación y defensa de los campos, educación y autoabastecimiento como instancias de resistencias, también.
Las esferas de espacio y tiempo, deben ser pensadas desde el compromiso con las resistencias territoriales enmarcadas en el pensamiento social crítico. De esas luchas surge una gramática nueva que cuestiona la teoría y la práctica política; al Estado, al mercado y a la sociedad civil.
Conclusión
El contexto sociopolítico actual, determinado en gran parte por el metabolismo económico del gran capital como sistema mundial, sumado a la colonialidad imperante de modo permanente, sin vistas a resolverse, dada la reproducción constante de la dominación; pareciera afianzar la idea de que no hay alternativas. En términos de Mark Fisher, al pensar el modelo económico actual a escala global, todo presume indicar que en el horizonte tenemos por delante a un capitalismo sin fisuras (Fisher, 2016).
Sin embargo, los movimientos campesinos, en el cambio de época reciente, se han constituido en identidad neurálgica de la movilización popular latinoamericana. Las organizaciones del mundo rural en tanto sujetos histórico-políticos han devenido en sujetos pedagógicos y colectivos en las fronteras, en el punto de latencia de lo resistente y lo anticipatorio, la protesta y la propuesta de otro mundo posible, de la eterna lucha por la tierra como tránsito a otra forma de sociedad.
El espacio geográfico de la ruralidad latinoamericana, es escenario principal de la acciones de despojo a la vez que testigo de la toma de conciencia de la lucha por la defensa del territorio de comunidades campesinas e indígenas. El Movimiento Nacional Campesino Indígena y la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra constituyen una constatación del pensamiento crítico de Milton Santos, respecto de la abarcabilidad del capital y ebullición de resistencias con fisonomías horizontales, en constante gestación.
La teoría social y política crítica, debe disponer de una epistemología del sur que piense el espacio como un escenario de disputas y como el andarivel por donde se estructura la expansión del capital. El camino de pensamiento y las ciencia sociales críticas latinoamericanas deben alertar que, el flujo de la plusvalía, configura las preferencias y modos de expansión del capitalismo.
Sostenemos por tanto que el espacio construido de lucha y resistencia por parte del MNCI y la UST, a la par que los movimientos populares de la territorialidad rural en América Latina, son una constante disputa en los bordes de las “rugosidades” erigidas; y son a su vez un paisaje de resistencia al capital que modifica la naturaleza en tiempo real, invariablemente en manos de actores dominantes.
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[1] Fecha de recepción: 21/04/2017. Fecha de aceptación: 19/06/2017.
[2] Licenciado en Ciencia Política y Administración Pública de la FCPyS-UNCuyo. Estudiante de la Especialización en Epistemologías del Sur (CLACSO-UCER-Universidad Sur Sur) y de la Maestría en Estudios Latinoamericanos (FCPyS-UNCuyo). Actualmente becario del Centro de Investigaciones Científicas-CIC. Integrante del Equipo de Investigación: “Política, Estado y movimientos populares en el capitalismo tardío. Hegemonía-Poshegemonía en Argentina” (FCPyS- SeCTyP/UNCuyo). Colectivo de educadores de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra-Movimiento Nacional Campesino Indígena, Mendoza. Miembro del Centro P. Carlos Mugica y del Espacio Ecuménico Fe y Política.
[3]Nos referimos aquí a la consideración del Sur en tanto categoría política y epistémica que denota una metáfora del sufrimiento humano bajo la dominación del capital (De Sousa Santos, 2007: p.30). El Sur en sí mismo es un producto del imperio y, por eso, el aprendizaje con el Sur requiere una desfamiliarización en relación al Sur imperial. Sólo se aprende con el Sur en la medida en que se contribuye para su eliminación en tanto que producto del imperio.
[4]Aníbal Quijano se refiere al modo de inserción de América Latina en la estructura del capitalismo global y plantea: “…en el proceso de constitución histórica de América, todas las formas de control y de explotación del trabajo y de control de la producción-apropiación-distribución de productos, fueron articuladas alrededor de la relación capital-salario y del mercado mundial […]. De ese modo se establecía una nueva, original y singular estructura de relaciones de producción en la experiencia histórica del mundo: el capitalismo mundial…” (Quijano, 2000, p. 122).
[5]Milton Santos utiliza el término de “rugosidad” como formas de espacios construidos, que ofician en testimonio de un modo de producción y de un momento de mundo que se transformó en paisaje (Santos, 2000, p. 173).
[6] Santos llamaba a esto de “fluidez efectiva” (Santos, 2000, p. 9).
[7] Globalización que es hoy más discutida que antes, tal como lo plantea el Vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera (García Linera, 2017).
[8] Como bien señala el investigador Diego Domínguez, en el caso argentino la discusión académica en torno a la ausencia relativa de la figura del “campesino” suele estar atravesada por un manto de sospecha, sobre todo ante quien enuncia dicha categoría. Tratándose de las concepciones contradictorias que asume la reproducción de la vida campesina en el marco del capitalismo, intentamos aquí pensar desde una lógica distinta a la mirada monocultural capitalista y revisar el constante “hacer y estar del campesinado” en el espacio y la realidad política nacional y regional, tal como lo plantea Domínguez (Domínguez, 2012, pp. 135-137).
[9] Uno de los casos más significativos entorno de lo aquí tratado, es el caso del pueblo Huarpe al norte de la provincia, habitante de la llanura árida del noreste de Mendoza y sureste de San Juan (Escolar, 2005: p. 41).
[10] Alarma en comunidad originaria por usurpación de tierras:
https://campesinasdecuyo.wordpress.com/2013/06/19/comunicado-comunidades-huarpes/
[11] Campesinos de San Martin denuncian a empresario por irrumpir en sus tierras http://diariovox.com.ar/campesinos-de-san-martin-denuncian-a-empresario-por-irrumpir-en-sus-tierras/
[12] Polémico, en Mendoza llevan a juicio a 10 miembros de la comunidad campesina de Jocolí, por defender sus tierras
[13] Mendoza: 10 campesinos a Juicio por defender sus tierras en un marco de Criminalización y persecución de la lucha social
[14] San Rafael: denuncian intento de usurpación de tierras campesinas en Punta de Agua http://www.losandes.com.ar/article/san-rafael-denuncian-intento-de-usurpacion-de-tierras-campesinas-en-punta-de-agua
http://agencia.farco.org.ar/noticias/nuevo-intento-ilegal-de-desalojo-a-familias-campesinas/
[15] Nuevo intento de desalojo violento en Mendoza, Argentina
http://radiomundoreal.fm/9796-usurpadores
Campesinos de Lavalle denuncian que un grupo armado los obliga a abandonar su tierra http://www.losandes.com.ar/noticia/campesinos-de-lavalle-denuncian-que-un-grupo-armado-los-obliga-a-abandonar-tierras
Denunciaron que "matones armados" irrumpieron en campo comunitario http://www.unidiversidad.com.ar/denunciaron-que-matones-armados-irrumpieron-en-campo-comunitario
Puesteros y una familia se disputan un campo en el oeste de Jocolí
http://www.losandes.com.ar/article/disputa-por-un-campo-en-el-oeste-de-jocoli
Campesinos lavallinos denuncian usurpación de tierras
Campesinos denunciaron amenazas de una empresaria http://www.mendozapost.com/nota/63873-campesinos-denunciaron-amenazas-de-una-empresaria/