Crítica y Resistencias. Revista de conflictos sociales latinoamericanos

N° 4. Año 2017. ISSN: 2525-0841. Págs. 265-268

http://criticayresistencias.comunis.com.ar

Edita: Colectivo de Investigación El Llano en Llamas

Revuelta, neodesarrollismo y crisis. La multitud se fue al desierto, Bruno Cava, ed. Autonomía/Quadrata – Pie de los Hechos, 2016[1]

Ariel Pennisi[2] y Agustín Valle[3]

La revuelta pasa y queda como un agujero negro en la historia. ¿Cuáles fueron sus causas, cuáles los cauces de su consistencia y fuerza, cuáles sus alcances? Las gigantescas ocupaciones callejeras en la gran metrópoli brasilera en junio y julio de 2013: ¿fundaron modos de ser, parámetros para la organización de la vida común, o bien se limitaron a barrer hábitos políticos y urbanos previos, dejando un vacío vuelto a llenar por el reordenamiento posterior? La revuelta queda en la historia como un misterio, como una gran desmentida de las narrativas de coherencia cerrada, como una zona de incertidumbre que vuelve inconsistente la linealidad presumida; queda como una oscuridad aunque acaso disimulada por remodulaciones posteriores que la pintan.

De ahí el interés por La multitud se fue al desierto, un libro que parece funcionar como intersección entre un diario de lucha y una reflexión propia de la filosofía política más aguda que no se priva de ribetes eróticos y estéticos. Su ubicación, las movilizaciones brasileras de junio y julio de 2013 y toda la serie posterior de acciones callejeras hasta los albores del mundial, lo vuelve único entre los trabajos que se proponen miradas críticas y autocríticas desde izquierdas y progresismos más cercanos y más alejados de los gobiernos. Justamente, por contar con una movilización popular que cuestiona desde la calle y de manera exhaustiva y prolongada en el tiempo, la matriz neodesarrollista –a diferencia de nuestro 2001, que impugnó la legitimidad neoliberal–, los desarrollos inmobiliarios y megaeventos que provocan desalojos, el estatismo ensimismado y la forma de vida de una metrópolis hostil y privatizada. Las caracterizaciones, los señalamientos y las hipótesis del libro apuntan en distintas direcciones: nuevos actores, sectores dominantes, modus operandi político y mercantil, problemas de subjetividad… Pero el punto de vista del libro no dista del punto de vista ambivalente y complejo de la calle.

No se conoce con certeza su identidad ni su significación. Ni se trata de eso. Su orientación es compleja, múltiple y hasta contingente, pero no así su sentido: lo que acontece sensiblemente en la experiencia también es múltiple pero tiene una marca que se sabe primordial. Es la marca de la subjetivación: no somos los mismos, la ciudad no es la misma. Es la diferencia entre pensar el acontecimiento político desde un plano noticioso o desde la experiencia de estar ahí. “Estar ahí” puede componerse y derivar de diversos modos, y el trabajo de Bruno Cava muestra cómo la escritura ensancha la duración del acontecimiento e intensifica la presencia. Escribir constituye un momento solitario del movimiento colectivo, es una forma de estar-más-ahí. El libro es una dimensión más de la movilización, al tiempo que las manifestaciones florecen de su narrativa como un teatro guionado por un genio maligno.

En ese sentido, La multitud se fue al desierto del ensayista y activista brasilero Bruno Cava es un gran ejemplo del valor del habla, de la exploración mediante el lenguaje de lo que abren los cuerpos, de la carnadura de las formalizaciones lingüísticas y conceptuales. De cuándo y cómo lo que se llama el pensamiento es una zona de la práctica, una parte del movimiento de lo moviente, un espacio que se añade para que las fuerzas del agite tracen sus líneas con más texturas y consecuencias. No es un libro sobre las movilizaciones; es una zona-libro de la movilización. Las propias palabras resultan cuerpos en movimiento o que relanzan lo moviente.

También en ese sentido la revuelta introduce un agujero negro que perfora un régimen capitalista ágil y constantemente al acecho de lo que “la gente” quiere –para venderle, para exprimirla, para reprimirla. Puñalada de la revuelta que clava una zona de inconsistencia a un sistema de vida asentado para los que alcanzan su “zona de conformidad” (izquierda incluida), que se pretende sin afuera... ni desiertos. Al imperio de lo obvio y lo normal se le escapa ahí lo que quieren los movientes. Acaso, por eso mismo, el sujeto emergente más potente y, consecuentemente, alarmante introduzca, con su nombre, lo negro en la escena: Black Bloc, la imagen de una íntima relación entre ilegalidad y legitimidad.

El libro de Bruno Cava puede leerse como la puesta en enunciados de una respiración, la agitada respiración de la revuelta, respiración con ardua la lucidez –y premura– que da el aire del desierto. Desde ese desierto, que no es un éxodo puro, higiénico, sino la implantación de una fuerza que diluye la consistencia del orden, Bruno participa de un entendimiento agudo, profundo pero esbelto. La revuelta es un agujero negro para el mercado y la macropolítica pero no a la inversa: los revoltosos señalan con mayor elocuencia que nadie el funcionamiento del gobierno (el orden sufre un agite que desnuda sus líneas de sostén), tanto sus límites como las interfaces de articulación entre sus diversos dispositivos (financieros, represivos, semiótico-imaginales...). La revuelta mapea y anatomiza el cuerpo social cuyo funcionamiento mina. Expuso, por ejemplo, con nitidez el asustado punto de vista de un sentido común que congregó de hecho, casi en bloque, las voces oficialistas, las del establishment económico y las oposiciones conservadoras. Una argamasa tranquilizadora llamada gobernabilidad estalló por los aires en ese segundo inesperado de la historia brasilera y latinoamericana.

La actitud del oficialismo ante las manifestaciones pasó de la sorpresa amarga a la reacción más violenta. 2013 fue un interesante analizador de uno de los mayores problemas de los llamados gobiernos progresistas: la incapacidad para producir una nueva inteligibilidad colectiva acorde o al menos en diálogo con los elementos dinámicos del movimiento emergente. El PT, más allá de sus debates internos, no consideró la inteligencia colectiva que tomaba las calles y las redes como nunca antes en Brasil. Simplemente reaccionó y, mientras acusaba a los manifestantes más activos de "hacerle el juego a la derecha", era el mismo gobierno, rompiendo toda posibilidad de articulación y cerrándose sobre sí, el que le entregaba –haciéndole el juego– las energías sociales del descontento a diversas formas de captura por derecha, una vez superada la primera etapa de manifestaciones. Está de más decir que el desenlace, aun abierto, que incluye el ilegítimo golpe palaciego al gobierno de Dilma Rousseff da cuenta de la complejidad en juego: de las memorias frescas de la gran intervención social de la primera etapa gubernativa del PT a la pérdida de bases sociales, de la rebeldía de los “beneficiarios” al nihilismo que lo arrasa todo, de los emergentes creativos a las restituciones conservadoras.

Tras el período del Estado reparador, con mejoramiento en la distribución del ingreso, ampliación de derechos y generación de condiciones de vida y formación para los antes postergados, justo en el momento en que suena la orgullosa frase "Brasil potencia", llega la hora de los desagradecidos, los descontentos de siempre y los nuevos, que no se enteraron de la “revolucionaria” salida del neoliberalismo y del no menos revolucionario ingreso a un mundo de progreso de arriba hacia abajo, del empresariado nacional a la favela reacondicionada (incluso con teleférico). El discurso oficialista, generalmente aleccionador, se volvió, sobre todo, “reprochón”. Pero ¿quiénes agradecen y gozan realmente del "Brasil potencia"?

En torno a esa secuencia, como genealogía reciente de la revuelta, Bruno Cava elabora una hipótesis importante en relación al tiempo latinoamericano con y contra el que nos sentíamos pensando. El Lulismo como nombre de un proceso político se desdobla en dos momentos de una ambigüedad constitutiva: por un lado, el “lulismo de Estado”, capaz de instrumentar formas de reparación de las desigualdades económicas y de volver institución necesidades fundamentales como la apropiación de conocimientos (creando universidades) y la capacidad de habitar (con programas de vivienda y urbanización). Aun sin completar este ciclo, y seguramente con dificultades similares a las de otros países de la región, los efectos fueron positivos y se pensaron como una conquista social asociada a la idea del “buen gobierno”. Pero, por otro lado, como efecto sin causa en relación a ese primer momento, emerge algo que Bruno llama “lulismo salvaje”, una corriente de deseo que habiendo tomado lo mejor del momento anterior (y del momento anterior aun activo en el momento presente), habiéndolo puesto en relación con la propia potencia, se presenta con irreverencia en las calles para cuestionar el modo de vida prometido por la esloganada “inclusión social”. Las aguas subjetivas fluyen subterráneamente. La fórmula del reformismo, que consiste en ganar tranquilidad reparando daños y limando asperezas, esta vez no cerró. Ofreció la mano y le comieron el brazo en una suerte de nueva antropofagia de clases que se come, incluso, la clase como categoría y va por menos y por más al mismo tiempo, va al desierto.

Un libro escrito en el desierto. Un lugar intensamente habitado donde por fuerza hay que pensar, crear procedimientos, modos y sentidos porque está desierto de códigos previos, desierto de discursos orientativos pre-experienciales, desierto de identidades que encorsetan, desierto de saberes de la política de Estado, del Estado de la política. Un desierto conquistado; habitar el desierto es en sí mismo una conquista: en el desierto, nadie sabe por nosotros. ¿Y no es acaso un rasgo común con el nosotros[4] de 2001, que nadie sepa por...?


[1] Fecha de recepción: 7/06/2017. Fecha de aceptación: 26/06/2017.

[2] Ensayista, editor de Autonomía, Quadrata, Ignorantes. Docente Universidad Nacional de Avellaneda, Universidad del Cine, Universidad Nacional de José C. Paz. arielpennisi@yahoo.com

[3] Ensayista. Coordinador del “Seminario en Subjetvidades mediáticas en educación”, Flacso. Integrante del equipo de la Diplomatura Superior en Gestión Educativa, Flacso. agustinjvalle@gmail.com

[4] Recomendamos en este punto la lectura de los trabajos de Ignacio Lewkowicz, sobre todo, Pensar sin Estado, y del libro de Pablo Hupert, El Estado posnacional. Más allá de kirchnerismo y antikirchnerismo, Buenos Aires, Quadrata / Autonomía – Pie de los Hechos, 2015.